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Bebed
de la Fuente
Por el élder Bruce R. Mc.Conkie
(1915 - 1985) |
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Tomo
el texto de las palabras del Señor Jesús: “Venid
a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo
os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended
de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis
descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera
mi carga”. (Mateo 11:28-30).
Quiero hacer hincapié en tres frases: Primero, “Venid
a mí”; segundo, “aprended
de mí”; y tercero, “hallaréis
descanso para vuestras almas”. |
Nos gustaría que todos los Santos
de los Últimos Días leyerais todos los libros canónicos,
que meditarais en vuestros corazones las verdades eternas que allí
se encuentran y que os pusierais de rodillas y le pidierais orientación
al Señor, con toda sinceridad y teniendo fe, para que las entendáis
y comprendáis.
Instamos a cada uno de vosotros para que las leáis, y no simplemente
que leáis las palabras sino que meditéis y oréis
acerca de lo que estáis leyendo a fin de que nazca en vosotros
el deseo de vivir en rectitud, que es el fruto del estudio de la palabra
pura y perfecta de Dios.
Deseamos que la Iglesia empiece a beber de la fuente el mensaje puro
y perfecto que el Señor ha dado por boca de sus profetas, el
mensaje que se encuentra en los libros canónicos de la Iglesia. |
Desde
mi punto de vista, me parece formidable que estudiemos los cuatro
Evangelios, ya que en éstos se encuentra la historia de la
vida del Señor. Es ahí, más que en ningún
otro lugar, donde podemos cumplir con la instrucción, “aprended
de mí”. Son la fuente a donde nos dirigimos para llegar
a amar al Señor, y aquellos que aman al Señor lo manifiestan
viviendo de acuerdo con sus mandamientos; y aquellos que obedecen
sus mandamientos son los que pueden obtener vida eterna en su reino.
Nuestro deseo en esta vida es tener paz y gozo y heredar la vida eterna
en el mundo venidero. Estas son las dos bendiciones más grandiosas
que a la gente le es posible heredar. Podemos obtenerlas leyendo y
aprendiendo las palabras de vida eterna, aquí y ahora, y obedeciendo
los mandamientos que nos preparan para la gloria inmortal en el mundo
venidero. |
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Ahora,
permitidme hablar de estos maravillosos libros que conocemos como
los cuatro Evangelios. Estos
contienen tesoros escondidos y desconocidos. |
Todavía
no hemos captado la visión de lo que podemos extraer de ellos.
¿Os sorprendería si os dijera que en los cuatro Evangelios
hay más conocimiento, más verdad que se ha revelado
concerniente a la naturaleza y a la clase de persona que es Dios,
nuestro Padre, que en el resto de los libros canónicos? Todo
lo que necesitamos hacer es aprender la manera de adquirir ese conocimiento.
Necesitamos dirección y el Espíritu del Señor
para que nos dirija a medida que estudiamos.
Vosotros recordaréis que Felipe se encontró con un eunuco
de la Corte de Candace. El eunuco leía las profecías
mesiánicas en el libro de Isaías. Felipe le preguntó:
“¿Entiendes lo que lees? El dijo: ¿Y cómo
podré, si alguno no me enseña?”. (Hechos
8:26-31). |
Necesitamos
que alguien nos enseñe la manera de estudiar los libros canónicos
de la Iglesia, y después, si seguimos las sencillas fórmulas
que se proveen, tendremos una nueva visión de entendimiento
doctrinal, y nacerán en nuestro corazón nuevos deseos
de vivir rectamente.
Consideremos los Evangelios. Estos son la historia de la vida del
Señor; los evangelios hablan de Él. Él es el
Hijo de Dios. En Cristo, Dios estaba mostrando al mundo la naturaleza
y la clase de Ser que es. Es vida eterna conocer al Padre y al Hijo
y poder llegar a ser como ellos son. Conocemos al Padre por medio
de llegar a entender al Hijo. El Hijo es el revelador de Dios. Nadie
viene al Padre, sino por el Hijo o por su palabra. Deseamos conocer
al Padre y al Hijo, y su historia principal se encuentra en los evangelios.
