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El
Banco de Ideas
por el élder Sterling W. Sill
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Probablemente
uno de los negocios más importantes del mundo es el negocio
bancario. En el banco es donde conservamos seguras las cosas para
nuestro uso futuro. Aunque naturalmente se piensa en el dinero al
tratarse de bancos, sin embargo, en muchas ocasiones y en distintas
maneras se ha sugerido que toda persona procure tener un banco de
ideas.
Una de las razones porque existen bancos en donde podemos guardar
nuestro dinero, es para evitar que se nos vaya de entre las manos
y se pierda. Es precisamente la misma razón por la que debe
haber un banco de ideas. Nuestros bolsillos no son un lugar muy adecuado
para guardar las cosas de valor, ni tampoco es nuestra cabeza un depósito
muy propio para guardar ideas.
En primer lugar, nunca se tuvo por objeto que el cerebro fuese un
depósito; es un taller. El cerebro no es apto como banco de
ideas, porque está lleno de goteras. Las ideas dentro del cerebro
son como el agua en un barril que se resuma. Si no lo creemos, tratemos
de contener numerosas ideas en el cerebro por algún tiempo,
y veamos qué sucede.
Una de nuestras dificultades estriba en que el olvido es un procedimiento
inconsciente. El acto de aprender es consciente, pero el de olvidar
es inconsciente. Es parecido a lo que sucede en el momento de nacer.
Nunca sabemos que hemos nacido sino hasta algún tiempo después
de que aconteció. La misma cosa pasa con el olvido. No estamos
conscientes de los pensamientos que se nos están escapando
y, por tanto, no tomamos las precauciones necesarias para evitar la
pérdida. En muchas personas las ideas viejas se están
perdiendo con mucho mayor rapidez que la adquisición de las
nuevas. Desde luego, podemos ver en qué parará esto.
Las Escrituras sugieren que tengamos un “libro de memorias”
para ayudarnos a recordar las cosas importantes. Cuando el Señor
visitó a Juan el Teólogo en la Isla de Patmos, le indicó
la importancia de preservar las ideas, pues le mandó: “Escribe
las cosas que has visto, y las que son, y las que han de ser después
de éstas.” Si escribimos una idea, podemos conservarla
para siempre en la flor de su juventud y significado impresionante.
¡Que tragedia tan grande habría resultado si Juan hubiese
querido retener el Libro de Apocalipsis en su cabeza, en lugar de
escribirlo!
Cuando el Señor concedió a José Smith y Sidney
Rigdon la gran revelación contenida en la sección 76
de Doctrinas y Convenio, les repitió hasta cuatro veces que
escribieran las cosa que habían visto y oído. En el
versículo 28 leemos lo siguiente: “Y mientras nos
hallábamos aún en el espíritu, el Señor
nos mandó que escribiésemos la visión.”
Se hizo la misma amonestación, en sustancia, en los
versículos 49, 80 y 113. Y en cada ocasión el Señor
dijo que debía escribirse “mientras estaban aún
en el espíritu.” |
El
Señor tenía buenas razón para ello. Las palabras
rápidamente se borran de la memoria; las impresiones se desvanecen;
las ideas pierden su significado y su facultad para impresionar con
el transcurso del tiempo. La manera de evitar la perdida de nuestro
dinero es ir pronto y depositarlo en el banco mientras lo tenemos
todavía. Una manera buena de conservar las ideas es escribirlas
mientras están frescas en nuestra memoria y nosotros mismos
estamos “aún en el espíritu”.
Los grandes hombres siempre han sabido depositar y almacenar sus ideas.
Los cuadernos de Hawthorne nos revelan que jamás permitió
que un pensamiento o circunstancia se escapara de su pluma. Robert
Louis Stevenson siempre llevaba dos libros consigo: uno para leer
y el otro para escribir. Se dice que durante una entrevista importante,
Goethe repentinamente se disculpó y se retiró a un cuarto
contiguo donde escribió un pensamiento para su obras Fausto,
temiendo que se le fuera olvidar antes que terminara la entrevista.
