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Principios
por el élder Boyd K. Packer |
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La
esencia verdadera de la función del sacerdocio no consiste
en los procedimientos,
sino en el conocimiento y enseñanza de los principios y la
doctrina. |
Recibí
la asignación de hablar acerca del llamamiento de misioneros.
El Señor nos ha mandado predicar el evangelio. Las escrituras
repiten ese mensaje más de ochenta veces: “Predicad el
evangelio a toda nación, tribu, lengua y pueblo”, y esa
es razón suficiente para hacerlo. Quisiera añadir otra
razón para llamar misioneros. Creo que si tan sólo comprendiéramos,
si pudiéramos captar el significado de ello, nos impulsaría
tomar una mayor determinación de asegurarnos de que todo joven
se encuentre digno de recibir un llamamiento misional. |
Salvo
aquellos que tengan algún serio impedimento, todo joven debe
ser lo suficientemente digno para recibir un llamamiento misional.
Si pudieseis comprender lo que quiero comunicaros acerca del llamamiento
de misioneros, comprenderíais que éste no sólo
es esencial para el crecimiento de la Iglesia sino también
para su seguridad. Supongo que el mejor título para
lo que quiero decir sería la sencilla palabra: Principios.
Es mi intención expresar ideas acerca de los principios fundamentales
del gobierno del sacerdocio, y luego presentar algunos ejemplos de
cuán esenciales son en el gobierno de la Iglesia, y finalmente
aplicarlos a la obra misional. Estos principios, por supuesto, se
aplican a todos los aspectos de la obra de la Iglesia.
Sabemos que la tarea de los líderes del sacerdocio es interminable.
Aun si dedicaran todo su tiempo, no lo podrían hacer, y por
supuesto, tienen que proveer para sus familias y ser ciudadanos responsables.
Si ese es el caso, ¿cómo pueden elegir lo correcto?
De todo lo que tienen que hacer, ¿cómo pueden sabiamente
discernir cuáles son las tareas que pueden delegar? Las responsabilidades
de los líderes locales se pueden colocar en las siguientes
categorías:
Tenemos que mantener una organización, con el problema
constante de buscar personal.
Tenemos que dirigir programas.
Tenemos que apegarnos a una serie de normas y procedimientos.
Tenemos que administrar reglas oficiales.
Por último, tenemos que honrar y enseñar principios.
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Si
pudieseis comprender lo
que quiero comunicaros acerca del llamamiento de misioneros,
comprenderíais que éste no sólo
es esencial para el crecimiento
de la Iglesia sino también
para su seguridad. |
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La
organización, los programas, los procedimientos, las normas,
y los principios son todos de gran importancia, pero no de igual importancia.
Bien se podría pasar tiempo y dinero en cosas que no son de
vida o muerte y desatender los asuntos más cruciales.
Permitidme dar dos ejemplos, uno referente al aspecto más espiritual
de nuestro ministerio y otro referente al aspecto temporal.
El primero está relacionado con los consejos disciplinarios
de la Iglesia. Es nuestra responsabilidad disciplinar a los miembros
cuando haya habido una transgresión muy grave. En el Manual
General de Instrucciones se encuentra detallada la manera de organizar
un consejo disciplinario y los procedimientos que se deben de seguir. |
No
obstante, a menos que se esté familiarizado con los principios
relacionados con tales casos, se podría llevar a cabo un consejo
disciplinario que se ajuste a todas las indicaciones del manual y
se siga el procedimiento adecuado, y sin embargo, herir en lugar de
sanar al miembro descarriado. Si no conocéis los principios
--con esto me refiero a los principios del evangelio, a la doctrina,
a las revelaciones-- si no conocéis lo que las revelaciones
dicen acerca de la justicia o la misericordia, o lo que revelan acerca
de la reprensión o el perdón, ¿cómo podéis
tomar decisiones inspiradas en aquellos casos difíciles que
requieren vuestro fallo? |
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Existe
en el manual de instrucciones un elemento espiritual que va más
allá de los procedimientos; le pertenece al sacerdocio y trae
implícitos poderes divinos. A menos que estéis familiarizados
con él, a menos que los obispos y presidentes de estaca estén
familiarizados con él, podrán implantar programas
y aún así no redimir a los santos.
Otro ejemplo: en las revelaciones está claro que debemos cuidar
de los pobres dignos. ¿Cómo se debe hacer?
