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Otra vez las visitas!!
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Por Karina Michalek de Salvioli |
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Como
un rito que queremos demorar en nuestras vidas, la tarea de maestras
visitantes puede parecernos una carga más que una bendición
y "sufrirla" más que "disfrutarla". Nuestra
responsabilidad adquirida ni bien cumplimos los 18, es la de velar
por nuestras hermanas en la fe, pero más de una vez perdemos
el objetivo de esta tarea tan especial al dejar que nuestros pensamientos
egoístas nos debiliten.
Pareciera ser que una vez que fijamos la fecha de salida con nuestra
compañera, ese día suceden todas nuestras desgracias.
Nos duele la espalda, perdimos “el papelito” con las
direcciones, el sol es abrasador o la lluvia amenaza con convertirse
en ciclón. Nadie en la familia encuentra la Liahona y vaya
una a saber en dónde dejamos los anteojos. ¡Es imposible
salir hoy!
Pero el calmante surte efecto, nuestra compañera no perdió
su “papelito” (lo pegó en su Libro de Mormón).
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Encontramos
un sombrero para el sol y la amenaza de ciclón duró
una cuantas nubes pasajeras.
La Liahona aparece en el baño y nuestros anteojos estaban en
donde los dejamos, arriba de algún lugar. Una vez que nos encontramos
con nuestra compañera comienza un paseo en el cual, al principio,
cuesta “romper el hielo”. Pero sólo sucede los
primeros meses. Pues de ahí en adelante cuando vencemos la
timidez, puede pasarnos algo peor: darnos cuenta que nos perdimos
porque de tanto hablar doblamos en la esquina equivocada.
“Cada familia es un mundo” dice el refrán. Y como
sabemos que hay innumerables mundos, a veces la situación se
nos presenta complicada. |
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Afortunadamente
no somos psicólogas ni terapeutas y nuestra función
es ayudar a ver, alentar a vivir el evangelio y llevar una luz que
permita comprender que todas somos hijas de Dios. El compartir el
mensaje sería el medio para permitirle a una mujer expresar
sus reflexiones con respecto a su vida como hija del convenio, para
impulsar su testimonio personal y para alentarla a seguir sin desmayar.
Cuando mi abuela llegó a Bs. As. desde Rosario, pasó
a formar parte de la Rama White. Por circunstancias personales durante
algún tiempo ella sólo pudo mantener su contacto con
la Iglesia por medio de sus Maestras Visitantes que cada semana compartían
lo aprendido en la Escuela Dominical, además de orar por ella.
Pasaron muchos años (más de 60) y, sin embargo, mi abuela
las recordaba con emoción porque mantuvieron viva la llama
de su testimonio muchos meses, y con agradecimiento porque ellas caminaban
más de 40 cuadras hasta su casa. |
Pero
no siempre las visitas resultan como de manual. Dejar el mensaje
del mes queda relegado por la necesidad del momento.
A veces salen cosas que no planeamos y terminamos preparando una
cena, explicando un trámite jubilatorio, haciendo una tarea
de la escuela, escribiendo con letra muy grande números de
teléfono o buscando por más de media hora un gato
que después la hermana recordó haberlo perdido como
cuatro meses atrás.
Sin embargo estamos siguiendo el ejemplo del Salvador sirviendo
a Sus hijos.
Al principio nos sentimos incapaces por no recordar el nombre del
esposo fallecido o el último tratamiento médico de
una hija de nuestra visita.
Nos preocupamos por estar atentas a los cumpleaños y eventos
especiales y como no tenemos habilidad artística nos vemos
buscando el mejor brote del rosal para ofrecer como regalo.
Sin darnos
cuenta, con el transcurso del tiempo ya no necesitamos “el
papelito de las M.V.” porque aprendimos a escuchar la suave
voz del Espíritu que con firmeza nos persuade a llamar por
teléfono o a darnos una vuelta con nuestra compañera
por al casa de la hermana angustiada, dolida o sola.
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Este video está en inglés,
pero las imágenes de los distintos casos de
visitas que podemos llegar a hacer, hablan por sí
solas. |
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Estamos
dispuestas a pasar una noche en vela en el hospital acompañando
a nuestra hermana operada. O nos sorprendemos porque hicimos más
canelones de los necesarios para la familia con una madre en cama.
Como muchas cosas en la vida, sólo podemos disfrutar de algo
cuando lo probamos. Los frutos del Espíritu requieren de
deseo personal sumado a la acción.
A veces pienso que la cuarta generación de descendientes
de mi abuela, también tiene que agradecer a esas hermanas
que velaron por ella. Sus ejemplos la convirtieron en una maestra
visitante coleccionista de historias que compartió con su
familia siempre que pudo.
¿Nos
gustaría tener una colección de experiencias personales
para relatarles a nuestros nietos?
Entonces empecemos a vivirlas al compartir el mensaje del Evangelio
con nuestras hermanas, cada mes aunque la lluvia pertinaz nos moje
los zapatos.
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Comentarios
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26 ene 2009
Mí nombre es Karla, soy Presidenta de Sociedad de Socorro de
mí barrio(Zapote), aquí en Costa Rica.
Gracias por el artículo de otra vez las visitas!!!! Me gustó
mucho, es excelente, no se aleja de la realidad lamentablemente y
se me ocurre que lo usaré en la convención de maestras
visitantes de mí barrio para este año. Sigan adelante.
Karla Talavera de Irias |
14 nov 2010
Mi nombre es Andrea Barrett, pertenezco al barrio Suncrest, en Orem, Utah y les quería agradecer por este mensaje. Hacer las visitas a veces se hace muy dificultoso, pero nunca me había puesto a pensar de las bendiciones que trae, no solo a las hermanas que visitamos, sino también a nosotras. Gracias por el mensaje. |
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Estilo SUD, 24 enero
2009 |
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