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La
verdadera adoración
Por el élder Bruce R. Mc.Conkie
(1915 - 1985) |
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Deseo
dar más bien un consejo ‘sencillo y afirmativo en cuanto
a cómo adorar al Señor. Probablemente hay más
información errónea en este campo que en cualquier otro
en todo el mundo, y no hay cosa más importante, que el saber
a quién y cómo debemos adorar.
Cuando Dios creó a los hombres y los puso sobre la tierra,
“les dio mandamientos de que lo amaran y lo sirvieran a él,
el único Dios verdadero y viviente, y que él fuese el
único ser a quien adorasen” (DyC 20:19).
Jesús confirmó éste, el más básico
de los mandamientos, cuando dijo: “Al Señor tu Dios adorarás,
y a él solo servirás” (Lucas 4:8); y el lamento
constante de todos los profetas de todas las épocas es: “Venid
adoremos y postrémonos; arrodillémonos delante de Jehová
nuestro Hacedor. Porque él es nuestro Dios; nosotros el pueblo
de su prado, y ovejas de su mano” (Salmos 95:6-7).
Como hijos espirituales del Padre Eterno, hemos sido puestos sobre
la tierra para ser probados y tentados, para ver si guardaremos sus
mandamientos y si haremos aquellas cosas que nos permitirán
regresar a su presencia y ser como él. Y él ha plantado
en nuestros corazones un deseo instintivo de adoración, para
buscar la salvación, para amar y servir a un poder o un ser
más grande que nosotros. La adoración está implícita
en la existencia misma. |
El
asunto no es si el hombre adorará, sino a quién, o cuál
va a ser el objeto de sus devociones y cómo rendirá
sus devociones a su Altísimo escogido. Y así en el pozo
de Jacob, cuando la mujer samaritana dijo a Jesús: “Nuestros
padres adoraron en este monte, pero vosotros decís que en Jerusalén
está el lugar donde se debe adorar.” Encontramos
que él contestó: “Mujer, créeme que
la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis
al Padre. Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros
adoramos lo que sabemos, porque la salvación viene de los judíos.
Pero la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán
al Padre en espíritu y en verdad; porque también el
Padre busca a tales adoradores para que le adoren... Los que le adoran,
es necesario que le adoren en espíritu y en verdad"
(Juan 4:20 - 24).
Así que nuestro propósito es adorar al Dios verdadero
y viviente y hacerlo mediante el poder del Espíritu y en la
manera en que Él lo ha ordenado. La adoración aprobada
del verdadero Dios conduce a la salvación. Las devociones rendidas
a dioses falsos y que no están fundadas en la verdad eterna,
no dan tal seguridad.
Es necesario un conocimiento de la verdad para una verdadera adoración.
Debemos aprender que Dios es nuestro Padre; que es un personaje perfecto
y exaltado a cuya imagen fuimos creados; que Él envió
a su Hijo Amado al mundo para redimir a la humanidad; que a salvación
está en Cristo, quien es la revelación de Dios al mundo;
ese Cristo y las leyes de su evangelio son conocidos únicamente
por la revelación dada a los apóstoles y profetas que
lo representan en la tierra.
No hay salvación al adorar a un Dios falso. No importa con
cuánta sinceridad alguien crea que Dios es un becerro de oro,
o que es un poder etéreo y sin forma que está en todas
las cosas; la adoración de tal ser o concepto no tiene poder
de salvación. |
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Los hombres pueden imaginar con toda su alma que las imágenes
o poderes o leyes son Dios, pero ninguna devoción hacia estos
conceptos dará el poder que guía a la inmortalidad y
la vida eterna. |
Si
un hombre adora una vaca o un cocodrilo. puede obtener los beneficios
que las vacas v los cocodrilos dan en la actualidad.
Si adora las leyes del universo o las fuerzas de la naturaleza, sin
lugar a duda, la tierra continuará girando, el sol brillando
y la lluvia cayendo sobre justos e injustos. Pero si adora al Dios
verdadero y viviente en espíritu y en verdad, entonces, el
Dios Todopoderoso, derramará su Espíritu sobre él
y tendrá poder para levantar a los muertos mover montañas,
recibir visitas che ángeles y caminar en las calles celestiales.
Ahora vamos a ver cómo debemos rendir nuestras devociones a
aquel que vive y gobierna y es.
La clave para la adoración verdadera se encuentra en la revelación
dada a José Smith en 1833 en la cual el Señor reveló
de nuevo el testimonio de un antiguo discípulo.
