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Al
leer el Libro de Mormón y encontrarnos con el Libro de Éter,
pensamos en la Civilización1
Jaredita y podemos llegar a preguntarnos, como me pregunté
yo: ¿Cuál fue el propósito de la existencia de
esta civilización?
Sabemos que la Civilización Jaredita, llegó a América
de la mano de Jared y su hermano Mahonri Moriáncumer en la
época de la construcción de la Torre de Babel, aproximadamente
en el año 2300 a. de J.C. y que el único contacto entre
esta civilización y la Civilización Nefita2
fue cuando su último representante, Coriántumr, tiene
un encuentro personal con el pueblo Mulekita3
, entre el año 600 y 270 a. de J.C. Este episodio se conoce
gracias a una piedra que contenía grabados y que fueron interpretados
por el Rey Mosíah I4
. ¿Por qué el Señor envió a la Civilización
Jaredita para desarrollarse, al punto que no hubiera sobre toda la
superficie de la tierra una nación mayor5
? Vuelvo al interrogante inicial: ¿Cuál fue el propósito
de la existencia de esta civilización? |
Para
contestar esta pregunta y otras similares, debemos dirigirnos a la
Ley de los Testigos que dice: “…y por boca de dos
o tres testigos se establecerá toda palabra ...”6
Conociendo la importancia de esta Ley, podemos afirmar que la Civilización
Jaredita da cumplimiento a la misma, aportando, con las 24 planchas
de oro, un segundo testimonio de Jesucristo a la Civilización
Nefita7
.
¿Cómo podemos comprender mejor esto? Observemos lo que
sucede en nuestra dispensación, es decir en la Dispensación
del Cumplimiento de los Tiempos, con referencia a la Ley de los Testigos;
actualmente hay dos testigos que dan testimonio de Jesucristo: el
primero es La Biblia, que nos llega por boca del Judío y el
segundo es El Libro de Mormón, que sale a luz por un Gentil
(José Smith pertenecía a una nación Gentil).
Esto da cumplimiento a la Ley de los Testigos.
La civilización Nefita también necesitó de dos
testigos, las Planchas de Bronce8
, que Nefi y sus hermanos quitaron a Labán, constituyen un
primer testimonio de Jesucristo proveniente del Judío y las
24 planchas de oro o Planchas de Éter9
son un segundo testimonio, en este caso proveniente de una civilización
no judía (Gentil).
Por lo tanto, la existencia de la Civilización Jaredita fue
trascendental ya que aportó, a la Civilización Nefita,
un segundo testigo que dio testimonio de Jesucristo, necesario para
cumplir con la Ley de los Testigos. |
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Lehi y
su pueblo arriban
a la Tierra Prometida |
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Referencias |
1.- Definición
de civilización: Las grandes civilizaciones de la historia
humana se han identificado estrechamente con las grandes religiones
del mundo y personas que comparten etnecidad y lengua y poseen cierto
grado de integración. Huntington Samuel P., El Choque de
las Civilizaciones y la Reconfiguración del Orden Mundial
1997. Editorial Paidós.
2.- Civilización Nefita: está formada por la nación
Nefita (Nefitas y Mulekitas) y la nación Lamanita. El Libro
de Mormón, Otro Testamento de Jesucristo - Portada
3.- El pueblo Mulekita debe su nombre a Mulek que era hijo del Rey
Sedequías quien partió junto a otros para América
desde Jerusalén, aproximadamente en el año 588 a de
J.C., escapando de la dominación Babilónica.
4.- Omni 19-20 Libro de Mormón
5.- Éter 1:43 Libro de Mormón
6.- Doctrina y Convenios 6: 27-28
7.- Los hechos de la Civilización Jaredita son compilados
por Éter en 24 planchas de oro conocidas como las Planchas
de Éter (Libro de Éter), que son descubiertas por
el pueblo de Limhi y traducidas por medio del Urim y Tumim que poseía
el Rey Mosíah II. (Mosíah 8: 7-14).
El encuentro entre los Nefitas y los Mulekitas ocurre aproximadamente
en el año 270 a de J.C. cuando el Rey Mosíah I sale
con su pueblo, de la tierra del Sur hacia el Norte y descubre Zarahemla,
la ciudad de los Mulekitas quienes pasan a formar parte de la Nación
Nefita. (Omni 13-18)
8.- Las planchas de bronce (Planchas de Labán), contenían
la historia de los judíos desde la Creación hasta
la salida de Lehí de Jerusalén. (1Nefi 5:10-22)
9.- Las Planchas de Éter (Libro de Éter), son descubiertas
por el pueblo de Limhi y traducidas por medio del Urim y Tumim que
poseía el Rey Mosíah II. (Mosíah 8: 7-14).
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