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Los
CONSEJOS de la Iglesia
Por el
élder M. Russell Ballard |
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Antes
que me llamaran como Autoridad General, yo trabajaba en la industria
automovilística, como lo había hecho mi padre. A través
de los años aprendí a apreciar el sonido y el buen funcionamiento
de un motor bien ajustado. Es como música para mis oídos
escuchar tanto el suave susurro de un motor encendido como el vibrante
rugido de un motor a toda marcha. El poder que detonan esos sonidos
es más emocionante aún. Nada se compara a sentarse al
volante de un buen automóvil cuando todas las partes del motor
funcionan bien y en perfecta armonía.
Por el contrario, no hay nada más deprimente que un automóvil
no funcione bien. Aunque la pintura esté impecable y el interior
sea comodísimo, si el motor no funciona como debe, el auto
no cumple con su finalidad. Puede marchar aunque parte de los cilindros
falle, pero no corre tan aprisa ni llega tan lejos como si estuviera
bien ajustado.
Desdichadamente, algunos barrios de la Iglesia funcionan con unos
pocos cilindros, algunos, incluso, con uno solo; el barrio de un cilindro
es aquel en el que el obispo soluciona todos los problemas, toma todas
las decisiones y se asegura de que se cumplan todas las asignaciones.
Y, como un cilindro de auto sobrecargado, pronto se desgasta. |
Los
obispos ya tienen grandes responsabilidades. Ellos, sólo ellos,
tienen ciertas llaves, y son los únicos que pueden realizar
ciertas tareas. Pero no se les llama para que lo hagan todo, en todo
momento y a todos los miembros.
Se les llama para que presidan y guíen y extiendan el amor
de Dios a todos Sus hijos. Nuestro Padre Celestial no espera que desempeñen
solos todas las tareas.
Lo mismo aplica a nuestros presidentes de estaca, y a los presidentes
del quórumes del sacerdocio y de las organizaciones auxiliares
y, por extensión, también a los padres. Todos tenemos
mayordomías que requieren mucho tiempo, talento y energía,
pero nunca se nos exige que lo hagamos solos. Dios, el Maestro Organizador,
ha inspirado la creación de un sistema de comités y
consejos. Si se entiende y se aplica, este sistema alivia la carga
de todos los líderes y extiende el alcance y el impacto del
ministerio de éstos por medio de la ayuda combinada de los
demás miembros.
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Seis meses atrás,
hablé desde este púlpito de la importancia del sistema
de consejos de la Iglesia; me referí al gran poder espiritual
y la guía inspirada que se pueden derivar de los consejos bien
llevados de familia, barrio y estaca.
El Espíritu continúa testificándome lo vitales
que son los consejos de la Iglesia, cuando se realizan apropiadamente,
para cumplir con la misión de la Iglesia.
Por esa razón, traté de ver si nuestros fieles y diligentes
obispos habían entendido bien mis palabras pronunciadas en
octubre, y durante sesiones de capacitación que he realizado
en varias partes desde la última conferencia general he puesto
atención especial a los consejos de barrio; como parte de esa
capacitación, invité al consejo de barrio; en cada caso,
le daba al obispo un problema supuesto de una familia inactiva y le
pedía que por medio del consejo del barrio ideara un plan para
activarla. |
Sin excepción,
el obispo se hacía cargo de la situación inmediatamente
y decía a los demás: “Este es el problema y esto
es lo que pienso que podemos hacer para resolverlo”, después
de lo cual daba asignaciones a los miembros del consejo del barrio.
Considero que dieron un buen ejemplo de delegación, pero no
utilizaban en lo más mínimo la experiencia y a capacidad
de los miembros del consejo para resolver el problema. Al final, le
pedía la obispo que tratara otra vez pero entonces le decía
que antes de hacer ninguna asignación, recabara ideas de los
miembros del consejo; le pedía especialmente que escuchara
las sugerencias de las hermanas.
