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A
través de los años
por Reed H. Bradford
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“Y
Jesús crecía en sabiduría y estatura, y
en gracia para con Dios y los hombres.” (Lucas 2:52)
“Y no recibió de la plenitud al principio, sino
que continuó de gracia en gracia hasta que recibió
la plenitud” (DyC 93:13) |
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Una característica
de muchos de nosotros es esperar que otras personas actúen
con madurez. Cuando no satisfacen nuestras esperanzas, a menudo
nos irritamos. Muchas veces esta irritación se manifiesta
en una ira incontrolada. Algunos padres, por ejemplo, aplican dolor
físico y psicológico sobre sus hijos. En muchos casos,
los primeros no están pensando primeramente en el bienestar
de la criatura; están tratando de deshacerse de la impaciencia
y frustración que sienten al estar emparentados con una persona
inmadura.
Si los padres
reflexionan concienzudamente sobre esta situación, reconocerían
que el madurar requiere tiempo. Una persona no está físicamente
madura sino hasta los 20 o 25 años de edad. No le podemos
decir a un niño de cinco años: “Vamos, quiero
que seas físicamente maduro,” y que repentinamente
se transforme en un adulto. Sucede exactamente lo mismo con otras
clases de madurez: intelectual, social, emocional y espiritual.
El individuo tiene que pasar por un proceso de desarrollo en cada
uno de estos aspectos. Consideremos los siguientes casos sobre un
progreso extraordinario:
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1.-
El patito feo |
Hans
Christian Andersen escribió un cuento sobre una pata que estaba
empollando sus huevos. Después de muchos días los huevos
se fueron abriendo uno por uno, todos excepto uno que tardó
más tiempo. Por fin el huevo se quebró y salió
el pequeño patito “largo y feo”.
“‘Qué espectáculo es ese patito. Es
imposible aguantarlo’ --y un pato voló inmediatamente
hacia donde él se encontraba y lo picó en el pescuezo...
Pobre patito...” |
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Todos
los otros patos y gallinas lo picoteaban, empujaban y se burlaban
de él.
Esto es lo que sucedió el primer día, y las cosas empeoraron
cada vez más. El pobre patito era atormentado por todos ellos;
aun sus propios hermanos y hermanas lo trataban mal y le decían:
“Si siquiera el gato te pusiera las manos encima, ¡animal
ridículo!” Y la madre misma deseaba que él
estuviera lejos. Los patos lo picaban, las gallinas lo picoteaban
y la sirvienta que tenía que darles de comer le daba puntapiés.”
Llegado a ese punto, un día huyó saltando la cerca,
y haciendo que los pajaritos atemorizados se echaran a volar. “Es
porque soy tan feo,” pensó el patito cerrando los
ojos pero siguiendo su camino.
Más tarde llegó a la gran laguna donde vivían
los patos silvestres y pasó allí toda la noche, totalmente
exahusto y desalentado.
Ni siquiera los patos silvestres lo aceptaban del todo. Uno de ellos
le dijo sencillamente que era un tonto. |
Finalmente
se decidió a ir por el mundo solo; aquí paso muchas
grandes experiencias. El invierno llegó y sufrió fríos;
fue una época espantosa, pero finalmente llegó la primavera.
Un día, sintiéndose impulsado, probó sus alas.
Casi antes de que se diera cuenta, se encontraba en un gran jardín...
¡Todo era hermoso y se sentía la frescura de la primavera!
Repentinamente, de la fronda aparecieron tres hermosos cisnes blancos...
El patito reconoció a las espléndidas criaturas y se
sintió envuelto en un extraño sentimiento de melancolía.
“Volaré hacia donde están los pájaros reales.”
Pensó que quizás éstos lo matarían, pero
se dijo a sí mismo: “Es preferible que ellos me maten
a soportar que los patos me piquen, que las gallinas me picoteen,
que la joven me dé puntapiés, y sufrir penas en el invierno.”
Voló hacia su encuentro; cuando los otros lo vieron, se acercaron
a él, que temblaba de miedo y agachaba la cabeza. |
Pero,
¿qué es lo que vio reflejado en el agua cristalina?
Era su propia imagen, pero ya no era esa ave grisácea y tonta,
fea y poca atractiva... no, ¡era un cisne!
Se sintió sumamente feliz de haber pasado por tantas tribulaciones
y necesidades; ello lo ayudó a apreciar toda la felicidad y
belleza que estaban allí para darle la bienvenida. Y los tres
maravillosos cisnes nadaron a su alrededor acariciándolo con
sus picos. |
2.-
Madurez espiritual de Alma |
“Ahora bien, los hijos de Mosíah se hallaban entre los
incrédulos; y también se contaba entre ellos uno de
los hijos de Alma, llamado Alma, igual que su padre; no obstante se
convirtió en un hombre muy malvado e idólatra. Y era
un hombre de muchas palabras, y lisonjeó mucho al pueblo; por
lo que indujo a muchos de los del pueblo a que imitaran sus iniquidades.
