Reunión General de la Sociedad de Socorro,
Una evaluación en nuestras vidas...

Por Karina Michalek de Salvioli
Este último sábado miles de mujeres nos congregamos en diversos lugares. Algunas en la tranquilidad de nuestros hogares o rodeadas de niños jugando alrededor de la computadora, aunque la casa sea grande. Otras fuimos a los centros de reuniones poniéndonos de acuerdo para viajar juntas, arreglando con quién dejar a los chicos, dejando la cena lista y compartiendo un poco de nosotras mismas al reflexionar sobre lo escuchado. Muchísimas en el centro de conferencias de Lago Salado, sin hijos, cómodas y tranquilas. Pero todas con el mismo propósito: el de escuchar la voz del Señor por medio de sus siervos.
La enormidad de la situación parecía cumplir el deseo de una de las presidentas que tuvo la Sociedad de Socorro, la hermana Zina D.H. Young (1881-1901), quien dijo en una reunión similar cuando festejaban un nuevo aniversario de la organización:
“…Ojalá que toda la gente pudiera escuchar mis palabras, no solamente vosotros, hermanos y hermanas, que estáis en este tabernáculo, sino que toda la gente de todo continente pudiera oírlas y comprenderlas, y no sólo de este continente, sino también los de Asia, África, Europa y las islas del mar.”1
Pasaron cien años y el deseo de esta fiel y abnegada hermana fructificó en un hecho real y ahora tan común que nos parece simple. Tan simple que podemos llegar a verlo como algo sin importancia.
La oportunidad de recordar el objetivo por el cual la Sociedad de Socorro tiene motivo de ser, me hizo pensar que tal vez, en la vorágine de cosas que tenemos que hacer con nuestras asignaciones, olvidemos nuestra visión eterna.
No somos mujeres reunidas porque no tenemos otra cosa mejor que hacer. Tampoco creemos que es algo para llenar un hueco en la vida de las mujeres (¡si es que a alguna le sobra tiempo!) Pero la hermana Beck nos recordó:
“Mucha de la obra esencial de la Sociedad de Socorro no ocurre en las reuniones. Centrémonos ahora, en aprender de las Maestras Visitantes. Debido a que seguimos el ejemplo y las enseñanzas de Jesucristo, ¿valoramos este llamamiento oficial de amar, conocer, servir, comprender, enseñar y ministrar en nombre de Él? Esta es una tarea que tenemos en la Iglesia, en la que estamos seguras de que tendremos la ayuda del Señor si la pedimos. Este es un llamamiento que por seguro aumentará nuestra fe y rectitud y fortalecerá nuestros hogares al convertirnos en verdaderas compañeras del Señor”.2
¿Una vez más perdimos el rumbo al menospreciar el trabajo de las maestras visitantes? ¿O será que se nos ocurrió que es algo que dejamos para cuando tenemos tiempo y ganas o sólo en época de necesidad?
El programa de Maestras Visitantes implica más que salir a caminar con una amiga. Es amar y conocer, pero no conocer los vericuetos de la vida familiar de nuestras visitadas, sino conocer el corazón de las hermanas para saber cómo podremos servirles en tiempo de aflicción. Si las conocemos, sabremos de qué manera podremos tocar sus corazones cuando deban aprender (la mayoría de las veces recordar) el camino de regreso al Padre. Pero al escuchar el mensaje apareció una palabra que parece ajena a la actividad de las mujeres, porque aparece siempre en las escrituras sobre el sacerdocio, la posibilidad de ministrar en nombre de Jesucristo.
¿Y qué es ministrar? El diccionario nos dice que es “Servir o ejercer un oficio. Dar algo” (RAE) y la guía de la Escrituras nos aclara que es “Llevar a cabo la obra del Señor sobre la tierra”. Por lo tanto, trabajar en la Sociedad de Socorro es actuar en Su nombre para fortalecer y dar sostén a otras.
El presidente Henry B. Eyring nos invitó a actuar de “corazón a corazón”.
¿Será que estamos fijándonos más en la manera de vestir de nuestras hermanas que en su deseo de progresar? ¿Será que la familiaridad entre nosotras hace que estemos más pendientes de los errores o frustraciones que del esfuerzo y la perseverancia? ¿Nos habremos olvidado de prestar oídos a los susurros del Espíritu y prestamos la oreja al comentario imaginario que surge de lo que nos pareció ver que sucedió?
Nunca pensamos que de nuestra desidia vayan a debilitarse los eslabones de fe que con tanto esfuerzo unieron las hermanas que nos precedieron en la historia de la Sociedad de Socorro del lugar en donde vivimos.
¿Qué pensarían mis abuelas si me escuchasen decir que no tiene sentido visitar a la que no viene?
Ellas vieron fortalecida su fe cuando, por diferentes circunstancias, no pudieron asistir regularmente cada domingo, cuando perdieron una hija, cuando enfermaron, cuando la vejez no les permitió salir de sus hogares, pero recibieron la visita de sus amigas de la iglesia.
Las cosas se nos vuelven rutinarias y el Señor sabe que no somos tan diferentes a su pueblo del Libro de Mormón. Prosperamos, nos sentimos felices y cómodos; dejamos de sentir, nos sentimos deprimidos y afligidos. Debemos recordar para no olvidar que nos comprometimos a ser sus colaboradoras. La bendición del servicio traerá gozo en nuestros hogares porque nosotras nos convertimos en compañeras del Señor y actuamos como tales.
Cada reunión General es como un termómetro de nuestra espiritualidad. Se nos recuerda qué aspecto de nuestras vidas debemos fortalecer, mejorar, hacer crecer. Nos aviva el deseo de perseverar hasta el fin. Nos renueva la fe al saber que muchas mujeres estamos en el mismo barco.

La promesa de una bendición que afectará a nuestras propias familias es más de lo que podíamos pensar cada vez que traspasamos la puerta para caminar un buen rato y llevar una fotocopia de un discurso de la revista Liahona que elegimos pidiendo la guía del Señor, porque nunca vimos a la hermana que visitamos desde hace tanto tiempo… Pero el Señor la conoce y nosotras somos sus compañeras elegidas para ayudarlo en Su obra.
La hermana Beck concluyó su discurso diciendo: “Tengo la certeza de que si cada hermana hace su parte para asegurar que se cumplan los propósitos de la Sociedad, los ángeles les acompañarán y participaremos de milagros extraordinarios”.2
Sólo hay una manera de saberlo. Yo estoy dispuesta a averiguarlo, ¿y vos?

 
1 Minutes of the Relief Society General board, vol. 1, March 17 1892, p. 225.)
2 Reunión General de la Sociedad de Socorro, 26-sep-2009
Comentarios
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Por Karina Michalec de Salvioli
Estilo SUD, 03 de octubre de 2009
 
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