Hemos de colectar las ofrendas de ayuno, y están los programas
de bienestar, los cuales ya conocemos. Los manuales de instrucciones
especifican la manera de administrar estos programas.
Sin embargo, cada caso es diferente. Sin un conocimiento de los principios
del evangelio, podríais actuar en técnico apego con
las instrucciones, y degradar en vez de exaltar al miembro.
Suponed que no sabéis nada en cuanto a la independencia, la
frugalidad y la autosuficiencia.
No se trata de la dedicación, ya que nunca pondríamos
eso en tela de juicio. Se trata más bien del orden de prioridades;
es un asunto de visión. |
Los
principios del evangelio rigen cada aspecto de la administración
de la Iglesia. Su explicación no aparece en los manuales de
instrucciones; sino en las Escrituras. Son la sustancia y el propósito
de la revelación.
Los procedimientos, los programas, la política administrativa
y aun algunos esquemas de organización están sujetos
a cambios.
Es más, es nuestra libertad y deber alterarlos de vez en cuando.
Pero los principios y la doctrina no cambian.
Podéis errar si ponéis demasiado énfasis en los
programas y procedimientos que pueden cambiar, y no comprendéis
los principios fundamentales del evangelio, los cuales nunca cambian.
Ahora, prestad mucha atención. Con esto no quiero decir que
hagáis caso omiso a los manuales; ni por un momento lo diría.
Lo que sí digo es lo siguiente: hay un elemento espiritual
que no aparece en los manuales pero que debéis incluir en vuestro
ministerio si deseáis agradar al Señor. |
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Hay
un elemento espiritual que no aparece en los manuales pero
que debéis incluir en vuestro
ministerio si deseáis agradar al Señor. |
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Si
conocéis el evangelio sentiréis una lealtad para con
las instrucciones del manual que de otro modo no podríais tener.
Mediante ello, evitaréis las innovaciones que no pueden dar
resultado.
Por motivo del crecimiento acelerado de la Iglesia, existe la tendencia
a querer solucionar problemas modificando los límites geográficos,
alterando programas, reorganizando a los líderes o proveyendo
edificios más cómodos. Lo que realmente nos hace falta
es una simplificación, un avivamiento de los principios básicos
del evangelio en la vida de todo Santo de los Ultimos Días.
La verdadera esencia del gobierno del sacerdocio no consiste en procedimientos,
sino en principios y doctrina.
El profeta José Smith nos dio la clave. Refiriéndose
a la administración dijo: “Les enseño principios
correctos y ellos se gobiernan a sí mismos”.
Hace un tiempo entrevisté a un joven obispo en Brasil; tenía
27 años de edad. Me impresionó el hecho de que tenía
todos los atributos de un próspero líder de la Iglesia:
humildad, testimonio, buena presentación, inteligencia, espiritualidad.
He aquí, pensé, un joven con un futuro brillante en
la Iglesia. |
Al
verlo, me pregunté “¿Cómo será su
futuro? ¿Qué haremos por él?”
Me puse a pensar como serían los años futuros.
Será obispo aproximadamente seis años, teniendo para
entonces 33 años de edad; luego servirá como miembro
del sumo consejo de estaca ocho años y cinco años como
consejero en la presidencia de estaca. A los 46 años será
llamado como presidente de estaca; al cabo de seis años será
relevado para servir como representante regional (hoy setenta de área),
cargo que desempeñará por cinco años. Lo cual
quiere decir que habrá pasado treinta años como un ideal,
un ejemplo, la imagen, el líder. No obstante, en todo ese tiempo,
no habrá asistido a tres clases consecutivas de Doctrina del
Evangelio ni habrá participado en tres clases de los quórumes
del sacerdocio.
Hermanos, ¿podéis veros en este ejemplo? A menos que
haya sabido los principios fundamentales del evangelio antes de su
llamamiento, casi no dispondrá de tiempo para aprenderlos después.
Las reuniones, compromisos, presupuestos y otros asuntos que atañen
a las capillas le consumirán su tiempo. Estas cosas por lo
general no se dejan de lado.
