Buscad conocimiento tanto por el estudio como por la fe

La vida buena está inspirada en el amor, es sostenida por la fe y guiada por el conocimiento. Tengamos la sabiduría de buscarla tanto por el estudio como por la fe.

Por Lowell L. Bennion (1908-1996)

El intrépido Elias fue al monte Carmelo desde donde le proclamó al antiguo Israel: “¿Hasta cuándo claudicaréis vosotros entre dos opiniones? Si Jehová es Dios, seguidle; y si Baal, seguidle a él. Y el pueblo no respondió palabra.” (1 Reyes 18: 21)
La razón está clara, ya que Elias le había ofrecido al pueblo las únicas alternativas posibles: o servir a Baal o al Dios viviente. Para Israel moderno la elección es marcadamente diferente: hemos heredado todo el vicio y la virtud, la ignorancia y la sabiduría de las edades. La vida nunca fue tan rica y prometedora, llena de maravilla, y al mismo tiempo infinitamente compleja, incierta y cambiante.

El joven Santo de los Últimos Días, alimentado en la fe de sus padres y que se ve cara a cara con la explosión de conocimiento y los valores cambiantes de una era secular, tiene la verdadera tarea de edificar una adecuada filosofía personal de la vida. ¿Dónde puede encontrar su contenido?

Dos grandes legados han sido las raíces principales que han alimentado la vida y el pensamiento de la civilización occidental: la fe judío-cristiana y el razonamiento de los griegos. De los profetas hebreos y Jesús y Pablo, hemos adquirido la fe en un Dios personal y viviente, un Revelador de la verdad, que demanda justicia y misericordia en las relaciones humanas.
La mayoría de nuestras instituciones más preciadas—el gobierno por la ley, la democracia, el valor de la persona, la compasión por el débil, la igualdad de acceso a los bienes y derechos—las hemos recibido de los profetas.

A diferencia de los profetas hebreos, los filósofos griegos no eran devotos en su fe religiosa; sino que más bien estuvieron entre los primeros que descubrieron la gran capacidad que el hombre posee para pensar y crear. Produjeron una literatura, escultura y arquitectura jamás superadas, y asimismo fueron capaces de examinarse a sí mismos y al universo con discernimiento intelectual y objetividad. También fundaron los cimientos de la filosofía y la ciencia moderna.

Por tanto, de los judíos y cristianos hemos obtenido “un deseo de creer” y “hambre y sed de justicia”, y de los griegos en particular, una actitud mental interrogante, dudosa y crítica. William James se refirió a la gente religiosa como de mente tierna y a los filósofos y científicos como de mente dura.
Se exhorta al joven Santo de los Últimos Días a que tenga ambas… hazaña que no es fácil de lograr.

En la restauración existe una extraordinaria unión de la fe y la razón. Uno esperaba que el evangelio restaurado reviviera la fe en un Dios viviente, su Hijo Jesús, y la dignidad del hombre como hijo de Dios, y que revisara y subrayara el énfasis bíblico y profético de la justicia. Y así fue. Pero algo se agrega, algo que tiene que ver con la idea griega del razonamiento.

El evangelio restaurado no iba a ponerse al alcance del hombre en un estado terminado y completo, como un paquete de frutas congeladas de un congelador; sino que sería como agua fresca proveniente de un arroyo al pie de la montaña. La religión, aun como arte y ciencia, debía ser una revelación de Dios creciente y continua en respuesta a la búsqueda y necesidad del hombre.

José Smith también aprendió que no todo el conocimiento provendría de las escrituras y profetas, “…los hombres deben estar anhelosamente consagrados a una causa buena, y hacer muchas cosas de su propia voluntad… porque el poder está en ellos, y en esto vienen a ser sus propios agentes…” (DyC 58:27-28)
El primer edificio religioso de los Santos de los Últimos Días fue un templo de conocimiento, así como una casa de adoración, donde los hombres iban a buscar conocimiento por el estudio, así como por la fe y sabiduría de los mejores libros. El curso de estudios incluía astronomía, geología, historia, ciencias políticas, eventos actuales, idiomas así como teología. (DyC 88)

Las revelaciones modernas dieron lugar a una manera de pensar estimulante. Los grandes proverbios han hecho que muchos jóvenes mormones estudien en su país y en el extranjero: “La gloria de Dios es la inteligencia.” “Es imposible que el hombre se salve en la ignorancia.” “A todos los reinos se ha dado una ley.” “Hay una ley, irrevocablemente decretada”.
Los escritores mormones —Brigham Young, B. H. Roberts, James E. Talmage y John A. Widtsoe— han recalcado el carácter racional del evangelio restaurado, como se ilustra en una obra del Dr. Widtsoe: A Rational Theology. (Una teología racional.)

