Los quórumes del Sacerdocio
en el Plan de Bienestar

Por el Pte. Gordon B. Hinkley (1910-2008)

Quisiera relataros una experiencia que tuve hace muchos años mientras servía como presidente de estaca. Un día recibí un llamado telefónico de un obispo quien me informó que un matrimonio de su barrio estaba a punto de divorciarse; comprando a crédito habían superado todos los límites de la prudencia y discutían sin cesar por problemas de dinero. En su empleo, el esposo se veía constantemente enfrentado a las amenazas de embargo del sueldo, y la esposa se rehusaba a quedarse en casa durante el día por temor a las llamadas amenazadoras de los acreedores. Mas aún, pronto quedarían sin casa pues habían recibido aviso de desalojo.
En su frustración mutua, él le reprochaba a ella por ser una mala administradora, y ella a él por ser un mal proveedor.
El obispo me informó que había atendido sus necesidades más inmediatas y que había hablado extensamente aconsejándolos, a fin de que el amor y el respeto reinaran entre ellos una vez más, sin embargo, había llegado a la conclusión de que ya no podía hacer nada más para ayudarles.
Le pregunté al obispo si el hombre pertenecía a un quórum del Sacerdocio, y me contestó que era élder.
Esa tarde la presidencia del quórum acudió a una reunión convocada por el obispo; dentro de un clima confidencial se habló sobre el problema; entonces la presidencia del quórum sugirió los nombres de un comité que podría trabajar con la familia afectada.
El comité incluía un abogado, a un gerente de créditos, a un contador y todos los miembros del quórum.
Después, invitaron a la pareja y les preguntaron si estarían dispuestos a dejar sus asuntos financieros en manos de estos hermanos. Ambos se echaron a llorar ante la posibilidad de verse libres se un yugo que para ellos era muy difícil de llevar.
Fue entonces que se llamó a los hombres mencionados por el comité y cada uno de ellos aceptó servir.
Así fue que se enfrentaron a un panorama por cierto desconsolador: las cuentas mensuales totalizaban casi el doble del ingreso; pero aquellos hombres estaban acostumbrados a tratar con problemas; analizaron cuidadosamente la situación, y encontraron, por ejemplo, que el matrimonio tenía dos autos cuando en realidad uno era suficiente, aun cuando les causara algún pequeño inconveniente. Además, había otras cosas de los que podían prescindir.
Entonces, con los hechos ante ellos, se pusieron en contacto con los varios acreedores, e hicieron lo que el apesadumbrado esposo no podía hacer por sí mismo: hablar con los acreedores a un mismo nivel y preparar un plan de pago con cada uno de ellos; aseguraron a los acreedores que tenían los ingresos de la familia bajo control, y con esta seguridad y la experiencia evidente de los miembros del comité, aquellos estuvieron dispuestos a aceptar el plan. Al mismo tiempo que se hacían cargo de administrar los asuntos de la familia, los miembros del comité les enseñaron principios de administración del presupuesto familiar, responsabilidad financiera y administración monetaria.
El problema no pudo ser superado en un día; llevó muchos meses, pero comenzaron a verse milagros. Ambos cónyuges se enfrentaron a una nueva y satisfactoria disciplina; los acreedores recibieron lo que se les debía, la casa no se perdió, y lo que es más importante, el amor y la paz volvieron a reinar en el hogar.
Quise compartir esta experiencia para hacer hincapié en un principio que fue definido por el presidente J. Reuben Clark hace muchos años, cuando dijo:
“Los quórumes del Sacerdocio en sus esfuerzos, no tienen la obligación que corresponde al obispo. Pero la relación del Sacerdocio y el espíritu de hermandad abnegada que éste abarca, requiere que sus miembros, en forma individual y en calidad de quórumes, pongan en funcionamiento sus más significativos poderes para rehabilitar a sus hermanos errantes y desafortunados, espiritual y temporalmente.
En sus administraciones temporales el obispo mira a cada necesitado como un problema temporario, preocupándose por ellos hasta que ellos puedan ayudarse a sí mismos. Pero el Sacerdocio debe contemplar a sus miembros necesitados como un problema continuo, no sólo hasta que sean resueltos sus problemas temporales, sino también los espirituales. Como un ejemplo concreto, un obispo extiende su ayuda mientras el artesano se encuentra sin trabajo y en necesidad; un quórum del Sacerdocio le proporciona trabajo y se asegura de que no tenga problemas hasta que se pueda bastar por sí mismo y sea activo en sus deberes del Sacerdocio.”

