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La reverencia inspira la revelación
por el élder Boyd K. Packer

El testimonio del Evangelio de Jesucristo y de que el Libro de Mormón es verdadero se recibe por medio de una suave y refinada comunicación espiritual, la que se describe en las Escrituras como una luz (véase DyC 88:11, 67), un ardor en el pecho; más comúnmente como un sentimiento (véase 1 Nefi 17:45). Por lo general, se recibe un testimonio cuando se busca con un corazón sincero, con verdadera intención (véase Moroni 10:4).
"Si pides, recibirás revelación tras revelación, conocimiento sobre conocimiento, a fin de que conozcas los misterios y las cosas apacibles, aquello que trae gozo, aquello que trae la vida eterna." (DyC 42:61).
Ningún otro mensaje aparece en las Escrituras más veces y en más variadas formas que el que dice "Pedid, y recibiréis" (véase Mateo 21:22; 1 Juan 3:22; Santiago 4:3; 1 Nefi 15:11; Enós 1:15; Mosíah4:21; D. y C. 4:7; Moisés 6:52). Aun cuando podemos abrir las puertas a esta comunicación, jamás podemos forzarla, porque si tratamos de hacerlo, tal vez seamos engañados. Enós, quien estaba "luchando en el espíritu", dijo: "La voz del Señor... penetró mi mente" (Enós 10). A pesar de que este tipo de comunicación espiritual se recibe en la mente, llega más como un sentimiento y como una impresión que como un pensamiento. A menos que uno lo haya experimentado, se hace muy difícil describir este proceso tan delicado.
Un testimonio no se transmite sólo por medio del intelecto, por más brillante que éste sea. "El hombre natural", nos dice Pablo, "no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente." (1 Corintios 2:13-14).
Recientemente, el Consejo de la Primera Presidencia y el Quórum de los Doce Apóstoles emitieron una declaración en la que se alerta a los miembros de la Iglesia en cuanto a los peligros de participar en reuniones para tratar sobre doctrinas y ordenanzas, analizándolas únicamente desde el punto de vista intelectual. Si las doctrinas y la conducta se miran sólo a través del cristal de lo intelectual, perderá el ingrediente espiritual fundamental y nos extraviaremos. Uno recibe un testimonio personal, y éste crece y se reafirma con el tiempo, por medio de una combinación armoniosa del intelecto y el espíritu.
El testimonio es algo profundamente personal y obedece a oraciones y súplicas muy privadas. No obstante, el Señor nos ha dicho: "Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos." (Mateo 18:20; véase también D. y C. 6:32).
Hay una gran seguridad al aprender doctrina en reuniones auspiciadas por la debida autoridad. Pero sabemos de miembros, aun algunos que han hecho convenios en el templo, que se asocian a determinados grupos que operan dentro de cierta condición secreta, los cuales creen disponer de una fuente más alta de inspiración concerniente al cumplimiento de las profecías que el que está al alcance de los líderes de barrio o estaca o de las mismas Autoridades Generales de la Iglesia. Sépase esto: Existe la falsificación de revelaciones, las cuales, se nos pone en aviso, "...engañarán... aun a los mismos escogidos, que son los escogidos conforme al convenio" (José Smith—Mateo 1:22).
El Señor mandó que nos reunamos y nos organicemos, que perseveremos en la oración y en el ayuno y que nos enseñemos el uno al otro la doctrina del reino, y si hacemos estas cosas, dijo: "...mi gracia os acompañará, para que seáis más perfectamente instruidos en teoría, en principio, en doctrina, en la ley del evangelio, en todas las cosas que pertenecen al reino de Dios, que os es conveniente comprender" (DyC 88:74-78).
Cuando nos reunimos para aprender las doctrinas del evangelio, deberíamos hacerlo en un espíritu de reverencia. Es precisamente de la reverencia y de cómo se relaciona con la revelación que quisiera hablar. La inspiración se hace presente con más facilidad en medio de un clima pacífico.
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Las Escrituras están repletas de pasajes en los que se mencionan palabras tales como "apacible", "quieto", "calmo": "Quedaos tranquilos, y sabed que yo soy Dios;" (Salmos 46:10). Y la promesa: "Recibirás mi Espíritu, el Espíritu Santo, sí, el Consolador, que te enseñará las cosas apacibles del reino" (DyC. 36:2).
