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Líderes
Estimulantes
Por el élder Sterling W. Sill
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La misión
más importante del que dirige consiste no tanto en impartir
conocimiento, como en estimular eficazmente la mente y los sentimientos.
El éxito mismo no es acumular información, como quien
almacena agua en un pozo; más bien, es semejante al descubrimiento
de un manantial.
Se precisa que el director tenga interés en la habilidad
para desarrollar y utilizar la iniciativa y la ingeniosidad de la
gente. Son estas cualidades que tienden a vencer la inercia básica,
esa fuerza que conserva a la gente bajo el dominio de la inactividad.
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Uno
de los primeros pasos que conduce al éxito es provocar el movimiento.
Esto viene como consecuencia de un procedimiento estimulador. La habilidad
para estimular e incitar es el arma secreta del progreso mental y
espiritual. Cada uno de nosotros ha sido creado a la imagen de Dios,
y a cada cual se nos ha conferido un número de los atributos
de la divinidad. Uno de éstos es el poder de la inspiración.
Hablamos mucho acerca de nuestro privilegio de recibir “inspiración”
de Dios. Por otra parte, no entendemos muy bien nuestra habilidad
para “dar” inspiración. Sin embargo, ésta
es una de las fuerzas más grandes que Dios ha puesto en las
manos humanas. Una de las experiencias más hermosas de la vida
es poder asociarnos con aquellos que llamamos “personas
inspiradoras”, que son las que tienen la fuerza para incitar
y animar nuestros espíritus y estimularnos a aumentar nuestro
compromiso y nuestra actividad. La persona inspiradora es aquella
que puede “abrir los manantiales del espíritu”.
Tal persona pone en marcha los impulsos y despierta deseos, apetitos
y ambiciones mejores y más fuertes.
No siempre son necesarias las ideas nuevas en este procedimiento de
estimular. Puede ser que el estímulo sencillamente comunique
más fuerza y mayor actividad a las ideas viejas. |
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La
persona inspiradora es aquella que puede
“abrir los manantiales del espíritu”. |
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Las
verdades antiguas pueden grabarse más profundamente en el
pensamiento, y así causar impresiones e influencias mayores.
Algunas ideas comunican información; otras transmiten fuerza.
La función de la primera es enseñar; de la segunda,
mover.
La habilidad de algunos de nuestros hombres más destacados
ha consistido no sólo en impartir la verdad, sino también
en producir la acción.
Preguntando, participando en discusiones y examinando, Sócrates
pudo hacer que la gente pensara y la condujo a que tomara resoluciones
sobre cosas que quizás ya habían sabido, pero respecto
de las cuales nada se había hecho. Sócrates podía
tomar una idea familiar que ya existía en la mente de una
persona y ayudar a darle el significado y movimiento necesarios
para convertirla en actividad. Una idea activa de cualidad inferior
puede ser de mayor utilidad que una idea superior que sólo
existe en la mente. Las ideas inactivas por lo general son de poca
utilidad.
Por supuesto,
Jesús fue el maestro consumado en el arte de cambiar la vida
de la gente por el uso de ideas estimulantes. Ayudó a los
publicanos y pecadores a elevarse a la categoría de santos
y apóstoles. Este campo de estimular y motivar es probablemente
el que ofrece las mayores oportunidades en todo el mundo. Consiste
en transmitir importancia y utilidad activa a las ideas que previamente
eran inactivas e impotentes. El estímulo da a las ideas,
ideales y ambiciones una misión más definitiva y una
responsabilidad mayor.
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Jesús
fue el maestro consumado en el arte de cambiar la vida de
la gente por el uso de ideas estimulantes. |
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Todos
han pasado por la experiencia de tener una idea que ha estado dormida
e inactiva en la mente, y luego, por causa de algún estímulo
eficaz, esta idea ha adquirido una actividad y utilidad de una madurez
y fuerza que su poseedor no había imaginado previamente.
Este suceso puede compararse al despertar de un gigante que se halla
dormido dentro de nosotros.
Hace muchos años aprendí de memoria la sección
4 de Doctrina y Convenios. Pensaba que la entendía perfectamente
y que estaba recibiendo de ella todo el bien que contenía.
Algunos años después escuché a una de las Autoridades
Generales de la Iglesia hablar a un grupo de misioneros jóvenes
sobre esta sección, y repentinamente adquirió una
importancia e influencia divina en mi vida que nunca jamás
había tenido.
Alguien ha preguntado: “¿Qué es esa ley extraña
de la mente por medio de la cual una idea, por largo tiempo olvidada,
descuidada y aun hollada como piedra inútil, repentinamente
se cubre de luz nueva como un diamante fino?”
