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¡Dejemos que otros también tengan
razón!
Por el élder Hartman Rector Jr. |
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La
felicidad no es solamente placer, sino que es mayormente una victoria.
¿A quién no le gusta ser triunfador? A mí me
gusta; creo que hemos venido aquí para ganar, y si nos mantenemos
cerca del Señor, ganaremos. Ciertamente, El no es un perdedor.
Cuando nos confrontamos con tentaciones o conflictos que afectarían
nuestra posición frente al Señor, no podemos darnos
el lujo de perder, ni siquiera el de comprometernos. Pero hay ciertos
asuntos que son tan insignificantes, que en verdad no cambian mucho
los hechos.
Se dice que Abraham Lincoln, décimo sexto presidente de los
Estados Unidos, dijo que con gusto daría a su oponente nueve
puntos de diez si el décimo fuera el único punto que
realmente importara. Esto encierra una gran sabiduría.
En el curso normal de las relaciones humanas hay una constante necesidad
de transigir, y vivir con otras personas crea siempre situaciones
en las que debemos hacerlo. Nadie puede ganar todas las veces. |
Ya que ganar es algo tan importante, una persona inteligente se preocupará
de que su cónyuge e hijos ganen a menudo.
Hace algún tiempo, una joven madre de cuatro niños fue
a verme por recomendación del obispo. Se había separado
de su esposo hacía dos meses. Al hablar acerca de las razones
que tuvo para dejarlo pude notar que lo quería mucho y que
él le era fiel; pero esperaba que ella fuera perfecta en cada
aspecto de sus relaciones. No le toleraba ninguna equivocación,
y nunca le había dado la razón al discutir acerca de
algo. Si se daba el caso de que ella tuviera razón, él
se aseguraba de no dársela, llegando a la violencia física,
si era necesario, para dominarla.
Tuve una conversación con el esposo, quien habló por
dos horas diciendo lo mucho que la quería, y confesó
haberle pegado. Sabía que había obrado mal, pero estaba
arrepentido; tenía la seguridad de que no lo volvería
a hacer y deseaba tener la oportunidad de poner en orden su vida. |
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Parecía sincero pero no fue lo suficiente. Yo sentía
que todavía necesitaba ir más allá en su cometido
de edificar este importante principio de las relaciones eternas; también
hablamos de la importancia de reconocer que a veces que otros tienen
la razón. El admitió el hecho de que siempre tenía
que salirse con la suya, y que se impacientaba con su esposa cuando
ella hacía algo diferente de lo que él deseaba.
Traté de ayudarlo a comprender que no siempre tenía
que tener la razón en todos los asuntos, y que en lugar de
tratar de demostrar que la tenía, era necesario que invitara
a su esposa a compartir sus ideas con él, de modo que ambos
pudieran llegar a un mutuo acuerdo. De esa manera, ambos tendrían
razón. Le dije que ella necesitaba tener la libertad de tomar
sus propias decisiones, sin temer al ridículo o crítica
constantes. El estuvo de acuerdo con intentarlo.
Estoy seguro de que no fue fácil para él, ya que la
costumbre de años no podía cambiarse de un día
para otro; pero, gradualmente, ambos lo lograron. |
Este
principio es también de gran importancia y ayuda a que los
adolescentes y los padres mantengan una buena relación entre
sí.
Hay ciertas reglas que no deben quebrarse y otras que no deben arriesgarse;
pero hay también algunas cosas que realmente no tienen importancia.
He llegado a convencerme de que se puede dar la razón a los
niños cuando sus decisiones o puntos de vista no tienen consecuencias
eternas. Esto es de suma importancia para crear un ambiente de amor,
unidad y mutuo entendimiento, lo cual permite que el Espíritu
del Señor reine en nuestro hogar. Por ejemplo, cuando mis hijos
mayores eran adolescentes, estaba de moda el conjunto musical llamado
Los Beatles, y ellos deseaban seguit la corriente popular. A mí,
por ejemplo, nunca me gustó seguir los caprichos de la moda
y probablemente nunca me gustará, pero decidí dejarlos
que se dieran el gusto; por supuesto, con modestia.
