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Se
solicita un hombre...
Por el élder Sterling W. Sill
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Llegó
en cierta ocasión un muchacho pobre del campo a la ciudad
en busca de trabajo. Vio un rótulo colgado afuera de un comercio
que decía: “Se solicita un muchacho”. Quitó
el letrero, se lo puso debajo del brazo y entró en la tienda.
El dueño indignado le preguntó por qué había
quitado el cartel y la respuesta fue: “Porque ya no lo necesita.
Vengo para ocupar el puesto.” Efectivamente, lo ocupó
y lo retuvo.
Hay muchos otros rótulos en el mundo que están esperando
ser quitados por alguien que tenga la imaginación, determinación
y habilidad para efectuar aquello que ha de hacerse en la manera
y el tiempo que es necesario. Dondequiera que vamos y en todo lugar
que miramos podemos ver estos rótulos de trascendental significado,
que leen: “Se solicita un joven”, o “Se solicita
un hombre o una mujer”. Detrás de estos rótulos
hallamos las necesidades más apremiantes del mundo. Un notable
escritor ha dicho que “ningún hombre nace en el mundo
cuya obra no nazca con él.”
Toda persona tiene cierta obra que debe hacer y la cual puede desempeñar
mejor que cualquier otro ser en el mundo.
Un joven llamado Thomas Edison leyó un rótulo que
decía: “Se solicita un hombre… para iluminar
el mundo y llenarlo de maravillas eléctricas para los postreros
días.” Quitó el letrero e hizo descender un
nuevo día sobre un mundo nuevo. |
Otro
joven, llamado Charles A. Lindbergh quitó el rótulo
que decía: “Se solicita un hombre… para volar
un avión a través del Atlántico.” Lindbergh
hizo lo que jamás se había realizado y lo hizo solo
y de su propia iniciativa, sin esperar que alguien se lo mandara.
Por tanto, aportó su contribución particular al progreso
y bienestar generales del hombre.
En 1632 nació el gran arquitecto inglés, Sir Christopher
Wren. Vio alrededor de la ciudad de Londres varios rótulos
que era menester quitar. Necesitaba ser edificada la famosa Catedral
de San Pablo. Sir Christopher Wren no sólo construyó
esta catedral, sino otras cincuenta y cuatro iglesias y treinta
y seis edificios prominentes de Londres. Al morir, fue sepultado
bajo su gran obra maestra, la Catedral de San Pablo. En la pared
de la iglesia se inscribieron estas palabras: “Debajo
de estos muros yace el constructor de esta iglesia y ciudad, Sir
Christopher Wren, que vivió más de 90 años,
no sólo para sí mismo, sino para el bien del público.
Lector, si buscas su monumento mira en derredor tuyo.”
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Thomas Edison leyó
un rótulo que decía: “Se solicita
un hombre… para iluminar el mundo y llenarlo de maravillas
eléctricas para los postreros días.” |
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Dondequiera
que uno mire en Londres, verá algún monumento al noble
genio de uno de los arquitectos más destacados que han vivido.
Sin embargo, nunca recibió instrucciones de nadie. No le
fue necesario depender de nadie; no hubo quien tuviera que decirle
que debía hacer. Desarrolló las posibilidades naturales
dentro de sí mismo. Llenó un vacío en el mundo
que ningún otro podía ocupar y llenó a Londres
de bella arquitectura y útiles edificios.
Pero la historia de Sir Christopher Wren es también la historia
de todo hombre. Cada cual es único en su género, y
cada uno de ellos está mejor capacitado para desempeñar
la obra que únicamente Dios puede enseñarle. ¿Dónde
podemos hallar al hombre que pudo haber instruido a genios como
Platón, Miguel Angel, Shakespeare, Edison o Jesús?
Igualmente cierto es que nadie puede ocupar el lugar que Dios ha
dispuesto para cada uno de nosotros; y algún día se
podrá decir de nosotros: “Si buscas un monumento, mira
en derredor tuyo.”