Cuando el obispo les daba la oportunidad a los miembros del consejo
de expresar sus opiniones, era como abrir las compuertas del cielo;
una ola de inspiración e ideas inundaba súbitamente
a los miembros del consejo mientras planeaban la reactivación
de la familia en cuestión. |
Al
presenciar la misma escena vez tras vez durante los últimos
seis meses, decidí que no estaría fuera de lugar hablar
otra vez de la importancia de los consejos. |
No
es mi intención reprender a los que no hayan tomado en serio
lo que dije la última vez, sino que lo hago porque la Iglesia
necesita con urgencia que los líderes, especialmente los presidentes
de estaca y los obispos, aprovechen y canalicen la fortaleza espiritual
por medio de los consejos. Los problemas familiares, del barrio y
de la estaca pueden solucionarse de la manera en que el Señor
lo ha revelado.
La experiencia me dice que muchas personas se benefician cuando los
líderes utilizan sabiamente los comités y los consejos.
Adelantan la obra del Señor con mucha más rapidez y
la llevan más lejos, como un automóvil que funciona
en óptimas condiciones; los miembros de los comités
y de los consejos son unidos, y juntos hacen un viaje mucho más
agradable por la carretera del servicio de la Iglesia.
Hoy día
voy a repasar el funcionamiento de tres comités y consejos
de barrio que siempre deben seguir la misma agenda. |
El primero
es el comité ejecutivo
del sacerdocio. Lo forman el obispado, el líder
de grupo de sumo sacerdotes, el presidente del quórum de élderes,
el líder misional del barrio, el presidente de los Hombres
Jóvenes, el secretario ejecutivo y el secretario del barrio.
Este comité se reúne semanalmente bajo la dirección
del obispo para deliberar sobre los programas del sacerdocio del barrio,
incluso las historia familiar, las obras del templo, misional y de
bienestar, la orientación familiar y la activación de
miembros.
El segundo es el comité de bienestar
del barrio. Comprende el comité ejecutivo del
sacerdocio y la presidencia de la Sociedad de Socorro. Este comité
de reúne por lo menos una vez al mes, bajo la dirección
del obispo, para tratar las necesidades temporales de los miembros
del barrio. Sólo el obispo puede adiganr los recursos de bienestar,
pero el comité planea la ayuda a los pobres y coordina el uso
de los recursos del barrio como tiempo, talento, habilidades, materiales
y el servicio compasivo de los miembros del barrio.
En las reuniones de este comité, como en las de los demás
consejos y comités, a menudo se tratan asuntos delicados que
requieren absoluta reserva.
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El
tercero es el consejo del barrio.
Este consiste en el comité ejecutivo del sacerdocio, el presidente
de la Escuela Dominical, las presidentas de la Sociedad de Socorro,
de las Mujeres Jóvenes y de la Primaria, así como el
presidente del comité de actividades. El obispo puede invitar
a otras personas a las reuniones cuando se requiera. Este consejo
se reúne por lo menos una vez al mes para correlacionar el
planeamiento de todos los programas y actividades del barrio y para
estudiar el progreso del barrio referente al cumplimiento de la misión
de la Iglesia. En él se reúne un grupo variado de líderes
del sacerdocio y de las mujeres para tratar asuntos que afectan a
los miembros del barrio y de la comunidad; además, estudia
las sugerencias de los maestros orientadores y de las maestras visitantes. |
Recientemente,
un obispo que estaba muy preocupado por la falta de reverencia del
barrio expresó esa inquietud a los miembros del consejo del
barrio para que le dieran sugerencias. La presidenta de la Primaria,
titubeante, levantó la mano:
“Bueno”, dijo ella, “hay una persona
que siempre habla mucho en la capilla antes y después de la
reunión sacramental y esto distrae a todos”.
El obispo no se había dado cuenta de que nadie en particular
hiciera tanto ruido en la capilla, pero dijo que hablaría con
esa persona y le preguntó quién era.