Pero sí se dejan de lado los principios: el evangelio se deja
de lado, la doctrina se deja de lado. Cuando eso sucede, ¡corremos
un gran peligro! Tenemos evidencias de ello en la Iglesia hoy día. |
¡Quisiera
alzar mi voz con una solemne y seria amonestación! Vivimos
en tiempos de gran oposición en todo el mundo. Crece de día
y de noche en todos lados. Los enemigos de afuera, quienes, apoyados
por los apóstatas de adentro, ponen a prueba la fe de los miembros
de la Iglesia. Pero no son los programas los que desafían por
el contrario, les tienen cierta admiración. Son en las doctrinas
donde enfocan; son las doctrinas las que reciben sus ataques, y notamos
que muchos líderes se encuentran perdidos ante preguntas sobre
temas doctrinales.
Si nuestros miembros no están al tanto de las doctrinas, corremos
peligro, pese a programas eficaces y edificios funcionales.
Ahora bien, no deseo subestimar nuestros esfuerzos. Puedo ver manifestaciones
de los principios del evangelio en todas partes. Permitidme presentaros
un ejemplo.
En las reuniones de liderazgo de estaca, con frecuencia le pregunto
a algún joven presidente de quórum de élderes
acerca del procedimiento que se emplea para llamar a un nuevo consejero.
¿En qué forma llamaría usted a un nuevo consejero?
Lo que ocurre a continuación, me complace informaros, es típico
de lo que generalmente sucede: |
El
presidente dice:
--Bueno, primero, repaso mentalmente la lista de nombres de los miembros
del quórum y selecciono al que me impresiona que debe ser mi
consejero. Después oro acerca de la decisión.
--¿Por qué ora al respecto?
--Para recibir la guía del Señor.
--¿Qué clase de guía?
--Para saber si es correcta o no.
--¿Quiere decir usted revelación?
--Sí
--¿Cree que es posible recibir revelación cuando se
trata de una cosa como esta?
--Sí
--¿Está seguro?
--Sí
--Pero usted es un joven común y corriente; ¿en verdad
cree que puede recibir revelación de Dios?
--Sí
--¿La ha recibido anteriormente?
--Sí.
--Creo que no podré convencerlo de lo contrario, ¿o
sí?
--¡No! |
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Si
nuestros miembros no están al tanto de las doctrinas,
corremos peligro, pese a programas eficaces
y edificios funcionales. |
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¡Imaginaos!
Un presidente de quórum de élderes común y corriente
sabe lo que es la revelación y cómo obtenerla. Un joven
común y corriente sabe cómo dirigirse al Señor
a través del velo y recibir instrucciones por medio de la revelación.
Esa es la esencia, la esencia misma del gobierno del sacerdocio.
Es un principio del evangelio. Es una ley de Dios que Él revelará
su voluntad a sus siervos, no sólo a los profetas y apóstoles,
sino a sus siervos por todo el mundo. Es un valioso principio que
se debe guardar y nutrir, pero cuando tenemos que estar al tanto de
demasiados programas, tendemos a sofocarlo.
Ahora bien, si este joven presidente está familiarizado con
las Escrituras, nunca seguirá a falsos líderes. En Doctrina
y Convenios habrá leído lo siguiente: |
“Asimismo, os digo que a ninguno le será permitido
salir a predicar mi evangelio ni a edificar mi iglesia, a menos que
sea ordenado por alguien que tenga la autoridad, y sepa la iglesia
que tiene autoridad, y que ha sido debidamente ordenado por las autoridades
de la iglesia.” (DyC 42:11)
Tampoco estará organizado tan mecánicamente como para
no reconocer la inspiración. En la sección cuarenta
y seis de Doctrina y Convenios habrá leído lo siguiente:
“Pero a pesar de las cosas que están escritas, siempre
se ha concedido a los élderes de mi iglesia desde el principio,
y siempre será así, dirigir todas las reuniones conforme
los oriente y los guíe el Santo Espíritu.” |
Es
tan sumamente importante que todo miembro, y particularmente todo
líder, comprenda y conozca el evangelio.
No es fácil encontrar tiempo para estudiar el evangelio. Es
difícil para un presidente de estaca el poder hacerlo y aún
mucho más difícil para un obispo, pero es necesario
y es posible. Los hermanos deben asistir a las clases tan a menudo
como les sea posible; los obispos y presidentes de estaca deben buscar
la manera de asistir por lo menos a una buena porción de las
clases de Doctrina del Evangelio y las lecciones de los quórumes
correspondientes.
