|
No
falta mucho tiempo para que llegue el momento de asumir mi
decisión de ser tu hijo en la tierra y gozar de tu
protección.
Habrá un velo; mis recuerdos de esta etapa descansarán
y despierta esto mi temor:
Que se pierdan los argumentos que fundamentan mi elección…
¿Por qué te elegí como madre?
Sin duda por lo bella, por tu amor, por tu ejemplo constante
de buscar sin excusas alcanzar lo mejor.
Como
maestra, aun sin experiencia, me pareciste la mejor y desde
un principio ya deseaba llegar a ser como vos.
Tenía que decidir, y si bien estaba casi seguro, hubo
algo que marcó definitivamente mi decisión.
Fue ese momento solemne, que por mi curiosidad traviesa presencié
a escondidas, cuando en tu última entrevista, antes
de partir a la tierra y después de escuchar los sabios
consejos del Padre, después de prometerle ser digna
de volver a su presencia al final de esta vida, quisiste,
en alguna manera, compartir el sacrificio de nuestro Hermano
Mayor, dedicando tus máximos esfuerzos, y aun hasta
la misma vida, para cuidar y enseñar a aquel que te
confiarían como hijo, los mismos principios que asegurarían
tu regreso y el suyo al hogar original.
¡Qué emoción! ¡Cuánto amor
en ese abrazo paternal antes de iniciar tu misión!
Cuánto fervor al recordar tu promesa de escribir con
frecuencia, de usar siempre la oración; de estar cerca
siempre y buscar tan sólo un consejo, un consuelo o
compartir quizás una simple decisión; sólo
llamar y habría tiempo. ¡Esa fuerza al implorarte
cuidado de no ceder a la tentación! Eras otro hijo
que partía para lograr y motivar la perfección.
¡Qué momento envidiable! Casi estuve a punto
de gritar que ya me quería ir con vos.
¿Por qué te elegí? Por muchas causas,
pero sin duda, lo que más importó fue escuchar
tu promesa, que desde niño me enseñarías
a respetar los convenios y de nuestro compromiso sagrado de
seguir los caminos que marcó el Salvador; que me mostrarías
como vivir en el mundo sin perder la visión, sin llenarme
de odio, de orgullo y de rebelión; que el amor es la
base para entender a la gente y que unir la familia es el
mérito mayor.
Puedo ver desde aquí como serás como madre,
pero aún no sé como seré yo como hijo,
y por las dudas me equivoque en la tierra y no vea las cosas
con la claridad de hoy, antes de partir, quiero dejar esta
carta en los cielos, para que al volver sepas que es lo que
siento por vos y cuanto te amo y te agradezco, desde ya, por
tu amor y tus esfuerzos, y, que sin importar lo que pase,
ésta fue mi mejor decisión.
Tu hijo que nace, y te ama.
|