Elías sintió un gran viento, un terremoto, un fuego. Pero el Señor no estaba en ninguna de esas cosas, mas después llegó "un silbo apacible y delicado" (1 Reyes 19:12).
Helamán dijo de esa voz de revelación: "No era una voz de trueno, ni una voz de un gran ruido tumultuoso, mas he aquí, era una voz apacible de perfecta suavidad, cual si hubiese sido un susurro, y penetraba hasta el alma misma" (Helamán 5:30).
Fue Nefi quien les recordó a sus hermanos: "...un ángel... os ha hablado con una voz quieta y delicada, pero habéis dejado de sentir, de modo que no pudisteis percibir sus palabras" (1 Nefi 17:45).
Durante los últimos años hemos estado observando la reverencia que guardan los miembros en la Iglesia. Aun cuando hay muchas personas a quienes felicitamos por su conducta, estamos desviándonos, y existen razones válidas para estar muy preocupados.
El mundo está cada vez más agitado. La moda y el comportamiento de la gente son cada vez más liberales, desordenados  torpes. La música escandalosa con letras obscenas lanzadas por amplificadores en medio de los destellos de luces sicodélicas caracterizan a una generación de drogas. Hay variaciones de estas cosas que están ganando gran aceptación e influencia entre nuestros jóvenes.
Los médicos declaran que todo este bullicio musical puede llegar a afectar la capacidad auditiva de las personas.
Esta tendencia a más ruido, más excitación, más contención, menos refrenamiento, menos dignidad y formalidad no es accidental ni inocente ni inofensiva. La primera orden emitida por un comandante que se apresta a hacer una invasión militar es la de interferir con los canales de comunicación de aquellos a quienes intenta conquistar. La irreverencia satisface los propósitos del adversario al obstruir los delicados canales de revelación tanto de la mente como del espíritu.
Nuestras reuniones sacramentales y otras requieren una atención renovada para asegurarnos de que sean verdaderos servicios de adoración en los cuales los miembros puedan verse satisfechos espiritualmente y ver sus testimonios fortalecidos, y en los cuales los investigadores puedan sentir esa inspiración tan esencial para la conversión espiritual.
Nuestros centros de reuniones fueron construidos para que disfrutemos de actividades sociales, bailes, obras teatrales y hasta deportes. Todas éstas son cosas importantes. Pero tales actividades deben ser muy distintas de las del mundo. La música, la vestimenta y el comportamiento relacionados con ellas son bastante diferentes de lo que sería apropiado para la capilla o el salón de clase el día domingo.
Cuando regresamos a las reuniones dominicales, la música, la vestimenta y el comportamiento deben ser compatibles con el espíritu de adoración. Las salas de entrada de nuestras capillas tienen como fin permitir que la gente se salude y converse como lo hacen los buenos amigos. Pero es imperioso que cuando entremos en la capilla, cada uno de nosotros tenga cuidado con lo que hace, no sea que interfiera con alguien que esté tratando de sentir comunicaciones espirituales delicadas. Los líderes a menudo se preguntan por qué tantos miembros activos tienen problemas en la vida.
¿Se deberá acaso a que no sienten lo que necesitan sentir porque las reuniones de la Iglesia no son lo que tendrían que ser espiritualmente?
El comportamiento irreverente en nuestras capillas se tiene que hacer notar y hasta reprobar. Los líderes deben enseñar que la reverencia invita a la revelación. La reverencia a la que nos referimos no significa guardar absoluto silencio. Debemos ser tolerantes con nuestros bebés, y hasta con los niños que a veces tendrán que ser llevados afuera de la capilla para que no perturben la paz,  y cabe decir que a menos que se encuentre sentado en el estrado, ésta es una tarea que recae sobre el padre.
LD10203 La música juega un papel importantísimo en nuestros servicios de adoración. Considero que quienes la seleccionan, la dirigen, la presentan y la acompañan son más responsables del logro de un espíritu de reverencia en nuestras reuniones que los oradores mismos. La música crea un ambiente de adoración que invita al espíritu de revelación y de testimonio.