“Y llegó a ser un gran estorbo para la prosperidad de
la Iglesia de Dios, granjeándose el corazón del pueblo,
causando mucha disensión entre la gente, dando oportunidad
para que el enemigo de Dios ejerciera su poder sobre ellos.”
(Mosíah 27:8,9) |
Pero
un cambio se llevó a cabo en la vida de Alma. Un ángel
del Señor se le apareció y le dijo:
“A menos que tú, por ti mismo, quieras ser destruido,
no trates más de destruir la Iglesia de Dios.” (Alma
36:9)
Como resultado de esa experiencia, adquirió un nuevo discernimiento;
él escribió:
“Pero me martirizaba un tormento eterno, porque mi alma
estaba atribulada en sumo grado, y atormentada por todos mis pecados.
“Sí, me acordaba de todos mis pecados e iniquidades,
por causa de los cuales yo era atormentado con las penas del infierno;
sí, veía que me había rebelado contra mi Dios
y que no había guardado sus santos mandamientos.
“ ¡Oh, si fuera desterrado --pensaba yo-- y aniquilado
en cuerpo y alma, a fin de no ser llevado para comparecer ante la
presencia de mi Dios para ser juzgado por mis obras!” (Alma
36:12-13,15)
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Un ángel
visita a Alma hijo y a los hijos de Mosíah |
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Pero Alma le
hizo una promesa al Señor y cambió su comportamiento. |
“Y ¡Oh qué gozo, y qué luz tan maravillosa
fue la que vi! Sí, mi alma se llenó de un gozo tan profundo
como lo había sido mi dolor.
“Sí, y desde ese día, aun hasta ahora, he trabajado
sin cesar para traer almas al arrepentimiento; para traerlas a probar
el sumo gozo que yo probé; para que también nazcan de
Dios y sean llenas del Espíritu Santo.
“Sí, y he aquí... el Señor me concede un
gozo extremadamente grande en el fruto de mis obras.” (Alma
36:20,24-25) |
3.-
El cambio de Bill Sands |
“La niñez
de Bill Sands, hijo de un padre alcohólico, políticamente
prominente y una madre sádica y de sociedad, fue desesperadamente
infeliz. Siendo rechazado y rebelándose en su adolescencia,
se volvió un criminal terminando por estar prisionero en San
Quintín. Allí conoció a dos hombres que cambiaron
su vida: el famoso reformador penal Clinton T. Duffy y su compañero
de celda, Caryl Chessman.
Tiempo más tarde, Sands fue bien conocido por su participación
en la prevención del crimen y la rehabilitación de los
convictos y ex convictos. Su relato es uno de los más inspirativos
en los anales de la literatura personal”. 1 |
Una
visión clara |
Debemos
tener una “visión clara” en nuestras relaciones
con otras personas. Debemos estar capacitados para ver en ellos los
potenciales divinos de sus almas. Con esta “visión clara”
en mente, nuestra relación con otros puede ser de ayuda significativa.
Las siguientes ideas nos ayudarán a establecer relaciones: |
1.-
Practicar comprensión. Esto significa tratar de ver
la situación desde el punto de vista o circunstancia de la
otra persona. Nuestro hijo menor se llama Randy y tiene siete años.
A menudo me digo a mí mismo: “Reed, ¿cómo
era el mundo para tu cuando tenías siete años? Esto
me ayuda a tener una mayor comprensión hacia Randy. |
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2.- Evitar
la línea sensible. Cuando cruzamos la “línea
sensible” en una relación, o en otras palabras, cuando
herimos injustamente los sentimientos de otra persona, nos es más
difícil comunicarnos con ella y ayudarla. Por otra parte, si
tratamos constantemente de fortalecer nuestras relaciones con otros
expresando nuestra preocupación por ellos, creamos un ambiente
más productivo que da lugar a un verdadero progreso por parte
del que da como del que recibe. |
3.- Tener
paciencia. Esto no significa permanecer ocioso esperando
sólo que el progreso se lleve a cabo. |
En
vez de ello, necesitamos una paciencia creadora mediante la cual podamos
ayudar a otro a entender el significado de los principios divinos:
la importancia del Señor en su vida, el poder de “nacer
nuevamente” y el gozo de progresar intelectual, social, emocional
y espiritualmente. |
1 Del prefacio escrito
por el San Francisco Chronicle en My Shadow Ran Fast (Mi sombra
huyó veloz) por Bill Sands; Englewod Cliffs, N.J., 1966 |
Publicado en
Liahona de mayo de1969
Reed H. Bradford ha sido un reconocido profesor de sociología
en BYU, Falleció en 1994 a los 82 años |
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Estilo SUD, 10 de
octubre de 2009 |
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