Esta combinación de fe y razón en el evangelio restaurado, tan compatible con nuestros intereses y necesidades, es también una fuente de conflicto en la Iglesia. Habiéndoles inculcado su fe que busquen conocimiento, los jóvenes descubren que su aventura en la vida universitaria algunas veces debilita los cimientos de su fe judío-cristiana-Santo de los Últimos Días. El Colegio Ricks, la Universidad de Brigham Young, institutos de religión y seminarios han sido establecidos para ayudar a los estudiantes a retener su fe mientras se dedican a los estudios seculares.
Pero a pesar de todo esto, depende de cada individuo encontrar su camino y efectuar una unión compatible entre los mundos de la fe y la razón. No es de asombrarse que los estudiantes tengan dificultad en armonizar su fe con los procesos racionales del pensamiento secular.

El lenguaje, espíritu y énfasis de cada uno es diferente; quizá parecerán mundos separados. Algunos Santos de los Últimos Días abandonan su religión en favor de su recién adquirido interés intelectual; otros huyen del conocimiento por temor de perder su fe de gran valor.

Sin embargo, otros aprenden a vivir con una apreciación genuina por la fe y la razón. Algunos conflictos son benéficos si conducen a una búsqueda verdadera y una prueba de nuestra fe.
El Santo de los Últimos Días que ha llegado a conocer la esencia y el espíritu del evangelio restaurado no tiene otra alternativa que incluir ambas, la fe y la razón, en su vida.

Nuestra religión nos inculca un profundo respeto por el corazón creyente y la mente indagadora. El precario predicamento del hombre como una criatura temporal y contingente que gira impotentemente en el espacio, demanda ya sea fe o desconfianza; y su amor por la vida queda mejor cumplido mediante la fe. Más aún, el no hacer uso completo de aquello que es más característico de nuestra naturaleza—la mente—es negar nuestra propia naturaleza como seres humanos e hijos de Dios.

La vida es suficientemente grande para responder y acomodar todo lo que podemos sentir y saber a través de la mente y el corazón. Finalizaremos nuestras reflexiones sugiriendo algunas maneras mediante las cuales esto puede lograrse.

1.- Debéis respetar las diferencias entre la fe y la razón y no esperar que nos proporcionen puntos de vista idénticos sobre la vida.

Empleando la analogía del matrimonio, una pareja comete un gran error si espera que un hombre y una mujer sientan, piensen y actúen de la misma manera. Ambos son humanos, pero marcadamente diferentes en perspectiva y papel, y deberían complementarse el uno al otro en vez de demandar las mismas cosas.

Por un lado, así sucede con la filosofía y la ciencia, y por el otro con la religión. Esto se aclarará mejor por medio de ilustraciones. La geología es el estudio de la tierra; un estudio comprensivo, exacto, metódico y experimental de las relaciones causa-efecto en cuanto a la formación e historia de la tierra. Miles de libros y artículos científicos han contado esta historia en gran detalle, el cómo de la creación constante.

La religión también está interesada en la tierra, pero desde una perspectiva muy diferente. Las escrituras nos ofrecen muy pocos detalles acerca de la creación; por ejemplo, no nos dicen nada acerca de las causas o efectos de la erosión. El énfasis que se encuentra en Génesis acerca de la creación es para declarar que “en el principio creó Dios los cielos y la tierra…,” que Dios dijo, “descúbrase lo seco. . ,” y que dijo, “Hagamos al hombre a nuestra semejanza… (Gen. 1).

En el capítulo 1 del Libro de Moisés se encuentra el extenso aspecto de las creaciones infinitas y continuas del Padre y el Hijo: “mundos sin número”—no en el lenguaje de la astronomía, física, química o geología— para inspirar fe en el divino propósito de la creación, para “llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre”.

Las referencias de las escrituras sobre la naturaleza son siempre para propósitos religiosos: para glorificar al Creador e infundir reverencia y confianza hacia El y su ley. Leed los capítulos ocho y veintitrés de Salmos, los capítulos 38 al 41 de Job, o la Sección 88 de Doctrinas y Convenios, y sentiréis este énfasis y propósito religioso. La ciencia describe la naturaleza en un lenguaje objetivo e impersonal; la religión usa un vocabulario más poético, idealista, lleno de valor para inspirarnos a creer en Dios, honrar su nombre y encontrar el significado de la vida.

Naturalmente, hay una cierta unión entre la ciencia y la religión. La Palabra de Sabiduría, por ejemplo, contiene hechos descriptivos, como “el tabaco no es para el cuerpo…” Pero ésta fue dada como una simple y directa declaración del Señor, no escrita en lenguaje científico ni verificada por experimentos científicos controlados. El carácter entero de la revelación es religioso.

Casi todas las escrituras las hemos recibido a través de hombres que vivieron en una era pre-científica, que hablaban el idioma de la fe y la moralidad, y no aquel preciso y descriptivo del libro de texto.
Las escrituras nos hablan acerca de nuestra relación con Dios y Cristo y de nuestras responsabilidades morales hacia nuestros semejantes; tratan de la fe, moralidad y hermandad. Haríamos una gran injusticia si de Génesis tratáramos de derivar la geología y zoología, la astronomía de Salmos, física de Doctrinas y Convenios o fisiología del Libro de Jonás.

