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Día
del Padre
¡Sólo Gracias!
Por Ronaldo J. Walker
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En
muchos países se celebra el Día del Padre durante
el mes de junio. Reuniones familiares, almuerzos y regalos, artesanales
o comprados, son el toque especial ese día. Es bastante p
robable
que en los mensajes de las reuniones sacramentales se haga alguna
mención a los padres. Resulta curioso que cuando se homenajea
a las madres en su día, los mensajes que escuchamos hablan
de lo maravillosas que son las madres, de cómo debemos cuidarla
y respetarla, del divino papel de la mujer como madre y de todo
lo que significa la madre en nuestras vidas.
En cuanto a los padres, en su día usualmente escuchamos de
sus responsabilidades, de su deber de cuidar a la esposa y a los
hijos, de ser bueno y generoso, de proveer y mantener la familia,
y al finalizar la reunión, más de una vez nos sentimos
llenos de culpa por todo lo que todavía no somos y/o hicimos.
Sin embargo, cualquier sentimiento de injusticia o discriminación
desaparece, cuando recibimos el abrazo y beso de nuestra esposa,
y de nuestros hijos. Ese día no hay reclamos ni pedidos;
sólo agradecimiento.
Un sentimiento doble nos embarga por el hecho de ser hijos y a su
vez padres. Es especial poder homenajear y ser homenajeados.
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Abrazar
a nuestro padre tal vez sea una de las sensaciones más gratas
para mostrar nuestro agradecimiento. Algo similar sucede al recibir
el abrazo de nuestros hijos. Es decir gracias y que nos digan gracias.
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Los regalos constituyen
una manera de demostrar nuestro agradecimiento y son el medio terrenal
para homenajear a las personas que amamos, pero siempre es un dilema
elegirlos. Recordar qué regalamos el año anterior, pensar
qué necesita, qué le gustará, qué talle,
color o medida, qué le regalarán los otros. Decidir
entre algo útil o entre algo qué le gustará aunque
a nuestros ojos no sea necesario; o entre un regalo personal o uno
en conjunto para sumar fuerzas al momento de comprar. Quizá
sea algo hecho por nuestras manos que nos requiera mucho más
tiempo que el sólo hecho de ir a comprar. Decenas de preguntas
que dan vuelta en nuestra mente y son tema de conversación
entre hijos y hermanos en esos días en que decidimos homenajear.
La verdad es que el regalar es parte del “dar ” y del
“agradecer” que nos llena de felicidad y satisfacción.
Por supuesto, el recibir, aunque no lo busquemos, también nos
hace felices. Es parte importante de una relación de amor continuo
y eterno... dar y recibir desinteresadamente. |
Puede
que nuestro padre esté lejos en distancia y si bien la tecnología
no ha desarrollado todavía la posibilidad de pasar los brazos
por la cámara web o el monitor, traspasar lo virtual y sacarlos
a miles de kilometros para lograr el contacto físico, hoy podemos
saludarnos, conversar horas, vernos y emocionarnos muy fácilmente
usando distintos programas gratuitos como el Skype, Messenger o similares.
Puede que nuestro padre haya terminado su misión en esta vida
y ese abrazo no podamos concretarlo por un tiempo. Sin embargo, el
agradecimiento profundo prevalece y nos llena de una felicidad que
multiplica recuerdos de distintas épocas. En muchos casos nos
cuesta encontrar algo que equivalga al Gracias que sentimos dentro
nuestro y que crece a medida que pasa el tiempo. Creo que los sentimientos
se las arreglarán para llegar y de hecho, agradecer a nuestro
Padre en nuestras oraciones por el padre que tuvimos (y tenemos),
tal vez sea la mejor manera de que lleguen. Después de todo,
el espíritu de Elías acerca el corazón de los
padres a los hijos y de los hijos a los padres, de este lado del velo
y también del otro. La obra del Señor es intensa aquí
y allá. |
El
regalo material en este caso se complica; no hay forma de hacerles
llegar una corbata o un par de pantuflas o el portalápiz artesanal.
Sin embargo, hay muchas cosas más valiosas y eternas que podemos
regalar. Por sólo mencionar algunas, quizás la que considero
más importante, si es que nuestro padre no tuvo la oportunidad
de conocer el evangelio, hacer las ordenanzas en el templo por él
y sellarnos como familia. ¿Qué mejor regalo? Es algo
que él no puede hacer. Él nos dio la vida terrenal junto
con nuestra madre; con estas ordenanzas vicarias nosotros le damos
el acceso a la vida eterna. Nada más importante y valioso.
Y después podemos continuar con los regalos especiales al hacer
lo mismo con nuestros abuelos, bisabuelos y todos nuestros antepasados.
¡Años para hacer regalos!
Pero si esas ordenanzas ya han sido hechas, nuestra fidelidad es el
eslabón que las preserva. Esforzarnos por ser cada vez más
dignos es otro regalo que podemos dar, con un valor que traspasa lo
material y temporal.
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Transmitir
nuestros recuerdos gratos con él, sus experiencias y enseñanzas
de generación en generación es otra manera de agradecer.
Para ello debemos registrar, algo que hoy no requiere más que
tiempo; no es necesario fundir planchas ni grabarlas.
Lápiz y papel abundan, las PC también y si nos cuesta
escribir podemos grabar y hasta filmar. Sólo debemos querer
hacerlo y dedicar un poco de tiempo. Nuestra descendencia disfruta
y se beneficia al conocer las historias y el pensamiento de sus antepasados.
Es otro buen regalo y estos regalos son eternos. |
Para
cada uno, su padre es el más especial (aunque nunca lleguemos
a igualar a las madres), por más que tenga errores y aunque
también debería ser el día del padre todo el
año, es natural el deseo de concentrar los agradecimientos
en un día, y ya sea como hijos o como padres, lo disfrutamos.
Siempre es lindo agradecer y recalcar que amamos. |
Ahora
bien, hay un Padre que todos tenemos y compartimos. Perfecto como
ser y en sus acciones. Nunca podremos encontrar un abrazo más
valioso y amoroso que el de Él, con la facultad de sanarnos
y fortalecernos. De nadie recibiremos más bendiciones. Si a
nuestro padre terrenal le debemos muchísimo, a Él le
debemos todo.
Si bien en cientos de pasajes de las Escrituras insiste en que le
pidamos cosas, es de buen hijo agradecer y agradecer en cantidad y
calidad.
También en el día del Padre debe estar en nuestra mente
y en nuestro corazón. Muchos son los regalos que podemos darle,
de esos eternos y valiosos. |
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Quizá
el de mayor valor, sea la confirmación de nuestro compromiso
de volver a su presencia, de permanecer fieles y perseverar hasta
el fin.
Por más ocupados que estemos, no dejemos de acordarnos de nuestros
padres, estén presentes o no. Es un día para honrarlos
y agradecer, para estar felices juntos. Si no están cerca,
también podemos homenajear y agradecer, y estar felices, hijos,
padres y Padre. Tal vez si lo deseamos con la misma intensidad con
que a veces pedimos, el velo se vuelva muy delgado y se perciba el
calor del abrazo que espera. En ese día, sea con nuestro padre
terrenal o nuestro Padre Celestial, no hay lugar para pedidos ni reclamos...
sólo nos nace un emotivo y gigantesco: ¡Gracias! |
Ronaldo J. Walker |
Estilo SUD, 20 de
junio de 2009 |
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