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"Los
maestros orientadores
nos visitarán hoy"
por el Pte. Thomas S. Monson
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Hace
veinticinco años, (o sea 1953) los antecesores de ustedes,
aquellos que fueron llamados a formar parte del entonces nuevo Comité
de la Orientación Familiar del Sacerdocio, se reunieron en
el viejo auditorio, situado en aquella época en el tercer piso
del Edificio de Administración de la Iglesia, para recibir
instrucciones en cuanto a sus deberes. |
Muchos
de los que éramos miembros de ese comité habíamos
trabajado por largo tiempo en la preparación del material que
se iba a presentar, mientras otros sólo sabían que estaba
por comenzar un nuevo plan, mediante el cual el evangelio llegaría
más eficazmente a los hogares de los miembros. Todos los presentes
estábamos sumamente ansiosos por recibir más información,
cuando el Pte. David O. McKay entró en el salón y se
paró detrás del púlpito para hablar. Comenzó
su mensaje diciendo: “El hogar es el fundamento de la vida
recta, y ninguna otra institución puede ocupar su lugar ni
cumplir con sus funciones esenciales”. Después de
presentar el mensaje que había preparado, terminó pronunciando
las siguientes palabras: “Llevar el evangelio a nuestros
hogares; ésa es nuestra mayor responsabilidad”. |
El
Pte. Marion G. Romney agregó: “El propósito
del programa de la orientación familiar es un incentivo para
que todos los miembros de todas las familias cumplan con su deber”.
Y el Pte. Harold B. Lee se hizo eco de un comentario que le había
hecho el Pte. McKay, quien al repasar los detalles del programa de
orientación familiar había exclamado: “Este
programa no es simplemente un paso hacia adelante, sino un enorme
salto. Mi alma se llena de gozo.”
¿Qué informe podemos dar de nuestros resultados alcanzados
después de estos veinticinco años? |
Hemos
experimentado progresos. Ya no se escucha el comentario negativo:
“Bajen las persianas; ahí vienen los maestros orientadores”.
Mas bien, los padres instan a los miembros de sus familias diciendo:
“Estén en casa a las siete de la tarde en punto;
los maestros orientadores nos visitarán hoy”. |
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Sin embargo,
todavía nos queda mucho por hacer. El Señor no ha anulado
la instrucción que dio al sacerdocio en el sentido que debemos
“visitar la casa de cada miembro, exhortándolos a orar
vocalmente, así como en secreto, y a cumplir con todos los
deberes familiares... el deber del maestro es velar siempre por los
miembros de la iglesia, y estar con ellos y fortalecerlos; y cuidar
de que no haya iniquidad en la iglesia, ni aspereza entre uno y otro,
ni mentiras, ni difamaciones, ni mal decir; y ver que los miembros
de la iglesia se reúnan con frecuencia, y también ver
que todos cumplan con sus deberes” (DyC 20:51, 53-55). |
Al escuchar
los informes que se extraen de las visitas hechas a estacas y misiones,
cada vez nos resultas más obvia la necesidad de recalcar el
tema de la orientación familiar. En la mayoría de los
casos, los resultados esperados estarán a nuestra disposición
cuando sigamos el consejo que el Señor da en la sección
84 de Doctrina y Convenios, donde dice: |
“Y
si de entre vosotros uno es fuerte en el Espíritu, lleve
consigo al que es débil, a fin de que sea edificado con toda
mansedumbre para que se haga fuerte también.
“Llevad, pues con vosotros a los que son ordenados con el
sacerdocio menor, y enviadlos delante de vosotros para fijar citas,
preparar la vía...” (DyC 84:105-106) |
¿Estamos
utilizando a los hombres y a los jóvenes del Sacerdocio Aarónico
completamente en la orientación familiar? Ellos deben salir
con aquellos hermanos que sean fuertes en el espíritu, o sea,
los sumo sacerdotes y los élderes. Al prepararse para ir a
los hogares, deben orar. El “compañero menor” o
poseedor del Sacerdocio Aarónico, debe tomar parte en la instrucción
o en la enseñanza que se imparta en cada hogar. |
Cuando
el liderazgo de las estacas y de los barrios respalde plenamente este
esfuerzo, se visitarán los hogares, se enseñará
el evangelio y se salvarán preciosas almas. |
¿Está
este punto incluido en la lista de temas a tratar en cada reunión
de los consejos ejecutivos del sacerdocio de barrio y estaca? ¿Entiende
el secretario ejecutivo de cada barrio y de la estaca que la orientación
familiar es una de sus responsabilidades principales y que por cierto
ésta fue una de las razones fundamentales para crear en la
Iglesia el cargo de secretario ejecutivo? A menudo resulta muy fácil
prestarles atención a otros asuntos más bien que concentrarnos
en este tema tan vital. |
El
Pte. John Taylor nos exhorta de la siguiente manera:
“Si no magnificáis vuestro llamamiento, Dios os hará
responsables de aquellos a quienes hubierais podido salvar, de haber
cumplido con vuestro deber. Y ¿quién de nosotros puede
darse el lujo de ser responsable de entorpecer la vida eterna de un
alma humana?
