Tenemos una Bibliia
Por Karina Michalek de Salvioli

La relación de los SUD con las escrituras comienza desde la infancia. Desde chicos, escuchamos en las clases de la Primaria las grandes y emocionantes historias que adaptamos a nuestros juegos infantiles. Así es como cualquier batalla campal entre hermanos es justificada ante madres sorprendidas, con la frase “estamos jugando a Lamán y Lemuel”. O el encontrar muñecas despedazadas por varoncitos valientes no es más que el fiel reflejo de la historia de Amón. Claro que hay que consolar rápidamente a las ‘madres’ que no recuerdan qué brazo va con tal muñeca.
En una Noche de Hogar, mis hijos, que en ese entonces tendrían 6 y 8 años, nos relataron la huída de Egipto con plagas y sus muertes incluidas. Continuaron con el viaje en el desierto y una entrada no menos problemática a la Tierra Prometida. El comedor estaba lleno de toallas, mantas, cintos, espadas de la Guerra de las Galaxias, animalitos de juguete, un triciclo que simulaba camellos, el sillón que representaba el Monte Sinaí y unas alfombras para el Mar Rojo. Dos nenes haciendo todos los personajes.
Por su puesto que no era más que una repetición de lo que habían hecho en el Tiempo para Compartir de la Primaria junto a sus dedicadas maestras. Pero el Antiguo Testamento había cobrado vida. Las escrituras habían sido aplicadas a ellos mismos, a sus juegos.
Cuando estos dos últimos años, cada mañana los jóvenes estudiaron la Biblia, comprendieron muchos misterios que permanecían ocultos. Pero era necesaria la voz de una maestra que aclaraba las confusas transcripciones que se sucedieron con el correr de los siglos.
Aún así en nuestra memoria emotiva creemos que Lea, la primer esposa que recibe Jacob luego de 7 años de trabajo, era bigotuda según la representaba la filmina o el video de la clase.
A medida que se suceden las clases de Doctrina del Evangelio, vemos como una misma escritura cambia de significado al ir madurando espiritualmente. Cada maestro de la Escuela Dominical se convierte en un hilvanador de sentimientos, impresiones y testimonios. Ellos hacen participar a sus alumnos compartiendo experiencias de la vida cotidiana no muy diferentes a las de profetas y maestros de la antigüedad.
Al tener la nueva versión de la Santa Biblia en mis manos, recordé el video de presentación, con el agradecimiento a los antiguos traductores y a los hermanos y hermanas de la actualidad. Pensé también en los muchos misioneros norteamericanos a los cuales les pedíamos que nos dejaran su Biblia, por el tesoro de las correlaciones y las aclaraciones completas realizadas por la palabra profética de José Smith.
Esta versión realmente trajo más luz a mi estudio personal de las escrituras. Compartimos con mi esposo o mis hijos descubrimientos frente a confusas ideas que habíamos ido acuñando por vocablos pasados de moda. Algunas escrituras que con tanto esfuerzo aprendimos de memoria en Seminarios se convertirán en delatadores de edad frente a las nuevas generaciones. Recitar orgullosamente Provervios 3:5-7 diciendo “Fíate de Jehová” será antiguo comparado con “Confía en Jehová”.
Las palabras de los profetas se presentan de un modo más claro al agregar adverbios, artículos, o pronombres a los versículos. Tenemos así oraciones gramaticalmente más correctas; por lo tanto, mejores de entender.
La letra más grande, no es algo casual. Al ser similar a la fuente utilizada en el Libro de Mormón, nos resulta familiar y como todo lo familiar, nos hace sentir bien. Sentí que leía algo nuevo en determinado versículo y justo ese no había sido modificado. Era la letra. (¡El correr de los años me exige un mayor tamaño para obviar los anteojos!)
Una nueva lectura de las Sagradas Escrituras dará un nuevo vigor a nuestra fe. El que podamos leer y comprender al mismo tiempo, sin necesidad de un diccionario al lado, produce placer en el lector. Pues el leer que “Abraham enalbardó su asno” no es lo mismo que “Abraham ensilló su asno”. Doctrinalmente no cambia nada, podemos saltearnos esa frase, seguir leyendo y entender lo que sucedió. Pero la imagen mental que formamos al leer será más pobre. Por otro lado las aclaraciones sobre el origen de algunos vocablos proporcionan el marco adecuado de determinada situación. Siempre que leí que Sara dijo: “Dios me ha hecho reír, y cualquiera que lo oyere reirá conmigo” creía ver un tono de burla o incredulidad. La aclaración de que la raíz hebrea significa tanto reír como regocijarse, convirtió la burla en agradecimiento. Mi opinión sobre Sara cambió.
La expectativa de la nueva versión de la Santa Biblia en español se vio satisfecha al tener a nuestro alcance una versión más clara de las escrituras.
Podría decir que leer el Antiguo Testamento no me resulta tan difícil; casi siento que estoy leyendo una novela de intriga.
A eso le agregué la posibilidad de escuchar por Internet la lectura de la misma. Voces que me suenan familiares, leen de manera clara y con sentido. Escucharlas mientras limpio la cocina, como si escuchara la radio, proporciona un poco de calma frente a las noticias del diario vivir. No es algo que uno puede hacer siempre. Pero si la lectura se ve reforzada por la audición, le estaremos dando más herramientas a nuestro espíritu para que este sepa interpretar los susurros celestiales.
Vivimos en la época del cumplimiento de profecías, en donde leer y escuchar las escrituras es un beneficio, una bendición más para conocer los designios de nuestro Padre Celestial.
Por mi parte decidí leer la Biblia completamente. No sé cuánto tiempo me va a llevar. Al ritmo que voy, calculo que años!! Pero sí sé que es el alimento espiritual que el Señor sabe que necesitamos en esta época miles de santos de habla hispana.
Supongo que por eso no me extrañé cuando vi a mis hijos leyendo la nueva Biblia que recibieron como regalo de su dedicado obispo.
 
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Estilo SUD, 21 de noviembre de 2009
 
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