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Jesús de Nazaret, Salvador y Rey
por el élder Neal A. Maxwell

Cuán importante es la manera en que percibimos a Cristo! Hay quienes buscan substituir a Cristo con César; otros se enceguecen tratando de 'traspasar lo señalado', cuando lo señalado es Cristo. Gran número de sectas, sin el refuerzo de la revelación en los cimientos, han sido rudamente sacudidas por temblores teológicos; y la erosión eclesiástica subsecuente ha sido tan rápida, que su progreso se mide en meses, en vez de siglos. Algunos "cruzados sin cruz" han llegado al punto de erradicar la divinidad de Cristo como el foco central de sus doctrinas, sólo para ver el resto de ellas derrumbarse como castillos de arena ante las olas. Así desatino, miedo y moda se han combinado para menguar la teología de muchos.
Para ellos, el horizonte no presenta señal de refugio, ni guía; hay sin embargo una gente y una Iglesia, que llevando el nombre de Jesucristo, ha edificado sobre la roca de la plenitud del evangelio; esta gente es considerada por el mundo como excéntrica, porque es 'Cristo-céntrica'! Esta gente se esfuerza en seguir la admonición del Salvador resucitado, quien dijo: "Alzad, pues, vuestra luz para que brille ante el mundo. He aquí, yo soy la luz que debéis sostener. . . aquello que me habéis visto hacer" (3 Nefi 18:24).
Hoy, yo deseo elevar esta luz declarando mi testimonio de Jesucristo, de loque El ha hecho, en la medida de lo que sé, he visto, oído y sentido en mi vida. Este testimonio involucra mi razón y mi experiencia, dos testigos limitados, mas auxiliadores. Afortunadamente, se me ha dado un tercer testigo, el Espíritu. ¡El testigo intachable y convincente! Sólo lamento que lo que sigue a continuación viene a ser el equivalente verbal de un cuadro infantil, entusiastamente pintado con un dedo, pero a larga distancia de ser arte. . . porque mi lengua no puede describir todo lo que sé. Aún así. . . ld1122
Yo testifico que en nuestro primer estado Jesús fue el individuo sin parangón entre todos los hijos espirituales de nuestro Padre Eterno. El ayudó a preparar este planeta para nosotros, y nos guió —no nos empujó— desde nuestra existencia pre-mortal. A El doy gracias por las infinitas cosas que hizo a través de las épocas, desde aquel primer estado, para prepararse eminentemente para su singular papel, mientras yo hacía tanto menos. Y más, le agradezco por no abandonar a aquellos de nosotros que somos lentos o remolones.
Testifico que su inteligencia es vastamente superior en todas las cosas, a la de los más idóneos mortales, y que su intelecto excede al intelecto humano por años-luz en perspectiva y verdad. Le agradezco por integrar su mente exquisita con amor y humildad perfectos. Su brillantez no es de la clase que dice, "Entiéndeme si puedes", sino que pacientemente apremia, "Ven, sígueme".
Testifico que sus actos en la vida preterrenal reflejan una generosidad asombrosa, tanto como una total devoción a la libertad como condición elemental para nuestro genuino desarrollo. Le agradezco por haber combinado una profunda visión de nuestras necesidades, con un generoso y firme "paso al frente" para ofrecer sus servicios. Jamás nadie ha ofrecido tanto en tan pocas palabras como Jesús cuando dijo: "Heme aquí, envíame" (Abraham 3:27).
Testifico que El participó en la creación y organización, no sólo de este planeta, sino también de otros mundos. Que El,cuya percepción comprende las galaxias, también notó el maravedí que daba generosamente la viuda. Me maravillo ante su amor, incondicional y perfecto, por todo ser viviente. De cierto, "Asombro me dá, el amor que me da Jesús. (Véase Himnos de Sión N°46)
ld1123 Testifico que Satanás le ofreció a Jesús los reinos de este mundo. La agradezco por haber rechazado la oferta engañadora ya que, de haberla aceptado, toda la eternidad hubiera sido alterada, pues el dominio que Jesús tenía sobre sí mismo, era también el control del futuro de toda la humanidad.
Testifico que El es el Divino Salvador y Redentor de toda la humanidad. El, quien no tema que morir, se sometió voluntariamente a ser amarrado con las cadenas de la muerte, para así poder romperlas para toda la raza humana.
Testifico que, por lo tanto, El es nuestro mediador con nuestro Padre Celestial. Le agradezco por habernos otorgado la libertad de decidir si lo vamos a considerar como nuestro Rescatador; porque la perfección no es posesiva. Le doy las gracias por la dulce y perceptiva manera de conocernos, son controlarnos; por jamás permitir que las necesidades del presente abrogaran las consideraciones para la eternidad.