La religión no es anti-científica, anti-filosófica ni irracional; es supra-empírica o supra-racional. Nos lleva más allá del conocimiento científico, buscando darle significado a la vida entera al definir el propósito y lugar del hombre. Es de ayuda para éste estar en su hogar en la tierra y en el universo, ya que desde un punto de vista puramente científico, podrá sentirse como un biólogo dijo: “como una porción infinitesimal de la nada parada en el borde de la eternidad.”

2.- La ciencia y la religión le aconsejan al hombre caminar en humildad.

En ambos campos, lo desconocido excede a lo conocido, porque la perspectiva del hombre está limitada sólo a la tierra. Sir Isaac Newton, uno de los grandes genios de la ciencia moderna, dijo: “No sé lo que pareceré ante el mundo, pero para mí parezco haber sido sólo un niño jugando en la playa, divirtiéndome tratando de encontrar una piedrita más lisa o un caracol más bonito que los de costumbre, mientras que el gran océano de verdad permanecía ante mí sin descubrir.” (Brewster, Memoirs of Newton, Vol. 2, capítulo 27)

Todo científico, merecedor de este título, sabe que sus conclusiones son sólo pruebas que serán superadas por otros puntos de vista que cambiarán el significado de su manera particular de pensar. El estudia la ciencia porque es fructífera, porque le permite afrontar en cierta manera la vida que posee.

La religión convida al mismo espíritu de humildad. El Señor le respondió a Job con estas palabras: “¿Quién es ése que oscurece el consejo con palabras sin sabiduría?” (Job 38:2) Y el rey Benjamín declaró lo obvio cuando dijo: “. . . creed que el hombre no comprende todas las cosas que el Señor puede.” (Mosíah 4:9)

Isaías dijo: “Porque mis pensamientos no son vuestro pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos.” (Isaías 55:8-9)

Con razón Pablo concluyó: “Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido.” (1 Cor. 13:12)

A pesar de que recibimos el evangelio mediante la revelación del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, se nos tiene que dar “en su debilidad (de los hombres), según su idioma, para que entendiesen.” (DyC 1:24) El hombre ve como hombre, no como Dios.

Por tanto, es conveniente que seamos modestos así como intrépidos, y que tengamos una mente abierta y escudriñadora, porque por toda la eternidad podremos aprender de nuestro Hacedor.

3.- Dejad lugar para cambios y progreso en vuestros puntos de vista de la ciencia y la religión.

Ya hemos comentado sobre la naturaleza tentativa de los descubrimientos de la ciencia y cuan poco se sabe de lo que se tiene que saber. Lo mismo se aplica para la religión.

El evangelio contiene principios eternos, pero sólo Dios conoce su completo significado. Ninguno de nosotros puede comprender la completa naturaleza de Dios, la libertad, el amor, arrepentimiento o cualquier otro principio. Por esto es la gran necesidad de mantener mentes abiertas en ambos asuntos, la fe y la razón. La idea que actualmente tengo acerca de la honestidad es mucho más amplia que la que tenía cuando era niño y pensaba que sólo comprendía la mentira y el robo. Y ojalá que esto suceda con todos los principios.

Todavía estoy tratando de entender el amor y cómo expresarlo hacia mis amigos y “enemigos”, cómo aplicar este principio en los negocios, derechos civiles y las relaciones internacionales.
Fue Goethe que dijo en su inmortal Fausto: “Lo que recibas de la herencia de tu padre, gánala de nuevo para realmente poseerla”.

Toda generación de Santos de los Últimos Días, así como cada individuo, debe aprender el evangelio por sí mismo, en su tiempo, en sus circunstancias. Deberá arraigarse, crecer como un árbol, brotar, florecer y dar fruto.

4.- Sed leales a la fe y a la razón, a las tradiciones hebreas y griegas.

El Evangelio de Jesucristo —la fe y moralidad de los profetas y el Salvador— ha probado su valor en nuestras vidas. El Salmo veintitrés nos brinda esperanza y consuelo contra las tragedias de la existencia humana. La fe, el arrepentimiento, hermanamiento en Cristo mediante el bautismo y las Bienaventuranzas nos proveen un mapa de la vida que ha probado ser verdadero, bueno y hermoso.

La ciencia también ha probado ser de valor en nuestras vidas. Nos ha permitido enfrentarnos con las leyes y fuerzas de la naturaleza, eliminando así en gran parte el miedo, la superstición y enfermedad, y salvando y prolongando la vida. Nos ha provisto un método y un espíritu de aprender, los cuales han abierto extensos aspectos de la vida en una manera fascinante.

Siendo que la fe y el estudio han probado ser tan fructíferos, ¿por qué hemos de renunciar a uno o a otro? ¿Por qué no suspendemos el juicio en áreas de conflicto? ¿Por qué hacemos uso de la fe y la razón en la religión y en nuestro trabajo académico al andar en busca de la verdad?

La vida buena está inspirada en el amor, es sostenida por la fe y guiada por el conocimiento. Tengamos la sabiduría de buscarla tanto por el estudio como por la fe.

Publicado en la Liahona de julio de 1969

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