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¡Ese
es el deseo de nuestros corazones!
Por Ronaldo J. Walker
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Ninguna
persona, al ver su vida con lentes de líder, puede dejar
de reconocer la tremenda importancia de fijar metas en todas las
áreas de la vida. Metas de largo y corto alcance y a su vez
desarrollar diferentes sistemas para fijarlas, registrarlas y evaluar.
Sin importa el método, siempre respetan preguntas básicas
como ¿Dónde estoy? ¿Qué quiero lograr?,
¿Cómo y cuándo lo voy a lograr?
Una persona sin metas es una persona a la deriva por la vida.
El élder Joseph B. Wirthlin dijo: “He conocido a grandes
hombres y mujeres que, si bien tienen orígenes, talentos
y perspectivas diferentes, comparten algo en común: se esfuerzan
de manera diligente y continua por lograr sus metas. Es fácil
distraerse y dejar de concentrarse en las cosas más importantes
de la vida… Les insto a que examinen sus vidas; determinen
dónde se hallan y qué precisan hacer para ser la clase
de persona que desean ser. Cultiven metas inspiradoras, nobles y
rectas que estimulen su imaginación y lleven el entusiasmo
a su corazón. Después, manténganlas a la vista;
trabajen constantemente hasta conseguirlas. "Si una persona
avanza con confianza en la dirección de sus sueños”,
escribió Henry David Thoreau, “y se esfuerza por
vivir la vida que ha imaginado, alcanzará el éxito
inesperado en horas comunes”.” (Liahona mayo 2007,
pág. 46)
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Metas
Personales |
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Si
una persona avanza con confianza en la dirección
de sus sueños y se esfuerza por vivir la
vida que ha imaginado, alcanzará el éxito
inesperado en horas comunes |
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Cuando
las metas son personales, el compromiso es absolutamente personal.
Si las cumplimos o no depende de uno. Tienen que ver con nuestro
progreso y refinamiento personal; cosas que deseamos lograr.
Por ejemplo:
Voy a leer el Libro de Mormón 15 minutos o 1 capítulo
todos los días.
Voy a llegar 15 minutos antes a las reuniones de la Iglesia.
No voy a decir malas palabras ni usar lunfardos.
Quiero mantener ordenado mi escritorio |
Metas
en nuestro llamamiento |
En
este caso, las metas están relacionadas con el cumplimiento
de nuestras responsabilidades y asignaciones como líderes.
Al fijarlas debemos tener cuidado que el logro de las mismas no afecte
el albedrío de las personas involucradas en la mayordomía.
Poco tiempo después de ser llamado al Quórum de los
Doce, en una charla que el élder David Bednar dio a los misioneros
regulares en Buenos Aires, explicó que no era correcto fijar
metas relacionadas con cantidad de bautismos, porque los esfuerzos
por lograr las mismas podía llevar a manipular a las personas
afectando su albedrío. Aún cuando ellos enseñaran
correctamente y les hicieran vivir una experiencia espiritual, todavía
las personas conservaban su albedrío para decir “Si”
o “No”. Una negativa a la invitación bautismal
no debería determinar el logro de una meta ni generar un sentimiento
de frustración a pesar de un trabajo bien hecho. Metas correctas
podían estar relacionadas con cantidad de personas contactadas,
cantidad de miembros visitados, calidad de la enseñanza, horas
trabajadas, desarrollo de habilidades misionales, etc. |
Cumplir
este tipo de metas seguramente daría como resultado un aumento
en los bautismos, pero el número no significaría el
logro de la meta. |
Dar
la visión
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Algo
similar sucede en cada uno de nuestros llamamientos o asignaciones.