Si el sentir gran gozo es la recompensa por salvar un alma, cuán
terrible entonces debe ser el remordimiento de aquellos cuyos tímidos
esfuerzos hayan hecho que un hijo de Dios se viera privado de advertencias
y de ayuda”. |
En el caso de
muchos hogares, la visita adquiere un significado muy especial cuando
hay miembros de la familia que requieren ayuda o atención
particular. Me refiero a aquellos que están en el servicio
militar. ¿Se acuerdan de ellos los maestros orientadores?
Estas personas se encuentran sujetas a la más difícil
de las tentaciones. Una carta de los maestros orientadores que los
haga sentir cerca de la familia nunca se pasa por alto, nunca se
deja de leer ni de agradecer.
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En
una ocasión, estuve de visita en Atenas, Grecia, y tuve la
oportunidad de reunirme con unos cuantos marinos del portaviones USS
Franklin D. Roosevelt, asignado a la Sexta Flota de la Marina de Estados
Unidos. El comandante de grupo me informó que había
veintisiete miembros de la Iglesia a bordo de la nave, dieciocho de
los cuales eran élderes. Estos informaron en cuanto a un cien
por ciento de orientación familiar y cien por ciento de asistencia
a la reunión sacramental. |
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¿Está
la orientación familiar incluida en la lista de temas
a tratar en cada reunión
de los consejos ejecutivos del
sacerdocio de barrio y estaca? |
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No
todos los grupos de este tipo son igualmente afortunados. En otra
oportunidad y ocasión conocí a un joven marinero que
había sido ordenado al oficio de maestro, pero nunca al de
presbítero. Se trataba de un joven digno; estaba deseoso de
servir, pero nunca había sido enviado a un lugar donde se pudiera
llevar a cabo la debida ordenación. Tuve el privilegio de reunirme
con él, de entrevistarlo y ordenarlo al oficio de presbítero
en el Sacerdocio Aarónico, y de ser testigo de cuando bendijo
y repartió la Santa Cena a un pequeño grupo con el cual
me reuní. Me sentí como un sustituto del maestro orientador
cumpliendo con su deber en beneficio de una preciosa alma. |
Hace
algunas semanas, cuando de me invitó a acompañar al
Pte. Benson a la ceremonia de la palada inicial del Templo de San
Diego, mi memoria se remontó cuarenta años atrás,
a mis días de marino. Cuánto aprecio llegué a
sentir por los maravillosos santos de San Diego. Nos invitaron a sus
hogares, nos dieron de comer y nos brindaron su amor y afecto. |
No olvidemos a aquellos que sirven en las fuerzas armadas y se encuentran
lejos de sus respectivas familias. |
Otra
parte de la familia la componen aquellos que son solteros. Necesitan
nuestra ayuda y la atención de los maestros orientadores. ¡La
Iglesia necesita a cada uno de sus miembros! Los líderes de
la Iglesia y también los miembros necesitan incluir en su círculo
y hermanar a los miembros solteros; a todos ellos: los que nunca se
han casado, los viudos y los divorciados. Necesitan que se les ayude
a tener estimación propia y a ser bien vistos por los demás.