(Bishops and Relief Society, J. Reuben Clark, hijo, 19 julio 1941, págs. 17-18)
El presidente Clark también dijo:
“Dicha asistencia puede proporcionarse ayudando a un hermano necesitado en su problema actual, a edificar su hogar o a iniciarse en un pequeño negocio; o si se trata de un artesano, consiguiéndole un estuche de herramientas o, si se tratare de un granjero, obteniendo semillas para él o ayudándole a plantar y a cosechar; o a hacer frente a una necesidad crediticia urgente; abasteciéndole con ropa, casa y comida; o asistencia médica, y educación para los hijos; o proporcionándole ayuda en diferentes formas.” (Estes Park Adress, 20 junio 939, pág.20).
Estoy satisfecho, mis hermanos, de que en cada quórum del Sacerdocio se cuente con las suficiente experiencia, con el suficiente conocimiento, fortaleza y preocupación para ayudar a los miembros del quórum que tengan problemas, siempre que estos recursos sean administrados en la debida forma.
Fue Lao Tze, un filosofo chino, quien dijo: “Si dais a un hombre un pescado para comer, tendrá suficiente para una comida; pero si le enseñáis a pescar, comerá durante toda su vida.
Esto, según lo veo, ilustra el principio de los Servicios de Bienestar. Es responsabilidad de cada obispo proporcionar ayuda de emergencia, para asegurarse de que ninguna persona ni su familia sufran. Es la obligación del quórum del Sacerdocio poner en funcionamiento aquellas fuerzas y recursos que habrán de equipar al miembro necesitado con lo necesario para que pueda proveer continuamente para él y su familia.
El presidente Harold B. Lee dijo: “Todos los quórumes del Sacerdocio son mandados por el Señor a juntar sus fuerzas y bajo el espíritu y el poder del Sacerdocio, asegurarse de que toda persona que se encuentre en desdicha sea asistida por su quórum, a fin de capacitarlo para satisfacer sus propias necesidades” (Improvement Era, oct. 1937, pág. 634)
Me satisface saber que el Señor planeó que un quórum del Sacerdocio fuera mucho más que una clase de teología los domingos por la mañana. Por supuesto, la edificación de la espiritualidad y el fortalecimiento del testimonio a través de la enseñanza apropiada del evangelio, constituyen una responsabilidad importante en el Sacerdocio. Pero éste es tan sólo un segmento de la función del quórum. Cada quórum debe constituir una hermandad activa hacia cada miembro si es que se desea alcanzar buenos resultados. Se debe instruir en cuanto a principios de preparación personal y familiar; si estos principios se enseñan en la forma correcta, se transformarán en un bienestar preventivo puesto que el miembro del quórum y su familia, equipados con dicho conocimiento, estarán más preparados para hacerse cargo de las muchas dificultades que puedan surgir.