¿Os sorprendería si os dijera que hay más conocimiento
y doctrina acerca del sacrificio expiatorio del Señor Jesús
en los cuatro Evangelios que en ninguna otra parte de las escrituras?
Todo lo que necesitamos es la llave para abrir ese conocimiento. Podemos
llegar a saber con absoluta certeza la forma en que Él proclama
que es el Hijo de Dios.
Por ejemplo, está el relato en que sana a uno que era ciego
de nacimiento. Lo hace sin que se le pida y lo hace con el propósito
de reunir a una congregación. Por todo Jerusalén se
da a conocer este incidente. La muchedumbre se congrega para ver qué
es lo que Él está haciendo. Después, a la congregación,
les enseña: “Yo soy el buen pastor”, o en otras
palabras, “Yo soy el Señor, Jehová”.
En su sermón
declara: “Yo y el Padre uno somos”. Predica un grandioso
sermón para declarar que es el Hijo de Dios, sus palabras son
verificadas porque abrió los ojos del hombre que había
nacido ciego (Juan 9-10).
La misma cosa se ilustra cuando levanta a Lázaro de los muertos.
Jesús viene y predica un sermón en el cual dice: |
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“Yo
soy la resurrección y la vida; el que cree en mí,
aunque esté muerto, vivirá”. En otras palabras,
dice, “La inmortalidad viene por mí; la vida eterna
es por mí y por medio de mí. Yo soy el Hijo de Dios
y hago que estas cosas sean posibles”. Y para que no
haya ninguna duda acerca de su doctrina, les manda que quiten la
piedra de la puerta de la tumba, y dice: “¡Lázaro,
ven afuera!” Y el cuerpo que ya había empezado
a descomponerse se levanta y sale. Él levantar a Lázaro
de entre los muertos es otro testigo, para todo el mundo y por todas
las eternidades, de que el Hombre que lo hizo es en realidad la
resurrección y la vida; que la inmortalidad y vida eterna
viene por Él; que Él es el Hijo del Dios Viviente
(Juan 11).
Veamos otro ejemplo: Después de su resurrección, Jesús
camina por el camino de Emaús y conversa con dos de sus discípulos.
Se da a conocer cuando parte el pan. Poco después se aparece
en el aposento alto a diez de los Apóstoles (Tomás
no se encontraba presente) --cabe mencionar que era una congregación
de los santos, en los cuales, sin lugar a dudas, se encontraban
hermanas fieles de esos días--, y a todo el grupo, no sólo
a los diez, les pregunta: “¿Tenéis aquí
algo de comer?” Entonces le dan parte de un pez asado
y un panal de miel. Él lo toma y come delante de ellos. Palpan
las marcas en sus manos y en sus pies y le meten la mano en el costado.
Qué gran ocasión para la enseñanza. Ese pequeño
episodio que sucedió en el camino a Emaús y culminó
en el aposento alto es la ilustración más grandiosa,
de todas las revelaciones jamás dadas, en cuanto a la clase
de persona que es un ser resucitado y la manera en que nosotros,
que fuimos creados a su imagen, podemos llegar a ser si somos fieles
en todas las cosas (Lucas 24). |
Os
estoy sugiriendo que todos tenemos una oportunidad maravillosa de
llegar a amar al Señor y de obtener el deseo de obedecer sus
mandamientos, y como resultado, ser herederos de paz en esta vida
y la vida eterna en el mundo venidero. No es sólo leer, es
leer, meditar y orar para que el Espíritu del Todopoderoso
sea partícipe en el estudio y nos dé entendimiento. |
Hace
algunos años decidí realizar un estudio profundo de
los cuatro Evangelios como se encuentran en el Nuevo Testamento. Cuando
terminé, utilizando las palabras de Juan como texto “Pero
éstas se han escrito para que creáis que Jesús
es el Cristo el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis
vida en su nombre” (Juan 20:31), escribí lo siguiente:
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"Y
así terminan los evangelios: ‘Esos sagrados escritos
que hablan del nacimiento, ministerio, misión, sacrificio expiatorio,
resurrección y ascensión del Hijo de Dios. |
Esos registros revelados que enseñan con poder y convicción
las verdades eternas en las cuales los hombres deben creer para obtener
la salvación en el reino de Dios.
