El aprendizaje y la historia familiar
Por Karina Michalek de Salvioli

Cuando los niños tienen entre 4 y 7 años de edad es muy probable que como parte de sus actividades escolares deban averiguar historias de la infancia de sus abuelos y padres e incluso armar un árbol genealógico familiar. Algunas maestras piden fotos de ellos en donde aparezcan con edades similares a los chicos.
Es así como las madres nos volvemos locas buscando en cajones alguna foto que les sea útil, llamando por teléfono o visitando a los abuelos para que sean “entrevistados” por sus nietos y cuenten historias que tuvieron a la edad de los mismos.
Nuestra primera idea es mandarle a la maestra un CD con el PAF (Personal Ancestry File, base de datos con la genealogía familiar) y sacar una fotocopia del libro de historia familiar que venimos armando desde hace tiempo.
Sin embargo, al hacer esto estamos privando a nuestros hijos de una actividad que fortalecerá su desarrollo cognitivo y la formación de su identidad.
Este trabajo escolar no es casual, tiene que ver con la construcción de esquemas mentales que servirán de base en construcciones de pensamiento lógico, en elaboración de conceptos temporo-espaciales (su relación entre él mismo y el entorno; el paso del tiempo) ambas necesarias para el desarrollo de la lecto-escritura y conceptos matemáticos. Pero principalmente necesarios en el desarrollo de la percepción personal, y la construcción de la personalidad. Cuando un niño descubre que la historia de la familia comenzó mucho antes de que él naciera, comprende que tiene un lugar dentro de un gran grupo de personas.
Descubre también quién era ese tío al que dicen que se parece, dándose cuenta que según con quién esté, cada uno verá diferentes parecidos con diferentes familiares.
Él es parte de un todo. Llega por sí mismo a la conclusión de que su lugar tiene significado. Y con el tiempo entenderá que alguien en la familia se parecerá a él. Esto es muy útil para las madres cuando nace un hermanito, ya que ellas podrán decirle cuánto se parece el bebé a ese niño de 5 años un poco celoso de la situación.
Algo que se ve como sin importancia sirve de base para las operaciones matemáticas: no se puede obviar ningún número en una suma, o alterar el orden en una resta producirá diferentes resultados, por ejemplo.
El ver fotos de su abuelo en la niñez, la juventud, de cuando se casó y de la actualidad lo sumergen en una línea de tiempo que le facilitará la comprensión de las secuencias temporales, antes-ahora-después; del efecto del paso del tiempo como una situación enriquecedora y llena de nuevas experiencias (útil para saber manejar los miedos propios de cada edad); y el desarrollo de la lecto-escritura (las palabras tienen una secuencia inalterable de letras, leemos de izquierda a derecha).
Las historias transmitidas oralmente sirven de base a la hora de la resolución de problemas, no serán muy diferentes a situaciones por él vividas; así tendrá un marco de referencia para elaborar una solución cuando se le presenten.
Es interesante que la historia familiar sea una de las tantas herramientas que utilizan los psicopedagogos frente a problemas de aprendizaje. La deficiente concepción del esquema corporal o de su lugar en el grupo familiar, independientemente de cómo esté conformada la familia, puede entorpecer el aprendizaje en diversas áreas.
La personalidad comienza a desarrollarse desde que nacemos. La aceptación de las características personales y únicas de cada niño permitirá un crecimiento normal.
Sin embargo la identidad necesita de una participación activa del entorno. Es la familia la que participa en la construcción de esa identidad que alcanza su punto más importante en la adolescencia.
Así como todos necesitamos conocer la historia de nuestros respectivos países para sentir que pertenecemos a un lugar con determinadas tradiciones y costumbres, lo cual da lugar al “amor a la patria”; lo mismo sucede con las historias de las familias de los padres.
Cuando una nueva familia se conforma, ambos pasados se entrelazan reafirmando costumbres y creando nuevas tradiciones. Esas serán más o menos fuertes según la repetición de las mismas, o si se utiliza el recuerdo como algo cotidiano de las conversaciones familiares.
Cuando un niño no puede expresar sus sentimientos por temor a sentirse ridículo frente a sus hermanos mayores, tiende a desvalorizar su personalidad y creer que un mal rendimiento escolar se debe a su ineptitud. No sabe que, a esa misma edad, sus hermanos o sus padres pasaron por las mismas dificultades y que cada uno pudo resolverlas de diferentes maneras e incluso a diferente tiempo. El traer a la memoria esas situaciones lo ayudarán notablemente.

Las fotos cumplen un papel importante en la concepción del grupo familiar. Es por eso que muchas madres con experiencia aconsejan no gastar la máquina de fotos en el primer bebé!!! Suele suceder que al llegar el tercer hijo, ya ni nos acordamos de llevar la cámara el día de la bendición. Entonces nos encontramos que tenemos tres álbumes de fotos del primer hijo y, a medida que pasan los embarazos, reducimos la cantidad a unas pocas desordenadas. No es que seamos malos padres, nada de eso; estamos ocupados y cansados… Pero un niño no es capaz de analizar la situación de la misma manera y puede llegar a creer que no era tan lindo o inteligente como sus hermanos mayores.

Cuando un matrimonio se rompe, la estructura familiar se altera y los niños pequeños tienen dificultades para comprender la situación. Si tienen que vivir con uno de los padres, ¿significa que el otro es malo o que él mismo es malo? ¿Qué pasa con las tradiciones: cumpleaños, vacaciones, actos escolares?
Es muy probable que llegue a preguntarse si él también debe hacer una elección en cuanto a sus padres. Las fotos familiares adquieren otro valor. ¿Qué hacemos con las del casamiento? ¿o las que aparecen mamá y papá juntos sonriendo?
Una amiga me contaba como su hijo de seis años había llevado a su propio dormitorio la foto del sellamiento de sus padres recién separados. ¡Ella había estado a punto de cortar la foto con una tijera! haberlo hecho hubiera significado para su hijo, que parte de su historia había que borrarla, cortarla y tirarla a la basura.
Su historia personal incluía a ambos padres y ella no tenía derecho a romperla.
La historia familiar cumple una vez más su cometido de bendecir a las personas y hacerlas protagonistas de las promesas dadas por el profeta Malaquías. El volver el corazón de los hijos hacia los padres en una mirada atenta, permitirá que el corazón de los padres vuelva a los hijos en ayuda para la construcción de sus propios futuros.
 
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Estilo SUD, 14 de noviembre de 2009
 
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