Es necesario que la Iglesia demuestre interés hacia ellos y
les dé la debida participación. Tengamos siempre presente
que todos son miembros de una misma familia, aun cuando no todos estén
casados. |
Hace
algunos años, mi esposa y yo nos encontrábamos en el
gigantesco aeropuerto de Londres, Inglaterra, esperando la partida
de nuestro vuelo. Una joven, quizás en los últimos años
de la adolescencia, se acercó a varias personas para explicarles
algo que obviamente parecía un problema personal. Poco después
se acercó a nosotros y nos contó que su pasaje de regreso
a su hogar en Denver, Colorado, había sido emitido por una
compañía que se había declarado en quiebra, habiendo
así dejado invalidado su pasaje. No contaba con el dinero suficiente
para comprar un pasaje de regreso al hogar. Le faltaban setenta y
cinco dólares, y nos preguntó si le podíamos
prestar esa cantidad.
Ahora bien, sabíamos que hay muchas personas inescrupulosas
que a menudo piden dinero prestado sin intenciones de devolverlo,
pero pudimos percibir algo muy particular en aquella joven. Cruzó
por mi mente la imagen de nuestra propia hija y pensé en cuánto
desearía que algún extraño acudiera a su rescate
si ella alguna vez se viera enfrentada a una situación similar.
Mi esposa ni siquiera vaciló y me dijo al oído: “
¡Ayúdale!”
Le proporcionamos el dinero; ella nos dejó su dirección
y prometió que nos reembolsaría lo que le habíamos
prestado apenas llegara a Denver.
Podrán imaginarse lo que sentimos cuando dos semanas más
tarde llegó una carta acompañada por setenta y cinco
dólares; pero lo que es más importante, una carta llena
de expresiones de agradecimiento de la joven del aeropuerto. |
Como
parte de nuestra orientación familiar podemos y debemos recalcar
el programa de la Noche de Hogar. A medida que el mundo se va enfriando
cada vez más, y que las influencias corruptivas están
cada vez más esparcidas y son más comunes, la estabilidad
del hogar y la familia se encuentra bajo constante ataque. |
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Como parte
de nuestra orientación familiar podemos y debemos recalcar
el programa de la Noche de Hogar. |
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Muy
a menudo aquello que contamina es bienvenido en nuestros propios hogares
a través de los medios de comunicación que ofrecen maravillosas
oportunidades para aprender y hermosas ventajas culturales, pero que,
lamentablemente, con frecuencia se transforman en el medio de propagación
de aquello que es cuestionable y moralmente destructivo.
Padres y madres están perdiendo oportunidades gloriosas de
fortalecer a sus familias contra las influencias destructivas de la
época cuando no juntan a los suyos alrededor de ellos y fortalecen
en forma regular los lazos familiares y la madurez individual y las
responsabilidades. |
Hace casi setenta
y cinco años (o sea en 1913), la Primera Presidencia declaró
a la Iglesia que “si los santos obedecen este consejo de
llevar a cabo noches de hogar, prometemos que recibirán grandes
bendiciones. El amor en el hogar y la obediencia a los padres habrá
de crecer. Se desarrollará la fe en el corazón de los
jóvenes y cobrarán poder para combatir las influencias
maléficas y las tentaciones que los atacan”. |
En una ocasión
en que visité el Museo Victoria y Albert de Londres, me detuve
frente a una magnífica pintura titulada “Al rescate”.
El cuadro mostraba un mar encrespado por una tormenta y a un grupo
de hombres que remaba decididamente contra la corriente, mar adentro,
al rescate de un grupo de náufragos.
En la costa aguardaban las esposas y los hijos de esos arrojados hombres
que, llenos de confianza en Dios y poniendo sus propias vidas en peligro,
iban al rescate de otras personas. |
Lo mismo sucede con el sacerdocio de Dios. Tenemos el sagrado deber
de lanzarnos al mar de la vida para poder rescatar a aquellos que
luchan en medio de las olas de la adversidad y batallan contra los
pecados de la vida para no perecer.
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Quisiera
contarles una experiencia que ilustra cómo un hombre se lanzó
al rescate de aquellos que estaban a punto de perecer. Kaspar J. Fetzer,
miembro de la estaca Temple View, quien tenía responsabilidades
especiales relacionadas con la orientación familiar, me llamó
por teléfono un domingo de tarde. Su voz denotaba alegría
al hablarme con un marcado acento alemán. Me dijo: “Obispo,
le agradezco el haber enviado a tiempo su informe de la orientación
familiar”. Yo sabía que eso era apenas el comienzo de
nuestra conversación, ya que mi informe siempre lo entregaba
a tiempo. Entonces continuó diciendo: “Obispo, no entiendo
la línea del informe en la que usted indica que hay doce familias
que son inaccesibles. ¿Qué significa esa palabra?”