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Una manera
buena de conservar
las ideas es escribirlas mientras están frescas en
nuestra memoria y nosotros mismos estamos
“aún en el espíritu” |
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Poco después
que Alma fue nombrado Juez Superior del pueblo, recurrió al
Señor para preguntarle qué debía hacer concerniente
a ciertos asuntos. Habiéndose recibido las instrucciones, leemos
lo siguiente: “Y aconteció que cuando Alma hubo oído
estas palabras, las escribió para conservarlas.”
(Mosíah 26:33)
Alma sabía que no iba a poder fiarse de su memoria, aún
tratándose de la palabra del Señor, de modo que las
escribió a fin de preservarlas, no solo para si mismo sino
también para nosotros.
El Señor le mandó al hermano de Jared que escribiera
las cosas que había visto (Éter 4:1). Cuando el Señor
visitó este continente después de su resurrección,
dijo: “Os mando que escribáis estas palabras.”
(3 Nefi 16:4)
Esta repetición pone de relieve el hecho de que las ideas son
a la vez deleznables y de valor incalculable. De hecho, una de las
diferencias más importantes entre la gente consiste en el número
y naturaleza de sus ideas. |
La
diferencia en Saulo de Tarso antes y después de su conversión
se debió a la forma en que sus ideas habían cambiado.
Tomás Edison se distinguió de otras personas por motivo
de la naturaleza y valor de sus ideas.
Hay algunas ideas que pueden ser de valor particular para nosotros.
Pueden hallarse en prosa, en verso o en canciones; mas si buscamos
las que son adecuadas y verdaderamente las inculcamos en nuestro sistema,
nos inspirarán, instruirán y fascinarán. Así
como hay determinadas clases de alimentos que nos vigorizan y edifican,
en igual manera existe en todos una simpatía natural y
susceptibilidad en lo que respecta a las ideas. Hay cierta música
que posee gran fuerza para despertar el entusiasmo de algunas personas
y ponen en movimientos sus deseos de vencer. |
Algunas
ideas surten el mismo efecto. Pueden ser ideas propias, o pueden pertenecer
a otras personas. Algunas veces nuestras propias ideas se ajustan
un poco mejor a nuestra propia maquinaría mental y emocional,
que las ideas de otros; sin embargo, aun nuestras propias ideas merman
espontáneamente si no las depositamos en un lugar seguro.
Las cosa que estimulan las ideas, como los poemas, trozos de filosofía
o palabras selectas tienen la habilidad para incitarnos y desarrollar
nuestro entusiasmo y nuestra fe. Conviene aprender de memoria no solo
las palabras de las ideas, sino también el espíritu.
Esto nos ayudará a llevar nuestra obra al máximo grado.
Pero, además, hemos de procurar estar seguros de conservar
estas preciosas
joyas del pensamiento en el banco para retenerlas permanentemente.
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Hay
expresiones particulares de otras personas que nos sirven para un
propósito especial. Debemos posesionarnos de estas ideas que
tienen afinidad particular con nuestros pensamientos y ponerlas en
el banco donde las podemos adaptar y encauzar para que hagan nuestra
obra.
El hecho de que una idea pudo haber pertenecido originalmente a otra
persona no disminuye su valor para nosotros. No componemos nuestra
propia música o pintamos nuestras propias pinturas, y, sin
embargo, unas y otras desempeñan un papel constructivo en nuestras
vidas. Las Escrituras son las palabras de otras personas y, sin embargo,
nosotros las empleamos para nuestra propia edificación. |
Emerson
dice que después de aquel que primeramente expresa una gran
verdad, debe darse crédito al que la cita o repite. También
pudo haber dicho que aquel vive de acuerdo con una gran verdad sobrepuja
aun al que primeramente la expresó.