Testifico que en elocuente ejemplo El bebió voluntariamente hasta las heces del amargo cáliz, en la terrible mas para El evitable Expiación. Por ello, nosotros debemos a nuestra vez, aceptar los pequeños sorbos amargos que nos toquen. También le agradezco por no interceder en nuestro favor, cuando en fe y con razonable justificación aparente, oramos por aquello que en verdad no nos conviene. Nuestro breve vislumbre de Getsemaní debería de habernos enseñado que todas las oraciones son peticiones.
Testifico que sin haberlo El jamás necesitado, nos otorgó aquello que necesitábamos desesperadamente —el programa para progresar— el arrepentimiento, que nos encamina a la superación.
Le doy las gracias por ayudarme, más, por perdonarme cuando fallo, cuando testifico de cosas que conozco, pero que están más allá de los obstáculos de mi comportamiento, y por ayudarme a remover estos obstáculos, poco a poco, porque su capacidad expiatoria excede mi tendencia a dar tropiezos.
Testifico que El nos ha dado, y continuará dándonos, profetas vivientes; le agradezco por su sagaz selección de sus Testigos Especiales, y por la sapiente orquestación que hace de los talentos que ellos poseen, en una armoniosa sinfonía de salvación.
Testifico que El se crió en un humilde pueblecito, y le agradezco por el ejemplo que nos da al elevarse sobre el ambiente natal sin repudiarlo, y por luego superar todos los impedimentos que se le presentaron.
Testifico que el Jehová que se presentó en medio de truenos y relámpagos ante Israel congregado al pie del Sinaí, es el mismo Jesús que más tarde se lamentó, "¡Jerusalén, Jerusalén. . . cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas..." (Mateo 23:37). Le agradezco por la mano, repetidamente extendida a la humanidad…: tanto en poder sobrecogedor, como en queda conversación junto a un humilde pozo.
Testifico que El es el Ejemplo Perfecto, el Líder, nunca pidiéndonos que hagamos lo que El no ha hecho, que soportemos lo que El no ha soportado, sino dándonos lo suficiente, mas no en exceso de lo que podemos sobrellevar. Agradezco a Aquél que hizo todo perfectamente, por compartir su preciosa obra con nosotros, que lo hacemos todo en forma tan imperfecta. ld1124
Testifico que El y el Padre intentan seriamente engrandecer nuestras almas en este segundo estado. Le agradezco por enseñarnos acerca de nuestras posibilidades personales; y por divinamente demostrar direcciones, y no solamente señalarlas.
Testifico que tal como El ha asistido en preparar cuidadosamente este segundo estado para toda la humanidad, ha ayudado también a preparar cada una de nuestras esferas de experiencia. En este respecto, le agradezco por haberme bendecido con una esposa, hijos, padres, líderes y amigos que me ayudan. Le agradezco por los tiempos dulces y los tiempos amargos; por los tiempos de perplejidad, y aún por los momentos en que mis errores se hacen tan evidentes a los demás; porque todo es a propósito, para evitar en días por venir el que esté demasiado trastornado para testificar, demasiado angustiado para apreciar su amor. Agradezco al Señor por ignorar la moda, por permanecer firme ante la falta de aprecio y apoyo, y  también por decir la verdad, sabiendo de antemano que sería recibida con incomprensión y tergiversación. Le agradezco por el maravilloso control de su tiempo, por jamás malgastar un minuto, incluyendo los momentos de meditación; aun los segundos de su vida demuestran su mayordomía. No hay hijo que haya complementado a su padre tan fielmente, honrado a su padre tan constantemente, ni confiado en su padre tan completamente como lo hizo Jesús. Y así agrego yo mi insignificante voz al himno de gratitud que durante décadas ha fluido desde este pulpito. Gozosamente y sin rubor declaro mi reconocimiento de Jesús de Nazaret, Salvador y Rey!
Por último, testifico que El vive, con todo lo que estas simples palabras implican. Yo sé que seré llamado a rendir cuentas por este testimonio; mas ahora, como oidores o lectores del mismo, vosotros también sois responsables por mi testimonio, que habéis recibido y que os dejo en el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Amén.
 
Mensaje pronunciado en la Conferencia General de abril de 1976

 

Estilo SUD, 19 de abril de 2011
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