El organista que interprete el preludio suave de un himno calmará nuestros sentimientos y hará que mentalmente repasemos la letra, la que nos enseña las cosas del reino. Si prestamos atención, nos daremos cuenta de que nos comunica las verdades del evangelio, porque los himnos de la Restauración son, de hecho, un curso en doctrina. He notado que un número creciente de nuestros líderes y miembros no cantan los  himnos de la congregación. Es posible que no los conozcan o que no haya suficientes himnarios. Pero debemos hacer todo lo posible por cantar los himnos de Sión, pues son una parte esencial de nuestra  adoración. No debemos ser esquivos a los himnos sagrados de la Restauración. Leed la introducción de la Primera Presidencia en el himnario. El Señor dijo: "Porque mi alma se deleita en el canto del corazón; sí, la canción de los justos es una oración para mí, y será contestada con una bendición sobre su cabeza." (DyC 25:12).
No dejemos que nuestra música sagrada se escape de entre nosotros ni que la música secular la reemplace.
Cuando se presenta música que tal vez sea apropiada para otras ocasiones pero no para el día de reposo, mucho es lo que se pierde.
El coro que interpreta música secular en el día domingo en vez de música sagrada deja de ser un coro y se transforma en un grupo musical. En ese respecto, enseñan las cosas de los hombres, y al hacerlo, pierden la oportunidad de inspirar y niegan el poder que de otra manera tendrían. El Espíritu no ratifica discursos ni confirma música que carezca de substancia espiritual.
Es posible que alguien me escriba para recordarme que yo no soy músico, y me dirán de la inspiración que se puede encontrar al escuchar excelentes composiciones del mundo. Eso yo lo entiendo, pero no todas las excelentes composiciones ni toda la música religiosa popular satisfacen el criterio especial de la música de adoración, del día de reposo, de revelación.
Hay algo más: Nos estamos apartando del uso de palabras reverentes en nuestras oraciones. Hemos notado que en el idioma inglés, por lo menos, muchas personas se dirigen a nuestro Padre Celestial con mucha más familiaridad que la que corresponde en nuestras oraciones. Se les debe enseñar a los niños y con mucho tacto a los nuevos miembros, la manera correcta de orar a nuestro Padre Celestial.
Nadie puede sobrevivir en el mundo actual, y mucho menos bajo las condiciones en las que dentro de poco nos tocará vivir, sin inspiración personal. El espíritu de reverencia puede y debe manifestarse en toda organización de la Iglesia y en la vida de todo miembro.
Padres, presidencias de estaca, obispados, líderes y maestros de organizaciones auxiliares, mantened un espíritu de reverencia en las reuniones, instad a participar en los cantos de la congregación y enseñad a usar términos reverentes en las oraciones.
Aun cuando no veamos una transformación inmediata ni milagrosa, como que vive el Señor, seremos testigos de una muy apacible. Crecerá el poder espiritual en la vida de todo miembro y de la Iglesia en general. El Señor derramará Su Espíritu abundantemente sobre nosotros. Estaremos menos perturbados y menos confusos. Se nos revelarán respuestas a nuestros problemas personales y familiares sin recurrir a todos los consejos que parecemos necesitar en la actualidad.
Fue Nefi quien nos enseñó que "Los ángeles hablan por el poder del Espíritu Santo; por lo que declaran las palabras de Cristo. Por tanto, os dije:" Deleitaos en las palabras de Cristo; porque he aquí, las palabras de Cristo os dirán todas las cosas que debéis hacer.
 Por tanto, si después de haber hablado yo estas palabras, no podéis entenderlas, será porque no pedís ni llamáis; así que no sois llevados a la luz, sino que debéis perecer en las tinieblas.
Porque he aquí, os digo otra vez, que si entráis por la senda y recibís el Espíritu Santo, él os mostrará todas las cosas que debéis hacer." (2 Nefi 32:3-5).
Con respeto expreso mi testimonio de que Dios vive, de que Jesús es el Cristo, de que el Espíritu Santo —nuestro consolador y maestro— nos acompañará si tenemos un espíritu de reverencia, en el nombre de Jesucristo. Amén.
 
Mensaje dado en la Conferencia General de octubre de 1991

 

Estilo SUD, 11 de setiembre de 2010
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