Este registro testifica que Cristo “en el principio” estaba
con el Padre; que Él es el “Redentor del mundo”,
y la vida y la luz del hombre; que “moró en la carne”
como “el único Hijo del Padre”, que durante su
progreso terrenal “no recibió de la plenitud al principio,
mas progresó de gracia en gracia”; y que finalmente,
en la resurrección, “recibió la plenitud de la
gloria del Padre; y recibió todo poder, tanto en el cielo como
en la tierra, y la gloria del Padre fue con él porque moró
en él”. |
Luego
el Señor dice: “Os digo estas cosas para que podáis
comprender y saber cómo habéis de adorar y a quién
y para que podáis venir al Padre en mi nombre, y en el debido
tiempo recibir de su plenitud. Porque si guardáis mis mandamientos,
recibiréis de su plenitud y seréis glorificados en mí
como yo lo soy en el Padre; por lo tanto, os digo, recibiréis
gracia por gracia” (DyC 93:20).
En otras palabras, la adoración perfecta y verdadera consiste
en seguir los pasos del Hijo de Dios; consiste en guardar los mandamientos
y obedecer la voluntad del Padre al paso que avanzamos de gracia en
gracia hasta que seamos glorificados en Cristo como él lo es
en el Padre. Es más que sermón, oración, y canción.
Es vivir, hacer y obedecer. Es emular la vida de un ser ejemplar.
Con este principio ante nosotros, ¿puedo ahora ilustraros algunos
de los aspectos específicos de esa adoración divina
que a Él le agrada que le rindamos? |
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Adorar al Señor es seguirle, buscar su rostro, creer en su
doctrina, y tener sus pensamientos.
Es andar en sus caminos, ser bautizado como Cristo lo fue, predicar
el evangelio que salió de sus labios, y sanar al enfermo y
levantar al muerto como Él lo hizo.
Adorar al Señor es anteponer en nuestras vidas las cosas de
su reino, vivir de toda palabra que sale de la boca de Dios para dirigir
nuestros corazones a Cristo y a la salvación que viene por
Él. Es caminar en la luz así como Él está
en la luz, hacer las cosas que Él desea que se hagan, hacer
lo que Él haría en circunstancias similares, ser como
Él es.
Adorar al Señor es andar en el Espíritu, elevarse por
encima de las cosas carnales, refrenar nuestras pasiones y vencer
al mundo. Es pagar nuestros diezmos y ofrendas, actuar como mayordomos
prudentes en el cuidado de aquellas cosas que se nos han confiado,
y utilizar nuestros talentos y recursos para la propagación
de la verdad y la edificación de su reino.
Adorar al Señor es casarse en el templo, tener hijos, enseñarles
el evangelio, y criarles en la luz y la verdad. Es perfeccionar la
unidad familiar, honrar a nuestro padre y madre; es que un hombre
ame a su esposa con todo su corazón y se allegue a ella y a
nadie más.
Adorar al Señor es visitar a los huérfanos y las viudas
en sus tribulaciones y guardarse sin mancha del mundo. Es trabajar
en un proyecto de bienestar, ungir al enfermo, ir a una misión,
trabajar en la orientación familiar, y llevar a cabo la noche
de hogar familiar.
Adorar al Señor es estudiar el evangelio, valorar la luz y
la verdad, examinar en nuestros corazones las cosas de su reino, y
hacerlas parte de nuestra vida. Es orar con toda la energía
de nuestras almas, predicar por el poder del Espíritu, entonar
canciones de alabanza y agradecimiento. |
Adorar
es obrar, estar activamente comprometido en una buena causa, estar
en los negocios del Padre, amar y servir a nuestros semejantes. Es
alimentar al hambriento, vestir al desnudo, confortar a los que lloran,
sostener las manos que buscan un apoyo y fortalecer las rodillas débiles.
Adorar al Señor es mantenerse valientemente en la causa de
la verdad y rectitud, dejar que nuestra influencia positiva se haga
sentir en los campos cívicos, culturales, educativos y gubernamentales,
y sostener aquellas leyes y principios que apoyan los intereses del
Señor en la tierra.
Adorar al Señor es estar alegre, animoso, ser valiente, tener
el coraje de nuestras convicciones y guardar la fe. Es diez mil veces
diez mil cosas. Es guardar los mandamientos de Dios. Es vivir la totalidad
de la ley y del evangelio.
Adorar al Señor es ser como Cristo hasta recibir de Él
la bendita seguridad: “Seréis como yo soy.” |
Estos
principios son muy profundos. Conforme los examinemos en nuestros
corazones, estoy seguro de que nuestro conocimiento de su veracidad
aumentará.
La adoración verdadera y perfecta es de hecho el propósito
y la labor suprema del hombre. Dios nos permita que podamos escribir
en nuestras almas con una pluma de fuego el mandamiento del Señor:
“Al Señor tu Dios adorarás y a él solo
servirás” (Lucas 4:8); y que podamos adorar en realidad
y con verdadera intención al Padre en espíritu y en
verdad, y así ganar la paz en esta vida y en la vida eterna
en el mundo venidero. |
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Publicado en Ensign diciembre de 1971 |
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Estilo SUD, 19 de
junio de 2010 |
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