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El
Don de Interpretar
Por el élder Sterling W. Sill
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En
una ocasión se preguntó a un hombre muy erudito cuál
de las traducciones de la Biblia le agradaba más. Respondió
que de todas, la que más le satisfacía era la interpretación
de su madre. Esta mujer había interpretado la Biblia mediante
su propia vida. Esta es la interpretación que realmente es
de importancia. Para este hombre de erudición, la Biblia
parecía cobrar más importancia según se manifestaba
en la personalidad, fe y conducta diaria de su madre. Vio aquella
a quien más reverenciaba en esta vida, arrodillada delante
del ser más reverenciado del cielo. La vio vivir de acuerdo
con los preceptos de la Biblia. El espíritu del libro era
el de ella. Era la representante visible del mensaje y actitud de
la santa palabra escrita. Y ese mensaje penetró con inmensa
fuerza en su propio corazón.
Un discípulo fiel del Maestro sabrá interpretar las
ideas de un idioma a otro, pero hay otros que saben interpretar
las palabras de las Escrituras en hechos, y espíritu del
evangelio en sus corazones. Hay algunos directores ilustres que
pueden tomar las verdades eternas y actividades religiosas, y tornarlas
productivas en su vida.
Uno de nuestros problemas más grandes consiste en tomar al
cristianismo de las Escrituras e implantarlo en la gente, particularmente
en nosotros mismos. Debemos tener la habilidad para interpretar
el espíritu y la vida del Maestro en efectuación real,
donde estará alcance de otros. “La única Biblia
que algunas personas leen es la Biblia de nuestras propias vidas.”
¿Qué significado más benéfico puede
darse al término interpretar, que concebirlo como el acto
de trasladar las ideas más importantes de la página
impresa a nuestra conducta diaria? ¿O qué fracaso
mayor puede venir a nosotros que tener un libro o una mente llena
de planes e ideas maravillosos, ninguno de los cuales jamás
se ha manifestado en nuestros asuntos diarios? |
Se
afirma, para vergüenza nuestra, que muchos cristianos son únicamente
“cristianos” bíblicos, con lo que dan a entender
que el cristianismo permanece mayormente en la Biblia y sólo
una parte muy pequeña entra en nosotros.
Algunos se concretan a un cristianismo que es meramente verbal,
pero el cristianismo que se limita a la página impresa o
a una mera expresión oral, no tiene mucho valor práctico.
Por cierto, a menudo es pecado, pues “la mayor blasfemia no
consiste tanto en hablar palabras profanas, como en prestar servicio
únicamente de boca”. Refiriéndose a los que
son como el hijo del señor de la viña que dijo: “Sí,
señor, voy”, y no fue, el Señor declaró:
“De cierto os digo, que los publicanos y las rameras van delante
de vosotros al reino de Dios.” (Mateo 21:30-31)
Uno de nuestros mayores defectos es nuestra incapacidad para dar
una aplicación práctica a las ideas grandes. Hay algunas
personas que pueden escuchar un mensaje inspirador sobre el evangelio
sin sentir mucha emoción. Hay algunos que pueden pisar lugares
santos sin sentir el deseo de quitarse los zapatos. Aun puede haber
algunos que leen la Biblia de cabo a cabo, y luego siguen con sus
asuntos usuales como lo hacían antes, sin ningún cambio
notable en su actitud, conducta o devoción. Hay algunos que
pueden ser sumamente eficientes en su trabajo diario, mas carecen
de la habilidad para desempeñar la obra del Señor
eficazmente.
Sin embargo, hay algunos que, al igual que la madre del hombre instruido,
han desarrollado la habilidad para tomar las ideas e interpretarlas
en actitudes, actividades y santidad. |
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Respondió que de
todas, la que más le satisfacía era la interpretación
de su madre. Esta mujer había interpretado la Biblia
mediante su propia vida |
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Pueden
utilizar la habilidad con que desempeñan el trabajo del mundo
tan eficazmente y darle mayor eficacia aún cuando se trata
de llevar a cabo la obra del Señor.
Aparte de “traducir de una lengua a otra”, los diccionarios
dicen que interpretar es “entender o tomar en buena o mala
parte una acción o palabra; atribuir una acción a
determinado fin; ejecutar”.
Decimos que un artista interpreta bien su papel, es decir, tiene
la habilidad de trasladar lo escrito al hecho.
El mismo concepto podría aplicarse a una idea, pero sucede
que la mayor parte de las ideas mueren por el camino. Raras veces
salen con vida al pasar por el procedimiento de ser trasladadas
o interpretadas en hechos.
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A Oliverio Cowdery le prometió:
“Y he aquí, si lo deseas de mí, te concederé
un don para traducir, igual que mi siervo José.”