¿Por qué? Porque sabía que como padre estaba
logrando todo lo que quería en aspectos que eran realmente
importantes. Podría decirse que mis hijos eran “buenos
muchachos”; asistían al seminario de la mañana,
iban regularmente a las reuniones de la Iglesia, pagaban sus diezmos,
tenían una actuación aceptable en los hombres jóvenes,
obtenían promedios por encima de lo normal en sus estudios,
servían como maestros orientadores, eran fieles en sus asignaciones
del sacerdocio, y cumplían con las tareas que les asignaban
en el hogar. |
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Cada persona
debe resistir la tentación de estar
constantemente señalando pequeñas cosas que
le molestan
pero que se pueden pasar por alto. |
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De
acuerdo con mi opinión, lo único negativo de lo cual
querían participar eran algunas tendencias de la época.
Pero comparándolo con todo lo bueno que hacían, al menos
en forma satisfactoria, esto era en mi opinión algo realmente
insignificante.
¿Los corrompió acaso el dejarse llevar por las inclinaciones
de la moda? No. Porque al mismo tiempo, estaban haciendo todas las
cosas que es importante hacer. Mis dos hijos mayores sirvieron como
misioneros y aún hoy, varios años después de
su regreso, parecen misioneros.
Es posible que algunos padres se pregunten por qué yo accedí
a que mis hijos actuaran en ciertos aspectos de acuerdo con la moda,
y en esa época sé que ciertamente algunos se lo preguntaron.
Quizás para ellos, ese sea uno de los aspectos en los que no
pueden transigir; pero yo pienso diferente. |
Mi
punto de vista es que los padres deben decidir que es lo que realmente
importa, y acceder a veces a los gustos de sus hijos.
A continuación, voy a enumerar las cosas de las cuales nuestros
hijos menores disfrutan y que en mi opinión no son tan importantes:
Elegir sus propios amigos, tener la libertad de invitarlos a nuestra
casa o a actividades de la Iglesia, quedarse levantados hasta tarde
cuando no tienen que ir a la escuela al día siguiente, decorar
ellos mismos su dormitorio, vestirse de acuerdo con la moda actual
(siempre y cuando sean modestos), escuchar música a un volumen
alto, y hacer a veces cosas tontas. Por supuesto, la vida sería
más fácil para nosotros los padres, si ellos no desearan
hacer todo esto; les pedimos que se mantengan dentro de límites
razonables en todas las actividades para no tener que estar recordándoles
constantemente y diciéndoles que se refrenen. Hemos decidido
no darle más importancia de la que estas cosas tienen, porque
no vale la pena. |
Cada persona debe resistir
la tentación de estar constantemente señalando pequeñas
cosas que le molestan pero que se pueden pasar por alto. ¿Qué
importancia tiene su cónyuge no hace exactamente las cosas
cuándo y cómo usted cree que deben ser hechas? ¡Cálmese!
Diga algo bueno, positivo o halagador.
Muchas personas se sienten ridiculizadas o inferiores y se ofenden
a causa de la actitud de superioridad de su cónyuge que está
constantemente corrigiéndoles, burlándose y quejándose.
En un medio ambiente de aprobación y amor, se estimula el
desarrollo personal.
El tener la razón es importante para cada individuo. De modo
que permitid que vuestro cónyuge y vuestros hijos tengan
la razón también alguna vez. El amor, la unidad y
la armonía que vienen como resultado de esto, harán
que con el tiempo todos vosotros tengáis razón.
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Artículo publicado en la Liahona
de noviembre de 1980, págs. 11-13 |
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Estilo SUD, 20 de
febrero de 2010 |
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