Mi papá es un héroe
Por Karina Michalek de Salvioli
Cuando pensamos en padres heroicos, creemos que un solo hecho de valor o un abnegado trabajo de superación son los necesarios para convertir a un hombre común en un gran padre. Pero la realidad es que cualquier hombre común puede convertirse en un gran padre sin tener que realizar ningún hecho heroico, como escalar el Aconcagua, ni realizar una casa en el árbol que resista los más temibles vientos de la llanura.
“Todo lo que el Padre hace, esto también lo hace el Hijo de igual manera” (Juan 5:19)
Jesucristo siempre sostuvo que las cosas que El aprendió y las que hacía las había visto de su Padre. El buen ejemplo sería entonces un acto heroico, teniendo en cuenta las cosas que pasan en la actualidad.
Ser un ejemplo en palabras, sabiendo utilizar aquellas que edifican y promueven el desarrollo de virtudes y la superación de defectos o debilidades.
Ser en ejemplo en hechos que demuestren la honestidad, la bondad o la humildad.
Ser ejemplo en obras que ayuden a comprender la alegría que trae el servicio a los demás.
“Porque el Padre ama al Hijo y le muestra todas las cosas que él hace” (Juan 5:10)
La expresión escuchada al comienzo de la vida del amor que siente un padre al ver a su bebé tan hermoso, puede desvanecerse con la rutina cotidiana, o con los dolores de cabeza que llegan en diferentes dosis a lo largo de la vida de un niño convirtiéndose en adolescente que quiere ser adulto.
Demostrar amor es decirlo y representarlo con (otra vez) el buen ejemplo. Un ejemplo que no sólo damos en las ocasiones en que estamos de buen humor. Es hacer la Noche de Hogar, aún cuando estemos muertos de cansancio o preocupados por el presupuesto que no alcanza. Es ir a las actividades de los hijos en la capilla a pesar de tener que preparar un discurso para el día siguiente.
Es acompañar el estudio de las escrituras de Seminario, aunque más no sea repasando lo aprendido ese día a la hora de la cena. Es lavar los platos con mamá mientras hablan de las cosas del día. Es besar a los hijos cada noche, aunque sean grandes y le digan “dale pa’ ya estamos dormidos”. Es tratar a todos con amor, sin importar que el día de trabajo haya sido agobiante. Es seguir cumpliendo con las responsabilidades de padre aunque papá viva en otra casa o haya formado otra familia.
Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo.” (Juan 5:17)
¡Esa sería la mejor frase que puede escuchar un padre de sus hijos! Cuántas veces pensamos que deberíamos hacer más por nuestros hijos al respecto. Planeamos durante las vacaciones trabajos que ellos puedan realizar a cambio de una remuneración y hasta somos capaces de darle plata al vecino para que contrate a nuestro hijo y este pinte las rejas de su casa (claro que ya practicó con las rejas de nuestra propia casa y las de los abuelos).
Así, un día vemos a nuestros hijos, que en momento de necesidad, trabajan de igual manera que su padre.
Tal vez nunca practicaron, pero el ejemplo fue lo suficientemente fuerte para entender sobre la responsabilidad de ser buenos trabajadores, de atender siempre las necesidades de su familia, de colaborar en cada asignación o llamamiento con el mismo entusiasmo del comienzo. Muchas de mis ‘obsesiones’ en mi trabajo realmente vienen de ver a mi padre realizar su trabajo profesional con cuidado y respeto. Mi manía de ser puntual es el resultado de escuchar sus palabras y verlo. Nunca llegábamos tarde con él. Aunque debo confesar que la mitad de mis útiles escolares quedaba en casa.
Si me conocierais, también a mi Padre conoceríais;” (Juan 14:7)
Una vecina se quedó sorprendida al ver a mi hijo de 6 años, en ese entonces, abrir la puerta del edificio y hacerla pasar primero. Cuando ésta le preguntó quién se lo había enseñado él contestó: “Nadie. Mi papá lo hace siempre.”
Hay una frase en particular que es especial para los padres: ‘Tu hijo se parece cada día más a vos’.
Así los descubrimos dando un discurso y viendo cómo tienen los mismos gestos que su papá. Tratando a las personas de la misma manera que su padre lo hace en casa. Se paran o caminan igual que ellos, y sus opiniones son bastante parecidas (aunque renieguen de sus conceptos antiguos o pasados de moda).
“Así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre” (Juan 10:15)
Un buen padre conoce a sus hijos de tal manera, que no necesita preguntar para saber cómo están. Disimula preguntándoselo a su esposa. Al verlos mal sabrá de sus miedos y sus alegrías. Aprenderá a conversar con cada hijo, teniendo en cuenta sus particularidades.
Un padre que está atento a los problemas que vienen con las diferentes edades, puede ayudar mejor aunque más no sea contando las propias vivencias de la infancia, o elaborando juntos soluciones y una nueva perspectiva.
¡Así habrá hijos que sabrán cuándo es oportuno pedir algo para el cumpleaños! Y seguro serán hijos atentos a las necesidades de su padre en el futuro.
“Yo y el Padre uno somos.” (Juan 10:30)
La historia familiar se convierte entonces en un acontecimiento vivo al entender que en el corazón de un padre permanecen los hijos para siempre.
Las promesas hechas en los templos, el amor que dura por toda la eternidad no se pierden en medio de los golpes de la vida, ni con los problemas de trabajo o las distancias cuando los hijos forman sus propias familias. Tener las mismas metas de felicidad no será entonces algo tan lejano.
Aunque la condición de padre nunca se pierde, sí se puede romper la unidad cuando el egoísmo aleja a las personas de sus compromisos con Dios, o cuando el mal trato lastima el corazón.
Sin embargo muchos hombres adoptan la posibilidad de convertirse en padres ejemplares, cuando con amor y valentía deciden afrontar la aventura más gratificante de la vida.
El desafío de amar a otro como a uno mismo transformará a un hombre común en el mejor papá del mundo. Y quien sabe, tal vez las palabras del Salvador bien podrían ser las de un hijo cualquiera hablando con sus propios hijos:
“Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.” (Juan 15:9-10)
Lo cual colocaría a cualquier padre en el lugar de héroe.
 
Estilo SUD, 19 de junio de 2010
 
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