(DyC 6:25) |
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Sin
embargo, esta habilidad para hacer que las ideas sobrevivan los
primeros pasos de su metamorfosis, a fin de que lleguen a convertirse
en fe y hechos, es la cosa de valor verdadero.
La religión efectiva consiste en hacer que las ideas y los
sentimientos crucen la frontera de la utilidad y sean de valor en
otras vidas. Esta destreza es también una de las sumamente
importantes características de la habilidad para dirigir.
La obra principal de de un buen director es ver que esta aptitud
para interpretar se desarrolle completamente y se utilice con eficacia.
En varias partes de las Escrituras se usa la frase “el don
de de traducir”. El Señor dijo que José Smith
habría de ser llamado traductor.
A Oliverio Cowdery le prometió: “Y he aquí,
si lo deseas de mí, te concederé un don para traducir,
igual que mi siervo José.” (DyC 6:25)
Por supuesto, el don al que se refiere aquí es traducir de
un idioma a otro. Pero hay otro don de traducir; es el de interpretar
el idioma en sensación y la sensación en acción
y la acción en efectuación. Los buenos directores
más que cualquier otro, deben poseer esta habilidad. El conocimiento,
fe y determinación de los que dirigen puede interpretarse
en gloria eterna para aquellos que son dirigidos. La palabra del
alcanza su mayor utilidad solamente cuando se interpreta en actividad
y santidad efectivas.
Sin embargo, podríamos llamar intérpretes a los hombres
del mundo que se han destacado en varios campos. Jaime Watt interpretó
la idea de una tetera de agua hirviendo en una potentísima
máquina de vapor. Una araña que tejía su tela
fue lo que inspiró a un ingeniero para construir uno de los
puentes colgantes más notables. |
Se
dice que mientras partía el cascarón del huevo cocido
que iba a comer como desayuno, le vino a Brigham Young la idea que
interpretó en el techo ovalado del Tabernáculo de
Salt Lake City, que se sostiene sin necesidad de pilares.
Los inventores, escritores, pensadores y directores más destacados
son aquellos que pueden adaptar las mejores ideas del mayor número
de fuentes, y hacerlas fructificar en su propio trabajo. El que
intenta fundar su éxito en sus propias ideas originales,
tiene enfrente un obstáculo insuperable. Hallamos una ilustración
de esta idea en la conversación que sostuvieron el inventor
Thomas A. Edison y el gobernador del estado de Carolina del Norte.
El gobernador estaba felicitando al señor Edison por ser
un inventor tan notable.
--Pero no soy un gran inventor—decía Thomas Edison.
--¿No existen más de mil patentes de invención
en su nombre?
--Es cierto, pero la única invención que puedo decir
que es netamente mía, es el fonógrafo.
--No le entiendo—dijo el gobernador.
--Soy como una esponja—explicó Edison. Absorbo las
ideas de cuanta fuente puedo, y entonces todo lo que tengo que hacer
es darles un uso práctico. Las ideas que empleo son principalmente
de personas que no saben desarrollarlas ellas mismas.
Esta es una de las cualidades de un gran inventor. A la misma vez,
es una de las cualidades de un gran director. Esto se aplica particularmente
a los que obran en la Iglesia.
Si un profesor no estuviese familiarizado con los métodos
e ideas de la pedagogía moderna, no gozaría de mucha
estimación. También buscamos maestros que estén
familiarizados con los estudios de las más destacadas escuelas
de educación. No obstante, el buen maestro también
necesita saber tomar las experiencias comunes de todos los días
e interpretarlas en carácter, ambición y justicia
como lo hizo “el gran Maestro”.
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El
propio Jesús fue el intérprete consumado. Tenía
la mayor habilidad para utilizar con sumo beneficio todas las cosas
que veía a su alrededor. El sistema de enseñanza más
prominente que usó fue la parábola. Propiamente podríamos
colocar todas sus parábolas bajo un solo encabezamiento,
a saber, interpretación. Empleaba las ideas que la gente
entendía a fin de aclarar las verdades que El deseaba que
comprendieran mejor.
Por ejemplo, refirió la parábola del sembrador a un
grupo de personas que estaban familiarizadas con el trabajo de campo.
Les indicó que no debían sembrar su semilla en terreno
duro y seco, ni permitir que las espinas ahogasen a las plantas
tiernas una vez que empezaban a crecer. Esta idea con la cual ya
estaban familiarizados, se interpretó fácilmente para
que la utilizaran en la fomentación de sus propios intereses
espirituales.
Basándose en la experiencia de hijo pródigo, del buen
Samaritano y las vírgenes fatuas, enseñó con
profundos resultados. Jesús transformaba las cosas más
comunes en algo ennoblecedor y hermoso.