Procuremos, pues, alguna clase de archivo para ideas y dediquémonos
con empeño a establecer un banco para ideas. El deposito bien
puede componerse de alguna carpeta, o sencillamente un cuaderno en
el cual podemos escribir y pegar o depositar en alguna otra forma
nuestras ideas, a fin de formar una colección permanente. De
lo contrario la viveza y la fuerza de una impresión mental
se opaca con el tiempo. La velocidad con que desaparece no es uniforme.
Determinada sección de un pensamiento puede desaparecer completamente
de vista en un instante.
La velocidad con que las otras van mermando es más gradual.
Como quiera que sea, nuestras vidas quedan más pobres como
consecuencia de esa pérdida. “Un buen archivo y una mala
memoria constituyen una combinación más útil
para el que dirige, que una buena memoria y un archivo malo”.
Por tanto, una de las primeras inversiones que debe hacer todo el
que aspira a dirigir, es un par de tijeras y un frasco de pegamento.
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Algunas
veces las ideas vienen
en un rasgo de inspiración; y en otras ocasiones
posan por un momento en nuestras mentes, y entonces, como
el pájaro que momentáneamente se detiene en
el árbol, emprende el vuelo. |
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Una persona podrá
tener mucho conocimiento y fracasar a pesar de ello, porque es mala
su memoria. Por lo general, la gente puede adquirir el equivalente
de muchos años de colegio durante su vida, y a la vez nunca
tener a su disposición más que la educación más
limitada. Frecuentemente llegamos a determinada altura en la época
temprana de la vida, más allá de la cual es poco lo
que nos elevamos, porque el funcionamiento que nos hace olvidar se
torna más activo que el que nos permite aprender.
Las palabras y pensamientos no son para usarse solamente una vez,
sino muchas. No se nos ocurriría escuchar una pieza emocionante
de música sólo una vez y entonces tirarla, ni compraríamos
una pintura hermosa para verla una vez únicamente y entonces
descartarla.
Al contrario, procuraríamos tenerla donde nos pudiera inspirar
muchas veces. Así también las ideas grandes pueden servirnos
una y otra vez para instruir e inspirar nuestras mentes.
Un gran hombre me dijo que cuando él quiere tener un poco de
inspiración, siempre se refiere a estas ideas selectas, algunas
de las cuales él mismo ha escrito. Son para él como
sus propios hijos o sus amigos de confianza. |
Las
personas que llamamos amigos tienen más fuerzas para inspirarnos
y deleitarnos. Sin embargo, hay ideas que también son particularmente
amistosas para nosotros en lo personal.
Decimos que es una tragedia grande perder un amigo y, sin embargo,
se pierden grandes fortunas todos los días en ideas buenas
y útiles, sencillamente porque no tenemos un sistema bancario
ni hemos formado el hábito de hacer depósitos regularmente.
Con frecuencia las ideas ganan un porcentaje mayor de crédito
que el dinero en el banco. Pero es preciso que primero las captemos,
conozcamos y sepamos dominar. Para eso se requiere habilidad.
Algunas veces las ideas vienen en un rasgo de inspiración;
y en otras ocasiones posan por un momento en nuestras mentes, y entonces,
como el pájaro que momentáneamente se detiene en el
árbol, emprende el vuelo. Algunas veces las ideas vienen como
una serie de pensamientos. En otras ocasiones vienen en grupos, como
una familia. Luego hay casos en que constituyen una falange que
se abre camino por la fuerza, desalojando de nuestros pensamientos
todo lo demás. Hay veces en que nuestros pensamientos son de
optimismo, de valor y devoción, capaces de cambiar nuestra
vida. |
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Si
perdemos una idea buena, hemos perdido
parte de nosotros mismos. |
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Cierta
clase de ideas que nacen en la mente despiertan las emociones y vivifican
toda la personalidad. Los pensamientos son mensajeros de la ambición
y la habilidad. Pueden rejuvenecernos y ponernos de pie una vez más
con nuevos conceptos de la vida.