Si estamos presidiendo una organización en un barrio nuestras
metas deberían estar relacionadas con nuestros esfuerzos por
dar la visión y motivar a las personas a tomar la decisión
de cambiar, de perfeccionarse y acercarse más a Cristo. Si
trabajamos con otras personas en una presidencia o consejo, el enfoque
es el mismo. El enunciado de la meta debe estar relacionado con la
visión que vamos a dar, con la calidad de nuestra enseñanza,
con la dignidad que tendremos para lograr enseñar con poder,
y no con lo que las personas tienen que hacer. No manipular es respetar
el albedrío de las personas. Aún cuando el fin sea bueno
y nos parezca digno, no hay mérito para ellos si la decisión
no es propia. |
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El
enunciado de la meta debe estar relacionado con la visión
que vamos a dar, con la calidad de nuestra enseñanza,
con la dignidad que tendremos para lograr enseñar con
poder, y no con lo que las personas tienen que hacer. |
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El Señor dijo: |
“Porque
he aquí, no conviene que yo mande en todas las cosas; porque
el que es compelido en todo es un siervo perezoso y no sabio; por
tanto, no recibe galardón alguno.
De cierto digo que los hombres deben estar anhelosamente consagrados
a una causa buena, y hacer muchas cosas de su propia voluntad y efectuar
mucha justicia.
Porque el poder está en ellos, y en esto vienen a ser sus propios
agentes. Y en tanto que los hombres hagan lo bueno, de ninguna manera
perderán su recompensa.
Mas el que no hace nada hasta que se le mande, y recibe un mandamiento
con corazón dudoso, y lo cumple desidiosamente, ya es condenado.”
(DyC 58:26-29) |
Más de
una vez fijamos metas en las que su cumplimiento depende de que los
demás cumplan con ciertas cosas, cuando en realidad, lo importante
es identificar lo que se quiere lograr y de allí trabajar intensamente
en determinar qué es lo que Yo voy a hacer para ayudar a que
los otros niveles de liderazgo involucrados decidan hacer lo que deben
hacer para ayudar al individuo a vivir la experiencia espiritual que
hará “el milagro” en su vida. |
Por ejemplo, un presidente de estaca que desea que más familias
se beneficien de tener un poseedor del sacerdocio de Melquisedec activo
en su llamamiento, más que concentrarse en un número
de ordenaciones en el año y hablar y hablar de ese número,
debería concentrarse en alcanzar la altura de líderes
como el Rey Benjamín o Alma, y enseñar a los miembros
del sumo consejo que trabajan con los líderes del sacerdocio
de Melquisedec de los barrios para que estos sean capaces de hacer
lo mismo con los presidentes de quórumes de élderes
y líderes de sumo sacerdotes, y estos a su vez, entusiasmen
a los maestros orientadores para que se eleven espiritualmente. Con
ese propio cambio en sus vidas, motivarán las personas que
visitan con el deseo de comprometerse y elevarse.
¿Cuál podría ser el enunciado de la meta de una
presidencia de estaca sin correr el riesgo que sean los números
quienes nos dirijan? Por ejemplo: “Queremos lograr que cada
maestro orientador ayude a preparar a un futuro élder para
recibir el sacerdocio de Melquisedec durante los próximos seis
meses. Para ello, como presidencia de estaca haremos lo siguiente…”
y entonces enumerar todo lo que ellos harán para ayudar a transmitir
la visión. Estos pasos podrían incluir preparar y motivar
a los miembros del sumo consejo para que ellos a su vez preparen y
motiven a los líderes del sacerdocio de los barrios y estos
a su vez a los maestros orientadores. La calidad espiritual del mensaje
hará que vivan una experiencia espiritual y, elevados, tocados
en su corazón, el Espíritu los motivará a hacer
cambios positivos en sus vidas. El mérito de tomar la decisión
será de ellos y entonces recibirán el galardón
de haber usado correctamente su albedrío y haber hecho cosas
buenas sin ser compelidos. |
Motivar
por el ejemplo personal y como equipo |
Nuestro
servicio debe estar enfocado en motivar a quienes están bajo
nuestro cuidado a estar anhelosamente consagrados a cumplir con el
propósito por el cual vinimos a la tierra, a hacer muchas cosas
buenas de su propia voluntad para que el galardón sea de ellos.
Cuando compelemos a las personas, las convertimos en perezosas, por
más que hagan lo que nosotros deseamos, y lejos de hacerles
un bien, las condenamos porque respondieron a una presión y
la decisión no fue de ellos. Alcanzar un número no siempre
significa éxito en nuestra gestión.