Le expliqué que se trataba de personas que no deseaban recibir
la visita de nuestros maestros orientadores, que no querían
saber nada con la Iglesia. “¿Qué?, respondió,
“¿No quieren que el sacerdocio de Dios les visite?”
“Así es”, le respondí.
Entonces el Hno. Fetzer me preguntó: “Obispo, ¿podría
pasar por su casa para que me diera los nombres de esas personas para
yo poder visitarlas en representación suya?”
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Le
dije que por supuesto que sí. Había sido obispo durante
cinco años y había conocido a muchos miembros del sumo
consejo, pero ésa era la primera vez que uno de ellos se había
ofrecido a hacer algo. En menos de una hora el Hno. Fetzer llegó
a mi casa y yo le proporcioné una lista con los nombres y las
direcciones de aquellas personas que yo había indicado que
eran inaccesibles. La lista estaba encabezada por la familia más
difícil, ya que no deseaba que dudara de lo que indicaba mi
informe.
Y así él se fue con la lista, visitando primero a la
familia del hermano Reinhold Doelle, una familia que vivía
en una casa muy grande, tal vez la más hermosa de nuestro barrio.
Estaba rodeada por un cerco blanco, el cual encerraba un espacioso
jardín cubierto de césped y flores y que era celosamente
vigilado por un perro pastor alemán que ladraba o gruñía
ante la presencia de cualquier desconocido, haciéndole saber
de inmediato que no era bienvenido en su territorio. |
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Hay
vidas que iluminar;
hay corazones que alcanzar;
hay almas que salvar. |
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El Hno, Fetzer
confirmó la dirección, se bajó de su automóvil
y caminó hacia el portón de la casa. Al estirar el brazo
para abrir el pestillo del portón, vio que el perro venía
corriendo hacia él con no muy buenas intenciones. Instantáneamente
el Hno. Fetzer le gritó algo al perro en alemán, lo
cual hizo que el animal se detuviera. Acarició el lomo del
perro y le habló suavemente en alemán, idioma que el
dueño empleaba para hablarle. El perro comenzó a mover
la cola, el Hno. Fetzer abrió el portón y ese hogar
recibió la visita de un maestro orientador, la primera de ellas
en muchos años.
Más tarde, ese mismo día, el Hno. Fetzer regresó
a mi hogar y, con una sonrisa en su rostro, me dio el siguiente informe:
“Obispo, puede tachar de su lista de familias inaccesibles a
siete de ellas que están dispuestas ahora a recibir a los maestros
orientadores.” |
Se
había enseñado una lección; se había aprendido
una lección. Se había verificado una verdad:
querer es poder. |
Muchos años
después de aquel incidente, yo me encontraba en una recepción
de casamiento en el hogar de una prominente familia de Salt Lake City.
Una hermana que estaba parada cerca de donde yo me encontraba vino
a saludarme. Era la hermana Doelle, de nuestro viejo barrio. Me comentó
que en ese entonces vivían en California y que su esposo había
fallecido. Entonces me preguntó: “¿Qué
fue de aquel maravilloso maestro orientador, el hermano Fetzer, que
vino a visitarnos una vez cuando vivíamos en su barrio? Aquella
visita cambió nuestra vida. En ese momento resolvimos cambiar
nuestra actitud y activarnos en la Iglesia. En la actualidad estoy
en la presidencia de la Sociedad de Socorro de nuestro barrio. Estaremos
eternamente agradecidos por aquella visita tan especial de un maestro
orientador tan especial”. Aun cuando el Hno. Fetzer ya había
vuelto a su morada eterna, estoy seguro que se sentiría complacido
con el resultado de aquella visita que había hecho años
atrás. |
Hermanos, nuestros
esfuerzos en esta causa son continuos. La obra nunca terminará
hasta que nuestro Señor y Maestro diga: “Ya es suficiente”.
Hay vidas que iluminar; hay corazones que alcanzar; hay almas que
salvar. Tenemos el sagrado privilegio de iluminar, de alcanzar y de
salvar a esas preciosas almas que nos han sido confiadas. Que podamos
hacerlo con fidelidad y con corazones llenos de alegría, es
mi oración, en el nombre de Jesucristo. Amén. |
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Mensaje dado
por el Pte. Thomas S. Monson el 1 de abril de 1988. |
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Estilo SUD, 14 de
noviembre de 2009 |
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