El conocimiento por sí solo puede ser inútil, pero
surge la fuerza cuando ese conocimiento se activa, se utiliza y
se lleva a la práctica. |
Es
posible despertar y aumentar los ideales y las ambiciones de la
gente, así como se puede estimular el apetito físico.
Hay una parte de nuestra dieta que nosotros llamamos aperitivo.
Como sabemos, el aperitivo es la porción pequeña de
bebida o comida que se usa para abrir el apetito.
Bien sea que se refiera al conocimiento, a los alimentos o la efectuación,
el apetito es el mismo. El diccionario nos dice que el apetito es
“la gana de comer o lo que incita a desear una cosa”.
La habilidad para dirigir es también mayormente asunto de
apetito.
Igual cosa se
puede decir de lo que se desea lograr. El que dirige es una “persona
estimulante” si sabe como emplear bocados apetitosos
de pensamientos y motivos que inician la acción. Este es
el que sabe intensificar el deseo y abrir el apetito espiritual.
El hambre produce una fuerza muy potente, y se puede usar para vencer
las influencias negativas de la timidez o la hurañía.
Jesús dijo: “Bienaventurados los que padecen hambre
y sed de justicia, porque ellos serán saciados.” (Mateo
5:6)
El hambre siempre busca la manera de satisfacerse. El objetivo de
Jesús fue de aumentar el hambre espiritual de la gente. El
nuestro es usar las ideas, los ejemplos, motivos, etc. para estimular
la ejecución de obras.
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Algunas
de las cosas que usualmente consideramos como estimulantes, realmente
son sedantes.
El objetivo de un estimulante debe ser: |
- Mejorar la
calidad de nuestras metas
- Aumentar
el incentivo
- Vigorizar
- Provocar
el pensamiento
- Incitar
la actividad
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Mejorar
la calidad de nuestras metas |
En
una de las paredes de la Biblioteca del Congreso de EEUU se halla
escrito lo siguiente: “El que no construye hasta llegar a las
estrellas construye demasiado bajo”. La mayor parte de la gente
padece de metas sin mérito o que carecen de suficiente altura.
El objeto por cumplirse, cuando tiene mérito, es en sí
un estimulante de mucha potencia.
En una ocasión, una de las revistas más populares hizo
un estudio entre un número elevado de personas. Se les preguntó
cuáles eran sus metas principales en la vida. El noventa y
cinco por ciento contestó que no sabía. A estas personas
les faltaba la fuerza motriz que necesitaban sus vidas. Sin un propósito
firme y estimulante, no es muy probable el éxito. Casi toda
la vida es asunto de preparación. Nos preparamos para nuestra
obra vital, nos preparamos para el matrimonio, para la vejez, etc.
Nuestro objetivo principal debería ser prepararnos para la
vida eterna. Pero, ¿de dónde va a venir el poder, si
no tenemos un propósito firme ni sabemos si estamos preparándonos
o no para cierta cosa? El director capaz puede ayudar a la gente a
reconocer los propósitos dignos que por fin señalarán
hacia el reino celestial; y no sólo reconocerlos, sino recibir
ánimo de ellos. |
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Aumentar
el Incentivo |
El
incentivo es lo que nos mueve a obrar. Es como un grabado que colocamos
dentro de nuestra mente. Es lo que causa que nuestra ambición
se ponga en marcha. ¿Qué incentivo posee el evangelio
y cuál es la mejor manera de usarlo para beneficiar a la gente?
“Sólo pan” no es el incentivo de mayor mérito
para una vida digna. Cuando se aumenta el incentivo, se aumentan también
las obras. El que es buen director puede ayudar a establecer un estímulo
más fuerte y un criterio más favorable hacia las cosas
más elevadas. El “oro” o la “diversión”,
como incentivo para movernos a obrar son inferiores a “Dios”,
“gloria” y “bondad”, que el evangelio pone
por metas en nuestros pensamientos. Una manera de aumentar nuestro
incentivo es transformarnos nosotros mismos. En lugar de ser gente
que “necesita” religión, seamos personas que “quieren”
religión. Si nuestro apetito recibe el estímulo necesario,
llegamos a “poseer” la religión, porque cuando
amamos y deseamos una cosa lo suficiente, no tardamos mucho en tenerla.
Desear es lograr; aspirar es efectuar. David expresó esta idea
del incentivo cuando dijo: “Como el ciervo brama por las corrientes
de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía.”
(Salmo 42:1) |
Vigorizar |
Qué
habilidad tan grande es poder inspirar y fortalecer el “propósito”
de la gente, llenar sus mentes de energía, despertar el vigor
y entusiasmo en las personas. Una de las palabras más severas
que Jesús pronunció contra aquel que había
escondido su talento en la tierra fue tacharlo de “negligente”.