Debemos asegurarnos de que las generaciones que nos siguen aprendan
los principios del evangelio. Es nuestro deber enseñarles y
entregarles intactos los principios y las ordenanzas del evangelio
y la autoridad del sacerdocio.
Fomentad aquellos programas que se han diseñado para enseñar
el evangelio. La Primaria, la Escuela Dominical, las lecciones del
sacerdocio y de las organizaciones auxiliares; la Sociedad de Socorro,
el programa del Sacerdocio Aarónico y las Mujeres Jóvenes,
y las reuniones sacramentales pueden ser herramientas poderosas si
las empleamos para predicar el evangelio. Las reuniones sacramentales
deben tratar temas del evangelio. Y no veo como un obispo o presidente
de estaca podría descansar hasta que el programa de seminario
para sus jóvenes estuviera funcionando apropiadamente y el
programa de capacitación de maestros, el cual hace que estos
programas sean de mejor calidad, reciba la debida atención.
Todos estos aspectos merecen cuidado y ratificación. |
Para
concluir, solamente quiero mencionar un punto más: ¿Qué
tiene que ver todo esto con el llamamiento de misioneros? Tiene todo
que ver.
Si existe alguna manera mejor para que un joven miembro de la Iglesia
obtenga un conocimiento profundo del evangelio, es sirviendo en una
misión. La misión es una combinación casi perfecta
del estudio y la aplicación de los principios a medida que
se van aprendiendo. Nada se le puede comparar. |
El
llamamiento de misionero le requiere ser capaz de enseñar los
principios básicos del evangelio todo el día, durante
todos los días. Enseña el Plan de Salvación una
y otra vez.
El Señor es nuestro ejemplo. Sería difícil describir
a Jesucristo como un ejecutivo. Permitidme repetirlo: sería
difícil describir a Jesucristo como un ejecutivo. ¡El
fue un maestro! Ese es el ideal, el modelo.
Los misioneros son maestros. Ningún alumno aprende tanto al
escuchar una lección como el maestro que la prepara.
Imaginaos lo que sería tener un período de estudio diario
de las Escrituras de dos horas con un compañero. ¿Os
gustaría? El misionero estudia las Escrituras como nunca lo
ha hecho y como nunca podrá hacerlo después, especialmente
si recibe un llamamiento como líder.
Se le da una base en la verdadera esencia del evangelio; se le enseñan
los principios fundamentales del gobierno del sacerdocio. El futuro
de la Iglesia dependerá en que él sepa eso.
Pregunta: ¿En dónde suponéis que ese joven presidente
de quórum de élderes obtuvo su cimiento en los principios
del evangelio, el orden de la revelación? ¿En dónde
suponéis que aprendió acerca de la revelación?
Indudablemente lo hizo durante su misión.
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Si
existe alguna manera mejor para que un joven miembro de
la Iglesia obtenga un conocimiento profundo del evangelio,
es sirviendo en una misión. |
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La
seguridad de la Iglesia en generaciones futuras yace en el éxito
que tengamos al llamar misioneros. Si nos preocupa el futuro de esta
obra, no descansaremos hasta que cada joven capaz llegue a ser digno
y tenga el deseo de recibir el llamamiento para servir una misión.
Ahora bien, al principio solamente mencioné el hecho de que
se nos manda predicar el evangelio. Se nos manda que lo hagamos,
ya sea que por ello recibamos o no beneficios y bendiciones adicionales.
¿Por qué? ¡Porque es nuestro deber! Ese
es un principio, ¡un principio imperativo!
Los procedimientos, los programas, las normas y la organización,
los presupuestos y los edificios son importantes en su debido lugar.
Debemos de llevarlos a cabo, pero no a expensas de las cosas más
importantes.
Debemos seguir adelante. Ahora mismo podríamos establecer varias
misiones nuevas si tuviésemos suficientes misioneros. De modo
que nuestro consejo e instrucción para todos los líderes
es que sigan adelante, que renueven con gran urgencia el llamamiento
de jóvenes y a un número menor pero suficiente de hermanas,
para que salgan a predicar el evangelio a toda nación, tribu,
lengua y pueblo, en respuesta al mandamiento que se nos ha dado. |
Publicado en
Liahona de noviembre de 1985
Versión editada de un discurso pronunciado en el Seminario
de Representantes Regionales como parte de las actividades de la Conferencia
General, el 6 de abril de 1984. |
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Estilo SUD, 01 de
agosto de 2009 |
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