|
El
Propósito de la Vida
por el Pte. Spencer W. Kimball
|
|
Una
persona que tenga el conocimiento o la fe de que La Iglesia de Jesucristo
de los Santos de los Últimos Días es el reino de Dios
sobre la tierra, se esforzará por lograr un mejor desempeño
en su asignación, ya sea que se trate de cumplir con sus responsabilidades
familiares, o que esté en el salón de la clase de Abejitas,
en el quórum de diáconos, o en consejo de jóvenes
adultos. Pero cuando a alguien no le interesa Dios ni el hombre, no
habrá suficiente entrenamiento ni técnicas que puedan
ayudarle en manera alguna.
Es por medio del servicio que aprendemos a servir. Cuando nos encontramos
involucrados en el servicio al prójimo, no sólo le asistimos
con nuestros hechos, sino que también ponemos nuestros propios
problemas en el marco de una nueva perspectiva. Cuánto más
nos preocupamos por los demás, tanto menos tiempo hay para
preocuparnos por nosotros mismos.
En la misma médula del milagro del servicio, se encuentra la
promesa hecha por Jesucristo de que “perdiéndonos”
por la dedicación a los demás, sólo lograremos
encontrar nuestro propio yo. |
No sólo que nos encontramos en el hecho de que reconocemos
una guía en nuestra vida, sino que cuanto más sirvamos
a nuestro prójimo de la manera apropiada, mayor será
el provecho y el resultado que logremos para nuestra alma. El servicio
al prójimo le da más significado a nuestra personalidad.
En realidad, nuestra importancia intrínseca aumenta cuando
dedicamos nuestros esfuerzos al bien de nuestros semejantes.
George McDonald, novelista y poeta escocés del siglo pasado,
destacó que: “es mediante el amor profesado hacia
otra persona y, a su vez, por el amor de esa persona hacia uno, que
podemos aproximarnos más a su alma.”
Claro que todos necesitamos ser amados, pero debemos “dar”
y no solamente “recibir”, si es que deseamos
tener la plenitud en la vida y un reforzado sentimiento del propósito
de nuestra existencia. A menudo la solución no es cambiar las
circunstancias que nos rodean, sino cambiar nuestra actitud hacia
esa circunstancia.
Las dificultades que muchas veces tenemos que enfrentar, suelen ser
verdaderas oportunidades de servicio.
Una de las Autoridades Generales destacó en una ocasión:
“Si no tenemos cuidado, podemos llegar a ser heridos por
la helada de la frustración; podemos congelarnos en un lugar,
por el frío de las expectativas no alcanzadas. Para evitar
eso, debemos hacer lo mismo que haríamos con el frío
del ártico, debemos mantenernos en constante movimiento; servir
al prójimo constantemente, movernos para tratar de alcanzar
a todos los que podamos, para que nuestra propia inmovilidad no se
convierta en nuestro peligro.”
A aquellos a quienes tratamos de servir, debemos ayudarlos a comprender
por sí mismos que Dios no sólo los ama, sino que también
les tiene presente en todo momento y conoce sus movimientos y necesidades.
Es seguro que nuestro Padre y su Hijo, Jesucristo, quienes se apersonaron
a un joven en edad de Sacerdocio Aarónico, José Smith,
para darle instrucciones relacionadas con toda la humanidad, no efectuaron
una simple y esporádica visita a una sola persona en este planeta. |
|
|
Cuando
nos encontramos involucrados en el servicio al prójimo,
no sólo le asistimos con nuestros hechos, sino que
también ponemos nuestros propios problemas en el marco
de una nueva perspectiva. |
|
Sino que, dice el Señor que esta aparición que había
sido planeada con suma precisión, ocurrió porque : “Yo,
el Señor, sabiendo las calamidades que sobrevendrían
a los habitantes de la tierra, llamé a mi siervo José
Smith, hijo, y le hablé desde los cielos y le di mandamientos;”
(DyC 1:17)
Dios nunca hace nada por casualidad sino por designio, como lo hace
siempre un amoroso padre. Nosotros conocemos sus propósitos
en la vida. |
Tan
amoroso Padre Celestial, que dio mandamientos a los hombres para prevenir
la miseria humana, no puede olvidar las necesidades de cada uno de
sus hijos. William Law dijo:
“Se ha dicho que hasta los mismos pelos de la cabeza se
encuentran perfectamente numerados; ¿no es esto para enseñarnos
que nada, ni siquiera lo más pequeño de las cosas imaginables,
puede ocurrir por casualidad? Pero si se ha declarado que hasta lo
más pequeño en insignificante se encuentra bajo la dirección
divina, tenemos que pensar que los acontecimientos más grandes
de la vida, tales como la forma y el momento de nuestra venida al
mundo, nuestros padres y otras circunstancias relacionadas con nuestro
nacimiento y condición general, están de acuerdo a los
propósitos eternos, la dirección y la decisión
de la Providencia Divina.” |
Dios
sabe que existimos, y El se encarga de cuidarnos. Pero por lo general,
es mediante otra persona que El llena nuestras necesidades. Es por
lo tanto vital que nos sirvamos el uno al otro en el reino.
