Educación sexual
Nuestra responsabilidad como padres
Por Karina Michalek de Salvioli
“…poned toda diligencia en añadir a vuestra fe virtud; y a la virtud, conocimiento” (2 Pedro1:5)
Mi hijo entró enojado a casa y antes de poder preguntarle cómo le había ido en la escuela empezó a hablar con palabras atropelladas: “Una chica de mi curso está embarazada, tiene 16 años ¿sabe lo qué es tener un hijo a esta edad? ¿Para qué hace cosas que no puede manejar? Hace tres meses que está de novio, ¡cómo puede decir que está enamorada!”
Dejé que terminara de relatar la noticia del día, y que expresara sus propios sentimientos en cuanto a la situación. Obviamente el tema volvió a salir a la hora de la cena y todos opinaron. Cada uno pudo hablar sin temor a ser ridiculizado y fue una buena oportunidad para contestar preguntas y aclarar algunas cuestiones que conlleva un tema tan delicado.
La educación sexual, que muchos creen que debe ser responsabilidad de la escuela solamente, es en realidad responsabilidad de los padres y en menor medida, también de sus líderes de Hombres y Mujeres Jóvenes al cumplir con sus llamamientos. Si queremos que nuestros hijos sean virtuosos debemos proporcionarles el conocimiento correcto.
En la Iglesia, las clases de los jóvenes son muy claras y sencillas respecto al tema de la moralidad y la castidad.

La idea de que nuestros cuerpos son un templo y que como tal debemos cuidarlo, comienza a crecer en la niñez al asistir a la Primaria:

“El Señor me dio un templo
y en la tierra vivo en él.
En el cielo era espíritu,
pero vine a nacer.
haré brillar mi templo;
seré yo libre así.
Mi cuerpo es el templo
que Dios me dio a mí.”
(Canciones para los niños, pág.73)
Cuando son pequeños, los niños cuidan su cuerpo obedeciendo la Palabra de Sabiduría. Pero al crecer, entienden que es más que eso; que su mente, con ideas, sentimientos y sueños, también debe cuidarse; que lo que piensen o vean los llevará a actuar. Y ellos deberán aprender a seleccionar y cuidar por sí mismos tanto el cuerpo como la mente.
Nuestro Padre Celestial, que también sabía que deberíamos criar a nuestros hijos en estos difíciles últimos días, nos proporcionó algunas herramientas para saber qué hacer y cómo hacerlo.

Asistir a las clases dominicales y a Seminario Diario ayuda a los jóvenes a entender que no están solos enfrentando la presión de los medios de comunicación o de sus amigos, ya que es por medio de las palabras de los Profetas modernos que escucharán las advertencias y recibirán el aliento para mantenerse limpios.

El élder David B. Haight sostuvo: “Todos nuestros jóvenes tienen el derecho al conocimiento que necesitan para hacer frente a las acechanzas del maligno y que pueden guiarlos a un mundo de cautividad y oscuridad.” (Ensign, enero 1974).
Lo que es normal y común para el mundo, no debe serlo para nosotros. Es así que debemos ser claros al transmitir información sobre las pautas que el Señor nos da a fin de protegernos de las nuevas ideas (no tan nuevas porque desde los años ‘70 vemos que se propone lo mismo con diferentes palabras).
Son muchas las voces que se levantan aconsejando los mejores métodos para la enseñanza sexual. Algunos me han sorprendido por lo bizarro de la propuesta, exponiendo a niños de 7 años a material que no pueden comprender a esa edad.
Algunas escuelas buscan películas tipo documentales, creyendo que sólo eso es suficiente. Otras invitan a médicos a participar de charlas en donde el foco está puesto en la prevención de enfermedades, o psicólogos (de los no tan buenos) que alientan o estimulan el desarrollo de nuevas conductas más que el buen uso del albedrío, sin importarles el tema de la responsabilidad y las consecuencias negativas que trae a largo plazo el tener relaciones íntimas con el novio o la chica de turno.
Sin ir más lejos una materia escolar que tienen los jóvenes en Argentina, durante dos años, se llama Salud y Adolescencia ( varía según el lugar) y de lo único que habla es de la prevención y el desarrollo sexual.