Esos relatos verídicos de la vida de Cristo que llevan al hombre
a amar al Señor y obedecer sus mandamientos.
Esos sagrados y solemnes testimonios que abren la puerta para recibir
la paz en esta vida y la vida eterna en el mundo venidero.
Esos sagrados escritos, en estos relatos del evangelio, en estos testimonios
de la vida de nuestro Señor.
Vemos a Jesús, el Todopoderoso, el Creador de todas las cosas
desde el principio- recibir un tabernáculo de barro en el seno
de María.
Nos paramos cerca del infante en el pesebre y escuchamos voces celestiales
proclamando su nacimiento. Lo observamos enseñando en el templo
y confundiendo a los hombres sabios cuando sólo tenía
doce años de edad.
Lo vemos en el río Jordán sumergirse bajo las manos
de Juan, mientras que los cielos se abren y el personaje del Espíritu
Santo desciende como paloma; y escuchamos la voz del Padre hablar
con palabras de aprobación.
Vamos con Él hasta el desierto a un lugar apartado donde el
diablo lo tienta, lo trata de engañar y busca la manera de
extraviarlo de las sendas de Dios.
Nos maravillan y sorprenden sus milagros; habla y los ciegos ven;
toca y los sordos oyen; manda y los cojos caminan, los paralíticos
se levantan de sus camas, los leprosos son limpiados y los espíritus
malignos abandonan los lugares de los cuales se han apropiado.
Nos regocijamos ante el milagro de ver almas enfermas de pecado recuperarse,
de discípulos que dejan todo lo que tienen para seguirlo, de
santos que vuelven a nacer.
Nos maravillamos cuando los elementos obedecen su voz: camina sobre
el agua; las tormentas cesan; convierte las aguas en vino; con unos
cuantos pescados y un poco de pan alimenta a miles.
En Betania nos sentamos con el Señor de vida, como hombre,
en la intimidad del círculo familiar; lloramos con Él
en la tumba de Lázaro; ayunamos y oramos a su lado cuando se
comunica con su Padre; comemos, dormimos y caminamos con Él
por las sendas y en las aldeas de Palestina; lo vemos hambriento,
sediento, cansado, y nos maravillamos de que un Dios deseara pasar
por tales experiencias terrenales.
Bebemos profundamente de sus enseñanzas; escuchamos parábolas
que jamás hombre alguno profirió; aprendemos lo que
significa escuchar a uno con toda autoridad anunciar la doctrina de
su Padre.
Lo vemos:
Lleno de pesar: llorando por sus amigos, lamentándose por la
destrucción inminente de Jerusalén.
Compasivo: perdonando los pecados, cuidando a su madre, sanando a
los hombres física y espiritualmente.
Enojado: limpiando la casa de su Padre, mostrando indignación
justa por la profanación de la misma.
Triunfante: al entrar en Jerusalén en medio de los gritos de
hosanna al Hijo de David, transfigurado ante sus discípulos
en el monte, parado en toda la gloria de la resurrección en
una montaña de Galilea.
Nos reclinamos con Él en un aposento alto, separados del mundo
y escuchamos algunos de los sermones más grandiosos de todos
los tiempos, mientras que participamos de los emblemas de su cuerpo
y su sangre.
Oramos con Él en Getsemaní y temblamos bajo el peso
de la carga que Él lleva a medida que grandes gotas de sangre
salen de cada uno de sus poros; bajamos la cabeza avergonzados cuando
Judas le da el beso de la traición.