En Él hallamos el mejor ejemplo del director verdaderamente
grande, y debemos seguir Su ejemplo de aprender de las cosas que
están más cerca de nosotros. Cuanto más capaz
el hombre, tanto más aprende de las cosas que lo rodean.
Sin embargo, la instrucción es de poco valor a menos que
se le pueda dar una aplicación práctica.
Para aquellos que pueden ver más allá del propio acontecimiento,
hay “lenguas de árboles, libros en los arroyos corrientes,
sermones en las piedras y lo bueno en todas las cosas”. (Shakespeare)
Si carecemos de los pensamientos y corazón de un intérprete,
quizá no veremos sino piedras, y pasaremos por alto los sermones.
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En
Jesús hallamos el mejor ejemplo del
director verdaderamente grande, y debemos seguir Su ejemplo
de aprender de las cosas que están más cerca
de nosotros. |
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Si pensamos como el intérprete, se multiplica en nosotros el
beneficio aun de las experiencias comunes.
Nos une a otros eslabones importantes de la cadena de los pensamientos
constructivos.
Todo viento ayuda al barco a llegar a su destino, si las velas se
disponen correctamente. San Pablo dijo: “…a los que aman
a Dios, todas las cosas les ayudan a bien”. (Romanos 8:28)
Podemos aprender de todas las cosas si tenemos los ojos abiertos y
disponemos nuestras velas para aprovecharlas. De esta manera, toda
experiencia puede llegar a ser para nuestro bien. La enfermedad es
tan importante como la salud; la muerte, igual que el nacimiento,
es parte del plan divino; la noche es tan necesaria como el día;
el trabajo nos beneficia tanto como el descanso. |
Unos hechos nos enseñan lo que podemos evitar; otros, lo que
debemos hacer. Una personalidad eficaz, bien ajustada y estable toma
todos estos incidentes y los interpreta en actitud, destreza, hábitos,
devoción y otras cualidades de la habilidad para dirigir felizmente.
Nos es posible lograr en el campo de la habilidad para dirigir lo
que los alquimistas antiguos no pudieron lograr en el campo de la
metalurgia. Por muchos años los alquimistas intentaron transformar
en oro y plata los metales más corrientes, como el hierro y
plomo. Por supuesto, tenían que fracasar en esto.
Pero hay una especie de alquimia espiritual que nos garantiza un éxito
extraordinario. Pues si lo deseamos sinceramente y obramos vigorosamente
con la disposición correcta, podemos lograr la habilidad para
interpretar cada una de nuestras experiencias en una cosa buena.
En una de sus novelas, Nathaniel Hawthorne relata la historia de un
jovencito que todos los días contemplaba y admiraba las nobles
facciones y bondadosas características de una imagen natural
de piedra que se hallaba en el costado de la montaña. Y cada
día más y más se parecía a la imagen que
miraba, no sólo en cuanto a rasgos de personalidad, sino en
características físicas. Este joven tuvo la facultad
de interpretar para su propio beneficio las nobles cualidades que
identificó y admiró en la montaña. Por medio
de su propia vida, trajo estas virtudes al alcance de otros.
Lincoln hizo la misma cosa. En su niñez y juventud se dedicó
a leer buenos libros. El más importante de éstos, fue
la Biblia, la cual de allí en adelante siempre podía
identificar como parte de su carácter.
La Biblia relata que el manto de Elías cayó sobre Eliseo.
El manto de José Smith cayó sobre Brigham Young. Tenemos
la responsabilidad de ver que el manto de la dirección caiga
sobre nosotros. El Señor nos dará el poder de ser buenos
directores si tan solamente aprovechamos las grandes lecciones que
nos rodean. |
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Los alquimistas
intentaron transformar en oro y plata los metales más
corrientes, como el hierro y plomo. Por supuesto, tenían
que fracasar en esto. Pero hay una especie de alquimia espiritual
que nos garantiza un éxito extraordinario. |
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Una parte muy
importante de nuestra preparación es desarrollar y utilizar
este don y facultad para interpretar. Con toda experiencia y toda
idea debemos decirnos: ¿Cómo me ayudará esto
en la obra del Señor?¿En qué forma puedo desarrollar
esto para desarrollar mi fe y actitud? ¿Cómo puedo
utilizar para salvar almas, los principios de mi éxito como
maestro y negociante?
El que es digno de ser director en la Iglesia tiene la responsabilidad
de ver que cada miembro bajo su cuidado se prepare para el reino
celestial. Esto causará que nuestro don de interpretar rinda
el beneficio mayor.
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Artículo publicado
en la Liahona de junio de 1959 |
Estilo SUD, 28 marzo
2009 |
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