Convendría escribir estos pensamientos “mientras estamos
aún en el espíritu”, porque de las ideas viene
la sustancia que constituye la vida y la habilidad para dirigir. Si
perdemos una idea buena, hemos perdido parte de nosotros mismos. Cuando
agregamos las ideas convenientes, hemos aumentado el volumen de nuestra
vida. Debemos convertirla en propiedad permanente a fin de tener
dominio sobre ella.
Vamos a suponer que se nos invita a una gran conferencia, un banquete
de ideas, que va a durar una semana. ¡Que experiencia tan rica
para nosotros! Supongamos que durante ese periodo de cinco días
se presentan cincuenta ideas verdaderamente buenas. Sin embargo, el
único lugar en que podemos depositar estas ideas es en nuestra
propia cabeza. |
Antes
que la conferencia termine, el cincuenta por ciento de estas posesiones
de tanto valor habrá desaparecido de nuestra memoria. En seis
meses el ochenta por ciento de estas se habrá deslizado por
entre los dedos de nuestra mente.
En dos años más, se habrá perdido el noventa
y nueve por ciento. Si no eran de valor, ¿para qué perder
tiempo en adquirirlas? Si son de valor ¿por qué no dar
los pasos para retenerlas? Un sabio filosofo dijo: “si llegas
a oír una afirmación sabia o una frase adecuada, escríbela”,
De este modo formará una asociación con las otras ideas
que existen ya en nuestra mente, y establecerán esa unidad
que proporciona la fuerza. Se ha dicho que una de las razones porque
las ideas mueren tan rápidamente en algunos cerebros, es porque
no pueden soportar permanecer incomunicadas. Las “citas citables”
no son de mayor valor que vuestras propias “notas notables”
Otro escritor ha dicho: “Cito a otro para poder expresarme mejor”.
Sin embargo, cuando las ideas se reciben en el cerebro por primera
vez, no es improbable que se sientan inseguras. Todavía no
han sabido como arraigarse. Si las repasamos y recordamos frecuentemente,
con el tiempo se establecerán firmemente.
Causa admiración ver un banco con sus alacenas llenas de dinero.
Más impresionante es ver un banco de ideas con sus alacenas
llenas de inspiración, poder y habilidad. El hecho de ganar
dinero pierde gran parte de su significado si no ahorramos una parte;
y el dinero que se deposita en el banco gana más crédito
que el que se guarda en el bolsillo. No debemos inquietarnos porque
al principio no tenemos mucho que ahorrar. Una vez inculcado en hábito,
las cantidades aumentarán rápidamente.
Es también cierto que las ideas, así como el dinero
en el banco, dentro de poco se acumulan hasta llegar a ser una propiedad
de inmenso valor.
A veces usamos las palabras “impresión” al referirnos
a ciertos pensamientos que acabamos de recibir. La palabra es adecuada;
recibir un pensamiento es como rayar la superficie de la mente. Cuanto
más profunda, tanto más duradera.
Las ideas y los ideales, como todas las demás cosas, son pequeñas
al nacer. Los niños recién nacidos no pueden trabajar
como una persona grande. En igual manera, un pensamiento recién
nacido que acaba de llegar a nuestra mente, requiere que lo nutramos
hasta que madure.
Las civilizaciones de días pasados tenían el gran problema
de la mortandad infantil. Debemos procurar que nuestra habilidad para
dirigir no padezca en un alto grado de esta plaga de mortandad infantil
entre nuestras ideas, ideales y pensamientos. A fin de reducir esta
pérdida, es necesario que la mente adquiera cuantas buenas
ideas le sea posibles y las escriba “mientras estamos aún
en el espíritu”. Entonces realmente nos hallaremos en
el negocio bancario con todos sus beneficios. |
Artículo publicado
en la Liahona de mayo de 1962 |
Estilo SUD, 26 de
diciembre de 2009 |
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