Esto es lo contrario de vigor. Es una habilidad maravillosa poder
estar uno lleno de ánimo hacia las cosas que tienen mérito.
San Pablo dijo a Timoteo: “…te aconsejo que despiertes
el don de Dios que está en ti.” (2 Timoteo 1:6) |
El pensar y obrar
vigorosamente despertará nuestros dones y les dará mayor
ardor y fervor. El entusiasmo apoya e incita la razón para
que sea activa. El estímulo eficaz puede ayudar a producir
el celo, que es una actividad vigorosa e infatigable. La conciencia
bien adiestrada es también un instrumento que sirve para vigorizar. |
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Provocar
el Pensamiento |
Provocar
viene de la misma raíz que “evocar” e “invocar”.
Una de nuestras oportunidades mayores es la facultad de invocar los
pensamientos. Nadie es mayor que su habilidad para pensar. Alguien
ha dicho que somos como tachuelas. No podemos ir más allá
de lo que nos permite la cabeza. A veces nos llenamos a tal grado
de juegos, cines y diversiones, que no dejamos lugar para los pensamientos
sobre Dios y la vida eterna. Cuando nuestro intelecto espiritual se
halla en la pobreza, se manifiesta luego en nuestra conversación
vana. Nuestros pensamientos y conversación diarios deben empeñarse
en cosas más importantes, en desarrollar anhelos más
profundos y abrir apetitos de mayor mérito. Debemos aprender
a amar la actividad que tiene que ver con pensamientos religiosos
y experiencias espirituales serias. |
Incitar
la Actividad |
Tomás
Huxley dijo: “El gran objeto de la vida no es conocimiento,
sino acción.” Seremos juzgados no solamente por lo que
creamos sino también por lo que hayamos hecho. Salomón
dijo: “Ante toda tu posesión adquiere inteligencia.”
(Proverbios 4:7)
Otro modificó un poco estas palabras para que dijeran: “ante
toda tu posesión adquiere la diligencia.”
La actividad es la base de toda realización. Se pueden utilizar
las aguas corrientes de un arroyo, pero ¿qué se puede
hacer con el agua estancada?
El hombre inactivo a veces padece una especia de muerte espiritual
en abonos. Es posible hacer crecer la importante actividad mental
y espiritual que conduce a realizaciones más dignas.
He aquí un ejemplo del estímulo. En 1923 se hallaba
en una prisión de Alemania llamado Adolfo Hitler, que había
fracasado en muchas cosas. Pero ahora estaba escribiendo su libro,
Mein Kampf (Mi lucha), su plan para convertir a Alemania en la nación
principal del mundo. El hecho de que él solo casi trastornó
el mundo entero indica que poseía algo. ¿Cómo
pudo lograrlo? La respuesta se halla en su libro. Una de las cosas
que dijo fue: “El asunto de que Alemania recupere su poderío
no consiste en saber cómo fabricar y distribuir armas, sino
como producir en la gente el deseo de triunfar, ese espíritu
de determinación que produce mil maneras diferentes, cada una
de las cuales termina con las armas.”
No se ganan
las guerras con tanques o cañones o aeroplanos o aceite, sino
con ese espíritu de determinación que se halla dentro
de la gente. Y precisamente así es como se salvan las almas,
y así es como efectuamos todo lo que vale la pena en el mundo.
Un escritor ha dicho: “Cuando la vida comunica el entusiasmo
a aquel que la vive, se convierte en algo genuinamente significativo.”
Pensemos en la siguiente idea y como debería estimularnos:
“Y ahora, después de los muchos testimonios que sean
dado de él, este es el testimonio, el último de todos,
que nosotros damos de él: ¡Que vive!
Porque lo vimos, sí, a la diestra de Dios, y oímos la
voz testificar que Él es el Unigénito del Padre; que
por él, por medio de él los mundos son y fueron creados,
y sus habitantes son engendrados hijos e hijas de Dios.”
(DyC 76:22-24)
Dios ha colocado
en nuestras manos el importante poder del estímulo, que es
la facultad para iluminar, la fuerza para infundir el entusiasmo,
el poder para plantar las semillas de la fe. La fuerza por medio
de la cual se produce la acción. Mediante este poder podemos
persuadir y convencer, incitar e inspirar. El estímulo es
la fuerza para tocar una vida y causar que florezca en algo mayor
de lo que era. Este poder está en nuestras manos, y podemos
aprender a usarlo para disipar la ignorancia, mejorar la calidad
de nuestras metas e incitar la actividad en la mayor empresa que
jamás se ha iniciado en la tierra, a saber, la obra de la
exaltación humana.
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Artículo publicado
en la Liahona de marzo de 1959 |
Estilo SUD, 17 de
enero de 2009 |
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