Las personas obtienen las fuerzas para cambiar cuando logramos de
alguna manera hacerles vivir una experiencia espiritual que les mejore
la visión de la eternidad. Entonces se comprometen ellos mismos
a subir un escalón en su nivel espiritual. Saben que cuentan
con nuestra ayuda, y probablemente necesiten de reiterados refuerzos,
pero el logro en definitiva será de ellos.
Esa es la diferencia entre un caudillo y un líder. El caudillo
logra resultados por su propio esfuerzo, su carisma, su capacidad
para convencer y muchas veces compeliendo a las personas. Su interés
está relacionado con su gloria personal, su poder, el crecimiento
de una organización y no con el progreso de las personas.
El líder enseña con palabra y ejemplo, inspira, se preocupa
por el progreso del individuo y respeta su albedrío. Trabaja
permanentemente en perfeccionarse como maestro, en su conocimiento
y en su destreza para la enseñanza; en su dignidad que le permita
una buena comunicación con quien nos dirige.
En Alma encontramos un ejemplo de líder con poder para lograr
cambios en las personas: |
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Lograr
nuestra meta dará como resultado que las personas bajo
nuestro cuidado “batan sus manos de gozo” manifestando
su deseo de hacer cambios positivos |
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“Y
sucedió que después de muchos días, se hallaba
reunido un buen número en el paraje de Mormón, para
oír las palabras de Alma. Sí, todos los que creían
en su palabra se habían reunido para oírlo. Y les enseñó,
y les predicó el arrepentimiento y la redención y la
fe en el Señor.
Y aconteció que les dijo: He aquí las aguas de Mormón
(porque así se llamaban); y ya que deseáis entrar en
el redil de Dios y ser llamados su pueblo, y estáis dispuestos
a llevar las cargas los unos de los otros para que sean ligeras;
sí, y estáis dispuestos a llorar con los que lloran;
sí, y a consolar a los que necesitan de consuelo, y ser testigos
de Dios en todo tiempo, y en todas las cosas y en todo lugar en que
estuvieseis, aun hasta la muerte, para que seáis redimidos
por Dios, y seáis contados con los de la primera resurrección,
para que tengáis vida eterna;
os digo ahora, si éste es el deseo de vuestros corazones, ¿qué
os impide ser bautizados en el nombre del Señor, como testimonio
ante él de que habéis concertado un convenio con él
de que lo serviréis y guardaréis sus mandamientos, para
que él derrame su Espíritu más abundantemente
sobre vosotros?
Y ahora bien, cuando los del pueblo hubieron oído estas palabras,
batieron sus manos de gozo y exclamaron: Ése es el deseo de
nuestros corazones. “ (Mosíah 18:7-11) |
No
hubo compulsión, hubo enseñanza con poder, a tal punto
que al final de ella, fue tal el entusiasmo de las personas que batieron
sus manos manifestando su deseo y alegría por la visión
recibida y estuvieron dispuestos a comprometerse a través del
bautismo. |
La
clave estuvo en enseñar con claridad, con el poder que da el
ejemplo y la dignidad, en hacerles vivir una experiencia espiritual,
y entonces el Espíritu hizo lo suyo en sus corazones.
Seguir su modelo como maestro puede ser una meta para fijarnos como
líderes. Lograrla dará como resultado que las personas
bajo nuestro cuidado “batan sus manos de gozo” manifestando
su deseo de ser élderes, hacer las visitas, ir al templo o
estar activos en la Iglesia. |
Lograr
el objetivo: el toque del Espíritu |
Si
queremos lograr éxito ayudando a las personas, las metas a
fijar individualmente o como equipo en nuestras mayordomías
como líderes, tienen que estar relacionadas con elevarnos nosotros
al nivel de Alma o del Rey Benjamín para lograr resultados
similares en nuestros esfuerzos de influir en las personas. Con tal
excelencia, si alguien que escuchó el mensaje usa su albedrío
y decide rechazarlo, probablemente habrá quedado sin excusa,
pero nosotros habremos hecho nuestra parte.