El pueblo de la Iglesia necesita fortaleza, apoyo y dirección
mutuos, tanto en una comunidad de creyentes como en un cónclave
de discípulos. En Doctrina y Convenios podemos leer cuán
importante es “socorrer a los débiles, sostener a
las manos caídas y fortalecer las rodillas desfallecidas.”
(DyC 81:5)
|
|
Dios
sabe que existimos, y El se encarga de cuidarnos. Pero por
lo general, es mediante otra persona que El llena nuestras
necesidades. Es por lo tanto vital
que nos sirvamos el uno al otro en el reino. |
|
Muy a menudo
nuestros actos de servicio al prójimo consisten simplemente
en dar aliento, o ayuda terrenal realizada mediante tareas terrenales;
pero, ¡qué gloriosas consecuencias pueden originarse
en hechos terrenales y actos pequeños pero deliberados!
Al agudizarse los contrastes entre los sistemas del mundo y los de
Dios, la fe de los miembros de la Iglesia será puesta a severa
prueba. Una de las cosas de mayor importancia que podemos hacer, es
expresar nuestro testimonio mediante el servicio, lo cual a su vez,
tendrá como consecuencia el desarrollo espiritual, una dedicación
más completa a la causa y una mayor capacidad de cumplir con
los mandamientos. |
El Pte. Stephen L. Richards dijo algo que presenta un verdadero desafío:
“A pesar del aspecto prosaico y común del tema, desde
hace mucho tiempo he estado convencido, mis hermanos y hermanas, que
lo más dramático, difícil y verdaderamente vital
en la vida, es el hecho de guardar los mandamientos. Es lo que pone
a prueba cada fibra de nuestro ser, y constituye una demostración
simultánea de nuestra inteligencia, conocimiento, carácter
y sabiduría.”
La espiritualidad encierra una gran fuente de seguridad, y no puede
existir sin el servicio llevado a la práctica.
Muy a menudo, sin embargo, lo que necesitamos a manera de estímulo
para guardar los mandamientos y para servir al prójimo, es
simplemente que el Espíritu refresque nuestra memoria de cosas
que ya sabemos, en lugar de recibir inspiración y revelación
nuevas. Se ha dicho que “la memoria es el estómago
del alma” estableciéndose la analogía en
el hecho de que ésta recibe la verdad, la digiere y nos nutre.
El Espíritu Santo estimula nuestra memoria así como
nuestro entendimiento. Debemos hacer entonces, lo que ya sabemos que
es bueno; las cosas simples, rectas y específicas. |
Este
es uno de los motivos por los cuales nosotros, como Santos de los
Ultimos Días, debemos vivir en forma suficientemente digna
como para estar en condiciones de disfrutar de la influencia del Espíritu
Santo, y tener su constante compañía para guiarnos y
dirigirnos. Su guía es mucho más importante que las
técnicas de enseñanza, aun cuando éstas pueden
ser de gran ayuda.
Si tanto vosotros como yo fuéramos buenos líderes, estaríamos
reflejando periódicamente las cualidades de aquellos que nos
han brindado y que nos han enseñado. Si fuéramos a elegir
tan sólo dos o tres individuos que hubieran tenido alguna influencia
en nuestra vida, ¿qué consideraríamos entre sus
hechos que fuera de mayor ayuda para nosotros en momentos críticos
o importantes de nuestra vida? Después de reflexionar por breves
momentos, podríamos decir que tal persona se preocupó
por nosotros, que nos dedicó tiempo, que nos enseñó
algo que necesitábamos saber. Reflexionad ahora sobre vuestra
actuación, del mismo modo que yo lo hago sobre la mía,
para comprobar si representamos con nuestro ministerio aquellos mismos
atributos. Es bastante improbable que al revolver entre nuestros recuerdos
nos venga a la memoria alguien que recordamos como consecuencia de
una técnica que utilizara y le caracterizara; sino aquellos
que más y mejor recordaremos serán los que nos han brindado
algún servicio, los que nos amaron y nos comprendieron, ayudándonos
y mostrándonos el camino a seguir mediante la luz de su propio
ejemplo. |
|
Si
enfocamos nuestra atención en simples principios
y hechos de servicio, pronto nos daremos cuenta que los aspectos
correspondientes a la organización, pierden algo de
su significado. |
|
No
puedo destacar suficientemente por lo tanto, la importancia de que
hagamos lo mismo ahora por aquellos que ahora dependen de nosotros,
del mismo modo que nosotros dependimos del servicio de otros en el
pasado.
Si enfocamos nuestra atención en simples principios y hechos
de servicio, pronto nos daremos cuenta que los aspectos correspondientes
a la organización, pierden algo de su significado. A menudo
en el pasado, esos aspectos de la Iglesia han constituido algo así
como muros que nos han mantenido alejados de los individuos, impidiéndonos
hacer la obra personal de la manera en que deberíamos. A medida
que nos preocupemos menos de ganar crédito para la organización
o el individuo, pasaremos a preocuparnos más por servir a aquel
que debemos prestar nuestra atención humana y religiosa.