Estamos a su lado ante Anas y Caifas; vamos con Él ante Pilato
y Herodes y otra vez ante Pilato; participamos del dolor, sentimos
los insultos, temblamos ante la burla y sentimos repugnancia por la
terrible injusticia e histerismo que lo lanzan hacia la cruz.
Sentimos el pesar de su madre y otros en el Gólgota cuando
los soldados romanos le traspasan con clavos sus manos y sus pies;
temblamos cuando la espada le hiere el costado, y le acompañamos
en el momento en que voluntariamente da su vida.
Estamos en el jardín cuando el ángel quita la piedra,
cuando sale revestido de inmortalidad; caminamos con Él en
el camino de Emaús; nos hincamos en el aposento alto y sentimos
las marcas de los clavos en sus manos y en sus pies y metemos la mano
en el costado, y con Tomás exclamamos: ¡Señor
mío, y Dios mío!.
Caminamos hacia Betanía y allí, mientras ángeles
ministran, presenciamos su ascensión para estar con su Padre,
y nuestro gozo es completo porque hemos visto a Dios con el hombre.
Vemos a Dios en Él: porque sabemos que Dios era en Cristo,
manifestándose al mundo a fin de que todos los hombres conocieran
esos Seres Celestiales, el conocimiento de los cuales es la vida eterna”.
Y, ahora, ¿Qué más podemos decir acerca de Cristo?
¿De quién es Hijo?
¿Qué obras fueron las que realizó?
¿Quiénes pueden testificar hoy día de esas cosas?.
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Y
ahora, que quede escrito nuevamente --y es el testimonio de todos
los Profetas de todos los tiempos-- que Él es el Hijo de Dios,
el Unigénito del Padre, el Mesías prometido, el Señor
Dios de Israel, nuestro Redentor y Salvador; que vino al mundo para
dar a conocer al Padre, para revelar nuevamente el evangelio, para
ser nuestro gran Ejemplo, para llevar a cabo la expiación eterna
e infinita; y que pronto vendrá otra vez para reinar personalmente
sobre la tierra y para salvar y redimir a todos aquellos que lo aman
y lo sirven.
Que también quede escrito, tanto en la tierra como en los cielos,
que yo también sé de la verdad de estas cosas de las
cuales han testificado los Profetas. Porque estas cosas me han sido
reveladas por el Espíritu Santo, y por lo tanto testifico que
Jesús es el Señor de todo, el Hijo de Dios, por cuyo
nombre se lógrala salvación'”. |
Ahora,
lo maravilloso acerca del sistema de la religión revelada que
Dios nos ha dado en estos días es, primeramente, que es verdad;
segundo, que cada hombre, mujer y niño en la Iglesia puede
llegar a tener el conocimiento absoluto, nacido del Espíritu,
la convicción firme y segura de que Jesús es el Señor,
de que la salvación está en Cristo, y que si vamos a
Él y aprendemos de Él y obedecemos sus mandamientos,
tendremos paz, gozo y felicidad en esta vida y seremos herederos de
la vida eterna en el mundo venidero.
Instamos a todos en la Iglesia a beber de la fuente; a estudiar los
libros canónicos de la Iglesia; a leer, meditar y orar; a pedirle
a Dios comprensión; a obtener el poder del Espíritu
Santo en sus vidas para que cada persona sepa independientemente de
otra, acerca de la verdad y la divinidad de estas cosas, porque allí
se deriva el gozo y la satisfacción y la paz que ofrece el
evangelio.
Dios permita que así sea. Esta obra es verdadera y es del Señor.
Su mano está en ella; Él ha decretado el éxito.
Continuará progresando, y vosotros y yo, en esta vida y en
la venidera, heredaremos estas gloriosas bendiciones si hacemos ahora
aquellas cosas que estoy seguro todos sabemos en nuestro corazón
que debemos hacer. |
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Mensaje publicado en Ensign abril de
1975, pág. 70 |
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Estilo SUD, 12 de
junio de 2010 |
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