El atributo de la paciencia
Por Edgar A. Miranda

Como patriarca de la estaca a la cual pertenezco, tengo el privilegio de leer y releer las maravillas que Nuestro Padre Celestial pone a disposición de sus hijos a manera de bendiciones, talentos, habilidades y cualidades. Muchas de estas bondades nos acompañan desde la vida premortal y por medio de esta revelación personal del Señor, sabemos que están ahí en nuestro ser, latiendo como una semilla de mostaza, a la que debemos nutrir y permitir que crezca, hasta llegar a su plenitud. Esta es nuestra responsabilidad, para nuestro bien y el de quienes se relacionarán con nosotros a lo largo de nuestra vida. Sé que están allí, dentro nuestro, en algún rincón de nuestra mente, en nuestros músculos, en nuestras manos, en nuestro corazón. El Altísimo nos las ha otorgado para que crezcamos y nos desarrollemos en plenitud, física y espiritualmente. Pero hay un atributo que todos necesitamos y que bajo ninguna circunstancia nos es dado en su edición terminada, y me pregunto ¿Por qué? Hablo de esa cualidad que realmente nos hace hijos e hijas de Nuestro Padre Celestial, porque nos ayuda a interpretar y conocer su mente y voluntad hacia nosotros. Me refiero a la PACIENCIA.
Ninguno de nosotros puede jactarse de haberla recibido como un atributo real. Hemos recibido sí, los medios, la capacidad y lo que es más importante, las pruebas, desafíos y tribulaciones que serán el terreno propicio para que esta rara especie germine y de sus frutos; en otras palabras se nos da el desafío de lograrla en su mayor expresión. Sé con todo mi corazón, porque así el Señor me lo testifica, que el desarrollo de nuestra paciencia, es un requisito indiscutible para calificar a la Vida Eterna.

Hermanos, la paciencia no es aquel atributo al que debemos echar mano cuando el autobús demora y tenemos que llegar a tiempo a nuestras obligaciones, o lo que nos ayuda a sobrellevar la espera de nuestra esposa mientras elige las prendas que desea comprar y se toma más del tiempo que consideramos prudente. Esto solo no es en sí la paciencia. Paciencia es la capacidad de soportar las aflicciones, los insultos y los agravios sin quejarse ni buscar venganza. Está íntimamente ligada a la mansedumbre y la perseverancia. Será por eso que el Señor ha puesto a prueba nuestra capacidad de dar frutos de paciencia, de ser humilde, de implorar por su mano fuerte para guiarnos en nuestras dificultades. Hoy yo puedo decir con gozo, que lo amargo de las pruebas me ha hecho valorar lo dulce de su amor inefable.
Hablando a sus discípulos y previniéndoles de las tribulaciones que vendrían por seguirle, el Señor afirmo en Lucas 21:19 “Con vuestra paciencia ganaréis vuestras almas”. Es decir que la paciencia es un requisito para nuestra salvación. ¿Pero cómo hacer para desarrollarla? ¿Cuál es la fuente donde nutrir nuestra habilidad de ser pacientes, dicho en otras palabras: mansos y humildes? No en vano el Salvador enseñó: “….aprended de mi, que soy manso y humilde de corazón y hallaréis descanso para vuestras almas” (Mateo 11:29).
Yo interpreto esta manifestación del Señor como: Sobrelleva tus dificultades, no reniegues de la porción de prueba a que eres sometido y gozarás el fruto de haber sido paciente.
La puerta que sin excepción debemos atravesar es la de la tribulación; estas injusticias de parte de los hombres, el dolor, las lágrimas, la impotencia de no poder llevar solos el madero que nos es impuesto.
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Pero esto es sin duda el fuego que forja el acero de nuestra fe. En mayor o menor medida, se nos requiere enfrentar algún tipo de prueba de nuestro potencial divino y la convicción de la dependencia de quien todo lo ha sufrido, quien se ha sometido a todo, en silencio, en obediencia, en un espíritu de amor por sus hermanos que lo lleva a pronunciar las conocidas palabras de sometimiento al Padre “Padre, no sea como yo quiero, sino como tú”
He encontrado personalmente que mi fortaleza espiritual se nutre de este ejemplo inigualable y de lo que otros siervos de Dios han sobrellevado para que “…por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza.” El desarrollo de nuestra paciencia es una tarea diaria e ineludible, ya que es uno de los fundamentos de nuestra perfección según lo manifiesta el apóstol Pablo “Mas tenga la paciencia su obra completa, para que sean perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna” (Santiago 1:4).

Hermanos, testifico de la necesidad de ser pacientes, de no cansarnos de hacer lo bueno, de orar, de estudiar la Palabra mientras en fe y esperanza, aguardamos la venida de Aquel que amamos, a saber Cristo Jesús. Nos esperan adelante como individuos y como iglesia, tiempos difíciles en que seremos cernidos y probados y será necesaria mucha paciencia.
Me enternece y fortalece mi espíritu la promesa de Jesucristo a nuestro amado profeta José Smith ante las tribulaciones que le tocaba enfrentar en la cárcel de Liberty, la cual es extensiva a cada uno de nosotros: “El Hijo del Hombre ha descendido debajo de todo ello. ¿Eres tu mayor que El?...Persevera en tu camino…no temas pues, lo que pueda hacer el hombre, porque Dios estará contigo para siempre jamás.”
“El Espíritu Santo será tu compañero constante y tu cetro un cetro inmutable de justicia y de verdad.”
No desechemos la oportunidad de cosechar este fruto del espíritu llamado paciencia, que como fruto, debemos sembrarlo, nutrirlo, protegerlo y permitirle que crezca hasta poder comer de él.

 

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Estilo SUD, 23 de noviembre de 2010
 
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