Si como maestros orientadores o maestras visitantes deseamos lograr
que una familia entre al templo, el enfoque principal debe girar alrededor
de nuestra enseñanza con el “poder y autoridad”
que da el ejemplo y la dignidad, tan alta que sea capaz de despertar
el deseo de comprometerse y hacer los cambios necesarios.
Más que pensar en lo que la familia tiene que hacer, debo pensar
en lo que mi compañero y yo tenemos que hacer para lograr que
el Espíritu toque su corazón y le dé el deseo
de comprometerse y las fuerzas para hacer los cambios necesarios.
Tal vez deba obtener más conocimiento, aumentar mi dignidad,
tener más fe o ser más receptivo a la inspiración.
Quizás el desarrollo de un amor genuino hacia las personas
asignadas sea la clave. Más de una vez el problema radica en
que obramos por rutina, usando métodos que consideramos buenos
y con los que nos sentimos cómodos, sin darnos cuenta que ESA
persona necesita que hagamos algo que nunca nadie ha hecho hasta ahora,
y que el Señor puede revelarnos.
Antes que convertirnos en sus jueces, nuestra actitud debe ser “Padre,
¿qué debo hacer para lograr que el Espíritu toque
su corazón?”, tomando nosotros la responsabilidad de
la calidad de la acción que prepare su corazón para
un compromiso y cambio. |
La
meta como compañerismo debe estar enfocada en lo que nosotros
tenemos que hacer para que sus ojos puedan ver y sus corazones quieran
decidir hacer lo bueno.
Si logramos enseñar con esa calidad los principios, transmitirles
con nuestra experiencia lo que el Evangelio ha hecho en nuestras vidas,
con el poder que una dignidad fortalecida diariamente puede darnos,
todo quedará listo para que el Espíritu haga su parte
y como resultado alguien que amamos seguramente tomará decisiones
correctas y hará cambios.
Si como miembros de un obispado deseamos que los miembros de nuestro
barrio vayan con más frecuencia al templo y que hagan su historia
familiar, primero debemos fijarnos la meta de hacerlo primero como
obispado, para ser ejemplos y hablar con autoridad. También,
de estar muy atentos a todas las experiencias espirituales que se
pueden vivir al hacerlo, de estar receptivos a la inspiración
que podamos recibir, y dispuestos a hacer los cambios que el Espíritu
pueda indicarnos, relacionados con nuestra dignidad.
Buscaremos sentir la emoción que se siente al hacer la obra
por nuestro abuelo fallecido, o de cualquier otro antepasado. |
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Mucho
más importante que nuestras palabras, será el
toque que el Espíritu hará a sus corazones |
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Todo esto para lograr enseñar con poder a aquellos que estén
bajo nuestra responsabilidad, mostrándoles lo que la experiencia
hizo en nosotros y que también hará en ellos. Mucho
más importante que nuestras palabras, será el toque
que el Espíritu hará a sus corazones a medida que intentemos
transmitir nuestro deseo de que ellos vivan lo mismo que nosotros,
que disfruten de las bendiciones recibidas y se beneficien al acercarse
más a Jesucristo.
Si tuviera que enunciar esa meta, tal vez escribiría que “deseamos
que los miembros del barrio se beneficien con la asistencia al templo
y la obra por sus antepasados” y para ello “como obispado
haremos nuestra historia familiar, iremos al templo, viviremos experiencias
espirituales, aumentaremos nuestra dignidad, y les enseñaremos…
¿Qué os impide hacer lo mismo?”. El resultado
seguramente será que muchos miembros “batirán
sus manos de gozo” manifestando su deseo de hacer su historia
familiar y de ir con más frecuencia al templo, y lo harán
por decisión propia. |
Evaluar |
Encontramos
otro excelente ejemplo para seguir como modelo de líder en
el Rey Benjamín. Luego de su poderosa enseñanza a su
pueblo, mandó hacer una evaluación para conocer los
resultados: “Y ahora bien, aconteció que cuando el
rey Benjamín hubo hablado así a su pueblo, mandó
indagar entre ellos, deseando saber si creían las palabras
que les había hablado. |
Y todos clamaron a una voz, diciendo: Sí, creemos todas las
palabras que nos has hablado; y además, sabemos de su certeza
y verdad por el Espíritu del Señor Omnipotente, el cual
ha efectuado un potente cambio en nosotros, o sea, en nuestros corazones,
por lo que ya no tenemos más disposición a obrar mal,
sino a hacer lo bueno continuamente. Y también nosotros mismos,
por medio de la infinita bondad de Dios y las manifestaciones de su
Espíritu, tenemos grandes visiones de aquello que está
por venir; y si fuere necesario, podríamos profetizar de todas
las cosas.