La hermana respiró profundamente y dijo: “Es usted,
obispo. Yo sé que lo hace para acercarse a los miembros, y
nos gusta que quiera saludar a todos los que llegan, pero cuando los
demás lo ven caminar por toda la capilla y hablar con la gente
durante el preludio, piensan que está bien que ellos hagan
lo mismo”.
Los demás del consejo estuvieron de acuerdo, y el obispo le
agradeció y les pidió sugerencias. Entre todos decidieron
que el obispado, incluso el obispo, se sentaría en el estrado
cinco minutos antes de la reunión sacramental para dar el ejemplo
de reverencia en la capilla. En una reunión posterior en que
se volvió a tocar el tema, todo el consejo estuvo de acuerdo
en que ese sencillo plan había dado mucho más reverencia
en la reunión sacramental. |
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"La
experiencia me dice que muchas personas se benefician cuando
los líderes utilizan sabiamente los comités
y los consejos. Adelantan la obra del Señor con mucha
más rapidez y la llevan más lejos, como un automóvil
que funciona en óptimas condiciones..." |
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Otro obispo observó que en las reuniones
de testimonios los miembros se estaban acostumbrando, en lugar de
dar testimonio de Cristo y de Su Evangelio, a dar discursos, a hablar
de sus viajes recientes, a contar experiencias ajenas al evangelio
o a hablar de paseos o actividades que habían realizado con
la familia; él entendía que eran temas importantes
para los hermanos que hablaban, pero no eran testimonios de Cristo
y Su evangelio. Entonces preguntó a los del consejo de barrio:
“¿Cómo podemos enseñar la importancia
de testificar en la reunión sobre Cristo y Su Iglesia restaurada
sin ofender a los miembros?”
Después de un momento de algunos comentarios de las hermanas,
el consejo sugirió que el obispo enseñara a los miembros
lo que es un testimonio, y también lo que no es. Además,
el consejo decidió que los quórumes y las organizaciones
auxiliares debían hablar en sus reuniones del propósito
de la reunión de testimonios, y que los maestros orientadores
y las maestras visitantes repasaran este tema con las familias durante
la visita mensual.
El obispo ahora dice: “Nuestras reuniones de testimonios
han mejorado mucho. Ahora los miembros expresan su testimonio de
Cristo y del amor que Él siente por nosotros y la espiritualidad
del barrio ha aumentado muchísimo”.
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Una de las preocupaciones
mayores de las Autoridades Generales es que algunos conversos nuevos
no se mantienen activos y que hay otros miembros que tampoco asisten.
Si los consejos de barrio estuvieran funcionando como deben, se hermanaría
inmediatamente a todos los nuevos conversos, tendrían maestros
orientadores o maestras visitantes y recibirían un llamamiento
apropiado pocos días después de bautizados. Los menos
activos recibirían llamamientos que les hicieran sentir que
los miembros del barrio los aprecian y necesitan.
Las Autoridades Generales han expresado su “preocupación
en cuanto a los miembros que pertenecen a grupos que dicen que ayudan
a las personas a conocerse mejor a sí mismas, a aumentar la
estimación propia y a desarrollar el albedrío.”
Los miembros y los líderes de la Iglesia no deben asociarse
con esos grupos. En lugar de eso “los líderes locales
deben aconsejar a los que deseen mejorarse a sí mismos que
se afiancen a los principios del evangelio y que adopten costumbres
buenas que fortalezcan la capacidad de vencer obstáculos”
(Boletín de diciembre de 1993-2). |
Cuando
los presidentes de estaca y los obispos permiten a los líderes
de las organizaciones auxiliares y del sacerdocio, a los que el Señor
ha llamado para servir con ellos y ser parte de un equipo, que resuelvan
problemas, suceden maravillas; esta participación aumenta la
comprensión del grupo y conduce a mejores soluciones. Ustedes,
obispos, dotan de energía a los líderes del barrio al
darles la oportunidad de hacer sugerencias y de que se los escuche;
además, preparan a los líderes del futuro al permitirles
participar y aprender. Así pueden sacar mucho peso de sus propios
hombros. Las personas que sienten que el problema es también
de ellas están más dispuestas a encontrarle solución,
aumentando así la posibilidad de tener éxito.