De esa forma llegaremos también a encontrarnos a nosotros mismos,
menos preocupados o ansiosos con nuestra identidad de organización
y más determinados a conocer nuestra verdadera e intrínseca
personalidad, aquella que nos lleve, como verdaderos hijos de Dios,
a ayudar a otros a lograr el mismo sentimiento espiritual de unidad
e integración.
Al identificar este eslabón que nos unifica, nunca debemos
perder de vista el ejemplo establecido por Jesucristo. |
El dijo en las instrucciones impartidas a sus discípulos nefitas:
“Así pues, alzad vuestra luz para que brille ante
el mundo. He aquí, yo soy la luz que debéis sostener
en alto: aquello que me habéis visto hacer.” (3
Nefi 18:24)
En el momento de impartir las mismas instrucciones, Jesús permitió
que los hombres se le acercaran y que la multitud nefita “sintiera
y viera” su cuerpo resucitado. En un sentido y de un modo
por cierto mucho menos sagrado pero de la misma significativa manera,
el líder dedicado, ya sea que se trate de un hombre como de
una mujer, puede permitir que aquellos a quienes quiera servir, “sientan
y vean” el gran poder y la autenticidad del evangelio de
Jesucristo. |
Es
interesante destacar el hecho de que, siendo Jesucristo la luz que
deseamos y debemos mantener en alto, existen cantidad de recordatorios
de su persona ubicados apropiadamente delante de nosotros: el nombre
de la Iglesia, La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos
Días; las bendiciones del sacramento; la oración bautismal;
nuestra forma de orar que dice “en el nombre de Jesucristo”.
Porque su nombre es tan sagrado, debemos ser sumamente prudentes y
cuidadosos con respecto a la forma en que lo usamos y hacemos referencia
a Él, pero debemos tener siempre a nuestro Hermano Mayor como
el gran ejemplo que debemos seguir, porque ésta es su Iglesia
y lleva su nombre, y se halla del mismo modo, edificada sobre su evangelio.
|
|
Debemos
tener siempre a nuestro Hermano Mayor como el gran ejemplo
que debemos seguir |
|
Por
lo tanto, nos hemos juntado, provenientes de un mundo egoísta,
para hablar del servicio al prójimo. Algunos observadores podrán
preguntarse el motivo por el cual nos preocupamos con cosas tan simples
cuando vivimos en un mundo completamente rodeado de dramáticos
problemas. Aun así, una de las grandes ventajas del evangelio
de Jesucristo es que nos brinda una perspectiva total de la gente
de este planeta, incluyéndonos a nosotros mismos, por medio
de la cual podemos apreciar aquellas cosas que tienen verdadero valor
e importancia, evitando así vernos apresados en la multiplicidad
de causas inferiores que compiten por la atención de la humanidad.
Se nos ha dicho que durante los últimos días, la sociedad
habrá de presentar algunos de los síntomas sociales
que existieron durante los tiempos de Noé. Muy pocos son los
adjetivos apropiados para describir a los contemporáneos de
Noé, pero aparentemente sus vecinos eran muy desobedientes
a los mandamientos de Dios, por lo cual la tierra estaba corrompida,
y dice la escritura muy significativamente, que la sociedad está
“llena de violencia” (Génesis 6:11). La violencia
tanto como la corrupción, tienen lugar generalmente como consecuencia
del egoísmo. En tiempos tan dramáticos como los que
estamos viviendo en la actualidad, nada hay más apropiado y
oportuno que centrar nuestra atención en el servicio que debemos
prestarle a nuestro prójimo.
Quienes en la actualidad guarden los mandamientos, serán apartados
del mundo, con la misma certeza con que sucedió con Noé
por su aparentemente extraño acto de construir un arca mucho
antes de que la inundación tuviera lugar. |
Al llevar adelante nuestros esfuerzos de servicio simple y terrenal,
y al esforzarnos en guardar los mandamientos de Dios en la actualidad,
indudablemente tendremos que enfrentarnos con algunas de las mismas
ridiculizaciones que recibiera Noé y su compañía
de ocho personas, durante el período de tiempo que precedió
al diluvio.
Los vecinos de Noé, simplemente no podían comprender
la urgencia de la tarea que aquel había emprendido. Del mismo
modo, tampoco nosotros debemos esperar que muchos otros en la actualidad
comprendan nuestra urgencia por el perfeccionamiento de cosas simples,
tales como la familia, la castidad y la realización de la obra
misional.
El filósofo norteamericano William James declaró que
la revolución más grande que tuvo lugar en su generación,
la constituyó el descubrimiento de que al cambiar las actitudes
íntimas de la mente de los seres humanos, se puede cambiar
el aspecto exterior de su vida. El cambio se produce reemplazando
malos hábitos por otros que sean buenos. Cada cual moldea su
carácter y futuro, mediante buenos pensamientos y hechos. |
|
Mensaje publicado en la Liahona de agosto de 1975. |
|
Estilo SUD, 22 de
agosto de 2009 |
|
Notas
Relacionadas |
|
|