Y es la fe que hemos tenido en las cosas que nuestro rey nos ha hablado
lo que nos ha llevado a este gran conocimiento, por lo que nos regocijamos
con un gozo tan sumamente grande.
Y estamos dispuestos a concertar un convenio con nuestro Dios de hacer
su voluntad y ser obedientes a sus mandamientos en todas las cosas
que él nos mande, todo el resto de nuestros días, para
que no traigamos sobre nosotros un tormento sin fin, como lo ha declarado
el ángel, para que no bebamos del cáliz de la ira de
Dios.” (Mosíah
5:1-5) |
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Nuestra
acción debe ser una ayuda a que el
otro tenga éxito y no hay éxito real si la
decisión no es propia. |
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Volviendo
al ejemplo de la presidencia de estaca, tal como hizo el rey Benjamín,
después de transmitir la visión, la presidencia debería
evaluar cuáles fueron los resultados del mensaje y si sienten
que no se entendió correctamente, volver a transmitirlo.
Es probable que algo no haya sido bien transmitido o que se necesite
otro método, más ejemplos y hasta una enseñanza
práctica. Sería una excelente idea para asegurarnos
que nuestro mensaje fue bien entendido, ir con el miembro del sumo
consejo y juntos transmitir la visión a un líder de
sumo sacerdotes o presidente de quórum de élderes.
Enseñar nosotros y dejar que enseñe él. Si
sentimos que hace falta reforzar algo, hacerlo en la evaluación.
Lo más importante es darle la visión de que él
a su vez debe hacer lo mismo desde su nivel. Después de enseñar
a un líder, ir con él y transmitir juntos la visión
a un maestro orientador, evaluar, volver a enseñar si es
necesario y dar la visión de que debe hacer lo mismo. Así,
el líder puede acompañar a la pareja de maestro orientador
en alguna de sus visitas y enseñar juntos. No con el objetivo
de hacer él el trabajo considerándose mejor maestro
sino de asegurarse que su enseñanza fue bien dada, bien entendida
y aplicada. En definitiva, nuestra acción debe ser una ayuda
a que el otro tenga éxito y no hay éxito real si la
decisión no es propia.
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Conclusión
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El
enfoque no cambia si estamos en una posición de liderazgo
diferente. No importa si somos presidentes o consejeros en una organización,
si somos obispos o presidentes de rama, si somos maestros orientadores
o maestras visitantes, o maestros de una clase, si queremos ayudar
realmente a quienes están dentro de nuestra mayordomía
y queremos ser un instrumento poderosos en las manos del Señor,
la clave siempre está en elevarnos nosotros y desde allí,
enseñar con el ejemplo, con la palabra y con un amor genuino,
invitando a las personas a acercarse a Cristo haciendo cambios positivos
en sus vidas.
Fijar metas
en nuestros llamamientos es de suma importancia, pero más
que estar enfocadas en números, deben centrarse en nosotros
como maestros, y si lo hacemos a conciencia, al evaluar, más
allá de los números, sabremos que fuimos exitosos.
Los grandes líderes que podemos tomar como modelos, no hablaron
de números. Enseñaron principios, inspiraron, fortalecieron,
transmitieron la visión de la eternidad e incentivaron a
tomar decisiones correctas. En eso radica el éxito cuando
decidimos fijarnos metas como líderes: Lograr que por nuestra
enseñanza las personas “batan sus manos de gozo”,
digan “¡Ese es el deseo de nuestros corazones!”
y hagan cambios que los acerquen a Cristo.
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Estilo SUD, 25 de
abril de2009 |
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