Una vez que los consejos apropiados se organicen y los hermanos y
las hermanas tengan plena oportunidad de contribuir, los líderes
de estaca y barrio pueden ir más allá del simple mantenimiento
de las organizaciones: pueden enfocar sus esfuerzos en buscar la forma
de mejorar el mundo en que viven. Los consejos de barrio sin duda
pueden tratar asuntos como la delincuencia de las pandillas, la seguridad
de los niños, el deterioro de las zonas urbanas o las campañas
de limpieza comunitaria. Los obispos podrían preguntar a los
consejos de barrio: “¿Qué haremos para mejorar
nuestra comunidad?” Pensar y participar en el mejoramiento de
la comunidad es apropiado para los Santos de los Ultimos Días.
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Durante los últimos
ocho años y medio he servido como miembro de un consejo de
doce hombres que venimos de distintos lugares y que aportamos en el
Consejo de los Doce Apóstoles una diversidad de experiencias
en la Iglesia y en el mundo. En nuestras reuniones, no esperamos sentados
que el presidente Howard W. Hunter nos diga que tenemos que hacer,
sino que hablamos abiertamente unos con otros y nos escuchamos con
profundo respeto por las habilidades y experiencias que cada uno de
nosotros aporta al consejo. Conversamos de una gran variedad de temas,
desde la administración de la Iglesia hasta los acontecimientos
mundiales, con toda franqueza. A veces tratamos un asunto durante
semanas antes de tomar una decisión; no siempre nos ponemos
de acuerdo mientras intercambiamos opiniones, pero una vez que se
toma la decisión, siempre estamos unidos y resueltos.
Este es el milagro de los consejos de la Iglesia: que nos escuchamos
mutuamente y escuchamos al Espíritu. Cuando nos apoyamos unos
a otros en los consejos de la Iglesia, empezamos a comprender cómo
Dios puede transformar a hombres y mujeres comunes en líderes
extraordinarios. Los mejores líderes no son los que
se matan trabajando para hacer todo solos; los mejores líderes
son los que siguen el plan de Dios y consultan con sus consejos. |
“Venid
ahora", dijo el Señor en una de las dispensaciones antiguas
por medio del profeta Isaías, “y razonemos juntos"
(Isaías 1:18). En esta última dispensación, repitió
esta exhortación, diciendo: “...venid... y razonemos
juntos para que entendáis” (DyC 50:10)
Recordemos que el consejo básico de la Iglesia es el consejo
de la familia. Los padres deben aplicar con diligencia los principios
que he expuesto en sus relaciones con sus cónyuges y con sus
hijos. Si lo hacemos, tendremos en nuestro hogar el cielo en la tierra.
Hermanos y hermanas, trabajemos juntos como nunca en nuestras mayordomías
para encontrar la manera de utilizar con más eficacia el estupendo
poder de los consejos. Les pido que piensen lo que dije sobre este
tema en octubre del año pasado y en lo que he dicho hoy. Les
testifico que, cuando nos consultamos, podemos darle a nuestro ministerio
el gran ímpetu del plan revelado por Dios para el liderazgo
del evangelio.
Que Dios los bendiga para que se mantengan unidos a fin de fortalecer
a la Iglesia y a nuestros miembros. Lo ruego en el nombre de Jesucristo.
Amén. |
|
Mensaje dado en la Conferencia General de abril de
1994, y publicado en la Liahona de julio de 1994, págs. 28-31) |
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Estilo SUD, 24 de
abril de 2010 |
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