La noche de Hogar puede ser el momento en donde introduzcamos el tema de manera general. En las conversaciones que tengamos con cada uno de nuestros hijos podremos hablar de acuerdo a su edad e interés. Nunca pensemos que él o ella están en otra cosa.
Ya desde los 10 años se ven expuestos más brutalmente que antes a escenas en TV, aunque más no sea la propaganda de otros programas o los anuncios de productos que nada tiene que ver con la sexualidad.
Una vez escuché a mi hija y su amiguita, en ese entonces de 4 años de edad, jugar con las muñecas. Mi hija quería casar a la Barbie con un musculoso al que le faltaba un pie (un veterano de las mandíbulas de la perra). La amiguita contestó: ‘Mejor que se vayan a vivir juntos y cuando aparezca uno más lindo y con el pie, que lo deje y se case con ese.‘
No dejé pasar mucho tiempo para aclarar que las personas deben casarse en el templo para siempre y no irse a vivir juntos simplemente.

El profeta Spencer W. Kimball fue quien más claramente habló del tema. En una oportunidad escribió: “El besuqueo y las caricias íntimas equivalen a un adulterio mental” (A Style of our own, folleto 1951). Si él se animó a decirlo tan abiertamente, nosotros como padres ¡no podemos quedarnos atrás!
Más allá de gastar nuestras energías en exponer los problemas que trae el desobedecer la Ley de Castidad, enfocarnos en lo positivo que trae el ser obediente a esa ley será un mejor aliciente.

Las relaciones íntimas son algo lindo y bueno, que no sólo sirven para traer hijos al mundo, sino que fortalecen la unión matrimonial.
El plan de nuestro Padre Celestial incluyó la atracción física, para que pudiéramos conseguir pareja, para que esa atracción nos llevara a tener hijos y que el deseo fuera una demostración más de amor dentro del matrimonio.
El gobernar nuestros impulsos íntimos nos permitirá ser dueños de nosotros mismos.
El mantenernos puros hasta el momento de nuestro casamiento habla del respeto que sentimos hacia el sexo opuesto y del amor que sentimos por nosotros mismos.
Las consecuencias positivas de ser obedientes son el poder gozar de actividades con amigos de nuestra edad, el vivir cada etapa en su contexto adecuado, la posibilidad de cumplir nuestros sueños a la edad correcta.
Así como una buena decisión me permite tomar otras buenas decisiones, es probable que al decidir equivocadamente, nuestra mente se nuble y demos lugar a soluciones también equivocadas. La palabra aborto aparece siempre frente a un embarazo no deseado. Ocultar la situación como si no pasase nada, atrasará el asumir las consecuencias. El irse a vivir juntos con el novio, no conduce al matrimonio celestial. El tener un bebé y dejárselo a la madre para que lo cuide mientras vamos a un baile en la capilla, no nos hará más responsables de la situación. Si pensamos que hacer el tratamiento con fe, será suficiente para no desarrollar alguna enfermedad no deseada, nos estaremos alejando del sincero proceso del arrepentimiento.
Hablar en un lenguaje llano, utilizando las palabras adecuadas para representar los órganos femeninos y masculinos, las enfermedades, los impulsos íntimos, cada vez que se presente la oportunidad asegurándonos de que hayan entendido, nos ayudará más adelante, cuando vengan de la escuela o de la iglesia y nos comenten ‘la gran noticia’ de su amiga o amigo.
Las charlas informales en la cocina, sin ponernos a dar cátedra , brindarán la confianza suficiente para hablar de cualquier tema, en realidad.
Sin alimentar el desprecio o la crítica a quien ha cometido un error, debemos estar atentos siempre para enseñar las bendiciones que trae el vivir el evangelio.También debemos dejar en claro que hay un camino de retorno para quien se ha equivocado y que si ellos cometen un error también podrán recurrir a sus padres en busca de ayuda y guía. Comprender a quien se ha equivocado (sin justificarlo), no dejarlo de lado, y ver lo difícil que es asumir una consecuencia no deseada por mantener relaciones íntimas fuera del matrimonio, puede ser el mejor antídoto para que nuestros hijos centren su mente en lo que verdaderamente importa, para que comprendan que dominarse a sí mismos es tener la mitad de la batalla ganada.
Como padres debemos estár preparados para enseñar, pero también para demostrar amor si nuestros hijos toman decisiones equivocadas. Todos podemos cometer errores y , así como el Señor nos invita a seguirlo, como padres no debemos dejar ninguna puerta cerrada. Nuestros hijos deben confiar en que seremos sus mejores ayudas en el proceso del arrepentimiento.
“Quisiera compartir con ustedes uno de mis pasajes predilectos de [Camelot]: “No debemos permitir que nuestras pasiones destruyan nuestros sueños”. Esta misma súplica quisiera dejar con ustedes hoy: No permitan que sus pasiones destruyan sus sueños. Rechacen las tentaciones.” (Presidente Monson, Conferencia General, abril 2005)


Tus Comentarios...
 
 
Estilo SUD, 08 mayo 2010
 
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