Publicando nuestra intimidad
La intimidad pública
Por Karina Michalek de Salvioli

El uso de Internet y sus múltiples recursos on line para conectar a la gente, ha hecho posible que un miembro de la familia pueda estar presente en el festejo de las fiestas navideñas, aún a miles de km, observando y escuchando los comentarios de todos, riendo y festejando a pesar de que se encuentre solo en su departamento.
Cualquier persona puede acceder a información de casi cualquier tema. Y todos pueden usar el facebook para compartir ideas, sentimientos, fanatismos, videos, fotos.
Tanto avance debería producir un aumento de la comunicación, pero paradójicamente, ésta se encuentra en ‘terapia intensiva’. La comunicación real en una familia se ve desplazada por la virtual con ex-compañeros de escuela, amigos lejanos en distancia o tiempo, gente con gustos comunes. Las confidencias entre amigas se hacen públicas y, no es nada raro, leer peleas familiares entre hermanos por situaciones no resueltas del pasado. Todos los amigos y los amigos de éstos se convierten en testigos invitados.
Los secretos que uno no se anima a compartir con un amigo personal, se exponen mediante palabras que carecen del sentido de la intención dada por la voz y los gestos.
Entre los más frecuentes, se empieza a ver que la intimidad matrimonial es compartida virtualmente sin temor a ser explícito en algunos temas aún con personas de distinto sexo. Las palabras de los profetas nos han advertido siempre del cuidado que debemos tener al respecto. Fue David O. McKay quien dijo: “No permita que la asociación con otras mujeres divida su afecto; y esto se aplica a la mujer tanto como al hombre”.1
Muchos encuentran una justificación bastante infantil al decir que ‘necesitan contar sus problemas para recibir ayuda’, cayendo en la trampa de intercambiar información por afecto. Al revelar situaciones íntimas a alguien del sexo opuesto, que no sea nuestro obispo en una entrevista, estamos dando un mensaje confuso al interlocutor: ‘mi esposo/ esposa no me escucha, como me escuchás vos’.
Una equivocada interpretación de la palabra intimidad nos hace pensar que sólo se refiere a la intimidad física. Pero es más que eso. Está conformada por los sentimientos compartidos, los anhelos, miedos, sufrimientos y gozos. Incluye atracción física tanto como espiritual. Implica fe, confianza y comprensión, entre otras cosas que se desarrollan a medida que el matrimonio va creciendo. Cuando utilizamos la computadora para desahogarnos podemos caer en la trampa de alimentar nuestro egoísmo al exponernos como víctimas necesitadas de afecto. Nos vinculamos fácilmente contando las flaquezas de nuestro cónyuge, en algunos casos sin antes haber hecho el esfuerzo de fortalecer el vínculo matrimonial.
Esto es sumamente peligroso porque estamos compartiendo con otros sin pensar en las consecuencias. La información compartida puede ser mal interpretada, puede ser expuesta a otros que no conocemos, puede resultarnos molesta más adelante al percatarnos que abrimos nuestro corazón a la persona equivocada. Mostramos nuestra vulnerabilidad y esa información puede ser utilizada para presionarnos en nuestra debilidad. No tal vez por nuestro ocasional lector, pero Satanás también sabe leer. Por lo tanto siempre se debe mantener una distancia apropiada, tanto emocional como física entre uno mismo y los compañeros de trabajo, conocidos o amigos del sexo opuesto.
Mantener la intimidad en el matrimonio conlleva un arduo trabajo de comunicación permitiendo que el otro nos vea tal cual somos, que entienda nuestra ‘línea de pensamiento’ (nuestros razonamientos) y nos permita compartir nuestro mundo interno confiadamente.
No implica estar de acuerdo en todas las cosas, sino compartir todas las cosas.
Respetar la intimidad matrimonial incluirá las siguientes pautas:
Equilibrar el tiempo que pasamos con nuestro cónyuge: evaluar si es suficiente, si tiene la calidad que se merece.
Evaluar si la tecnología no une o nos separa: recibir un mensaje de texto de nuestra esposa que nos dice que nos ama en medio de una atareada jornada laboral, es reconfortante. Un llamado telefónico que nos avisa que nuestro esposo llegará temprano para acompañarnos al médico es un mimo en medio de la cotidianeidad de la vida. Que la comunicación del chat sea la única comunicación, es triste.
Conversar sin sentir vergüenzas: cuando nuestro cónyuge habla de sus miedos o debilidades no deberíamos interrumpir con comentarios sarcásticos, o menoscabar la situación. Tampoco utilizar la comparación como ejemplo de lo que hace el/la esposo/a de alguien.
Mantener la confidencialidad: no compartir en la web nuestra intimidad, ¿pensamos en que tal vez nuestros hijos pueden tener acceso a esa información? ¿Qué pensarían de su padre o madre que ‘ventila’ asuntos de familia?
Citando al Presidente Spencer W. Kimball en su libro el Milagro del Perdón: “Estemos pendientes de los sitios vulnerables”: “a causa de [los] sitios vulnerables puede sobrevenirnos el desastre” 2.
No usemos nuestro facebook para descargar nuestras angustias, contar nuestros problemas personales, criticar al cónyuge.
El presidente Ezra Taft Benson aconsejó:
“Eviten el coqueteo de cualquier clase… lo que muchas veces parecen simples bromas o un poco de diversión con alguien del sexo opuesto, puede llevar fácilmente a compromisos serios y hasta la infidelidad. Una buena pregunta que nos podemos hacer es: ¿Estaría de acuerdo mi cónyuge si supiera lo que estoy haciendo? ¿Estaría complacida una mujer [u hombre] al saber que su esposo almuerza a solas con su secretaria? [hoy sería: chatea con una ex-compañera de secundaria frecuentemente] Mis queridos hermanos y hermanas, esto es lo que quiso decir Pablo cuando mencionó: ‘Apartaos de toda apariencia de mal’ (1Tesalonisences 5:22)”.3
Recurramos al Señor: leer las escrituras nos invitará a ser mejores. El seguir su ejemplo de caridad, a rechazar la tentación con firmeza. Escuchar los consejos de nuestros líderes y seguir las palabras de los profetas de la actualidad, a recordar nuestras responsabilidades. Orar sin desmayar, a mantener la vista en lo alto.

“La vida conyugal puede ser un estado celestial continuo o un tormento perpetuo… La seguridad de una felicidad suprema, la certeza de una vida venturosa aquí, así como de la exaltación y la vida eterna en el mundo venidero, llegan a aquellos que proyectan llevar su vida de completa conformidad con el evangelio de Jesucristo, y luego siguen invariablemente el curso que han fijado”.4

Como siempre ‘la prudencia en todas la cosas’ también es aplicable a las conductas que tenemos con el uso de las redes sociales. La intimidad familiar debe ser cuidada, respetada y no divulgada bajo ningún pretexto egoísta. Nuestra vida no debería convertirse en un ‘Reality Show’ en el que otros opinan sobre nuestras decisiones. Nuestro hogar es un lugar sagrado y no tenemos derecho a profanarlo divulgando nuestra intimidad.
 
 
 
 
Notas
1- Enseñanzas de las Presidentes de la Iglesia David O. McKay, pág. 162
2- El milagro del perdón, Spencer W. Kimball, pág. 219
3- The Law of Chastity, Devotional and Fireside Speeches, 1988, pág.52
4- El milagro del perdón, Kimball pág.247, 265
 
Comentarios
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Estilo SUD, 30 de enero de 2010
 
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