La enseñanza concerniente a la administración financiera y de recursos, producción y almacenamiento en el hogar, y el hacer hincapié en actividades que promuevan la salud física, emocional y espiritual, deben constituir el interés apropiado y legítimo de la presidencia del quórum en beneficio de sus miembros.
Más aún, el quórum se transforma en un recurso organizado y disciplinado a disposición del obispo y del presidente de estaca, para producir y administrar los artículos de bienestar. Es en el quórum donde se encuentran las fuertes manos de hombres dispuestos a trabajar en las plantaciones, a levantar cercas, y a cumplir con los duros requisitos de nuestros proyectos de bienestar.
Recuerdo a un oficial del quórum de nuestra estaca que trabajaba para un hombre de negocios, quien también era miembro de ese quórum; el hombre de negocios era el jefe del presidente del quórum durante cuarenta horas por semana.
Fue este mismo presidente de quórum quien llamó y asignó al hombre de negocios, su jefe, para ir a la granja de la estaca a las cinco de la mañana a trabajar en la plantación de remolachas.
Y digamos, en favor de ambos, que se respetaban mutuamente en sus distintas posiciones y trabajaban como hermanos en una gran fraternidad.
Quisiera agregar que este hombre de negocios tenía a otros miembros del quórum trabajando para él. El quórum del que formaba parte operaba como una rama del comité de Servicios de Bienestar del barrio, un programa eficaz de empleos bajo el cual se creaban oportunidades de trabajo, no solamente para los desocupados, sino para mejorar las condiciones laborales de otros cuyas ocupaciones no estuvieran de acuerdo con su talento o habilidad.
En una revelación dada en 1831, el Señor amonestó a los élderes a velar por la Iglesia diciendo: “ Y recordad en todas las cosas a los pobres y a los necesitados, a los enfermos y a los afligidos, porque el que no hace estas cosas no es mi discípulo” (DyC 53:40).
Cada quórum tiene acceso directo al hogar de todo miembro, a través de los maestros orientadores asignados. Estos hermanos del Sacerdocio tienen no solamente la responsabilidad de enseñar, sino también de preguntar, ponerse al tanto, y aun, mediante el poder del Espíritu Santo, discernir las necesidades de aquellos por quienes son responsables.

Si existieran necesidades temporales, la información pasa al comité de Servicios de Bienestar de barrio, presidido por el obispo, donde se consideran mediante la oración y se establecen aquellos recursos que atenderán las necesidades inmediatas. El obispo es asistido por la presidenta de la Sociedad de Socorro; y las necesidades subsiguientes quedan bajo la dirección del presidente del quórum, quien utiliza los recursos que están a su disposición.
Hermanos, el quórum del Sacerdocio es la organización del Señor para los hombres de la Iglesia, de la misma forma que la Sociedad de Socorro es la organización para las mujeres de la Iglesia; cada uno de estos grupos tiene entres sus responsabilidades, el asistir a aquellos que están necesitados.

Cuando se organizó la Sociedad de Socorro el profeta José Smith dijo a las mujeres que la integraban.
“Acudiréis a socorrer al extraño; verteréis el vino y el aceite en el corazón desconsolado; secaréis las lágrimas del huérfano y llevaréis regocijo al corazón de la viuda” (Comprehensive History of the Church, Vol. 4, pág. 112).
Espero que este mismo sea el propósito de los hombres del Sacerdocio. Será un día maravilloso, hermanos, será un día en que se cumplan los propósitos del Señor, aquel en el que los quórumes del Sacerdocio se transformen en un ancla de fortaleza para cada uno de esos miembros, aquel en que cada hombre pueda decir con propiedad:
“Soy miembro de un quórum del Sacerdocio de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días. Estoy listo para ayudar a mis hermanos en todas sus necesidades, de la misma forma en que ellos están listos para ayudarme a mí en las mías. Trabajando juntos, progresaremos espiritualmente como hijos del convenio de Dios. Trabajando juntos podremos enfrentarnos, si vergüenza y sin miedo, a todo viento de adversidad que nos azote, ya sea económico, social o espiritual.”
Que el Señor nos ayude a incrementar nuestros esfuerzos para alcanzar ese día de grandes logros.
 
Discurso publicado en la Liahona de febrero de 1978

 

Estilo SUD, 30 de enero de 2010
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