En 1809 nació en una pequeña y rústica cabaña
de Kentucky con piso de tierra, un pequeño niño llamado
Abraham Lincoln. Se dice que “nació desprovisto de
oportunidades”. |
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“Se solicita una
persona… para restaurar el evangelio
e iniciar la mayor de todas las dispensaciones” |
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Pero mientras otros desperdiciaban su tiempo, él estudiaba;
mientras otros jugaban, él trabajaba. Solía decir:
“Me prepararé ahora y jugaré el albur cuando
se presente la oportunidad.” Escasamente se hallaba bien preparado,
cuando vio que el mundo colocaba un rótulo que decía:
“Se solicita un hombre… para libertar esclavos.”
Lincoln quitó el letrero; el tiempo apremiaba y él
estaba listo.
Martín Lutero nació en un mundo que necesitaba urgentemente
una reforma religiosa. Quitó el letrero y se puso a luchar,
casi sin ayuda, contra una oposición preponderante. Cuando
le llegó su prueba suprema, dijo: “Heme aquí.
No puedo obrar en otra forma. Dios me ayude. Amén.”
La reforma que inició preparó el camino para cosas
mayores que aún estaban por venir.
Entonces un joven de catorce años que vivía en Palmyra,
Nueva York, vio un rótulo que decía. “Se solicita
una persona… para restaurar el evangelio e iniciar la mayor
de todas las dispensaciones”. José entró en
el bosque para orar y pedir orientación a Dios. Salió
del bosque con el rótulo debajo del brazo. El Señor
le había dicho a José que lo estaba llamando para
ocupar el puesto.
El joven cruzó el campo, llegó a la casa de su padre
y entró en la cocina donde su madre estaba trabajando. Le
dijo en sustancia: “Madre, he visto a Dios”; así,
con esa sencillez.
Se había iniciado una dispensación nueva y final.
Hay veces en que las tareas importantes se dan en los sitios más
inesperados y a las personas que menos lo esperan. Sin embargo,
el Señor sabe lo que está haciendo. José Smith
podía efectuar esta obra particular mejor que cualquier otra
persona. |
La
iniciación de una nueva dispensación significaba que
sería necesario llamar a muchos otros, pues habría
necesidad de muchos otros obreros para llevar a cabo la tarea más
grande que sea emprendido en la tierra.
El Señor nos ha incluido a todos, sí, a cada uno de
nosotros, en el programa. Dijo al profeta José Smith: “Todo
hombre que recibe el llamamiento de ejercer su ministerio a favor
de los habitantes del mundo, fue ordenado precisamente para ese
propósito en el gran concilio celestial antes que el mundo
fuese.” (Enseñanzas del profeta José Smith,
págs. 453-454)
Quiere decir que en nuestro primer estado ocupamos importantes puestos
en los concilios celestiales. Se nos aclaró nuestra responsabilidad
aun antes que el mundo fuese creado. Ahora se está colocando
de nuevo el rótulo que dice: “Se solicita un joven…
para ser presidente de un quórum de diáconos; joven
que por su constancia, iniciativa, industria y fe pueda inspirar
a sus compañeros a una vida de virilidad y santidad, enseñándoles
los sencillos deberes de su oficio.”
Otro rótulo dice: “Se solicita un fiel maestro orientador…
que pueda influir eficazmente en la vida de la gente, impulsarla
a ser activa, a descubrir sus posibilidades y ayudarle a encontrar
el puesto donde prestar el mejor servicio.” La mayor parte
de la gente necesita alguien que encuentre la veta de oro que se
halla oculta en toda vida humana. Algunas veces parece que no podemos,
de nosotros mismos, cumplir nuestro destino; con frecuencia otra
persona es la que descubre nuestras posibilidades mayores. Algunos
de nosotros nos extraviamos porque no siempre leemos correctamente
el mensaje de nuestras propias vidas.
También hay otro rótulo que dice: “Se solicita
una mujer… para enseñar el evangelio de Jesucristo
a los miembros de una clase en la Escuela Dominical, y por medio
de su propia inspiración encaminarlos hacia su exaltación
eterna.”
Hay muchos otros puestos importantes que es menester ocupar.
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“Se solicita un hombre…
para ser presidente de la rama; que sepa elegir el personal,
habilitar a los miembros para ser buenos directores, dirigir
a los obreros y ver de que todo miembro sea digno del reino
celestial.” |
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Por
ejemplo: “Se solicita un hombre… para ser presidente
de la rama; que sepa elegir el personal, habilitar a los miembros
para ser buenos directores, dirigir a los obreros y ver de que todo
miembro sea digno del reino celestial.”
Ninguno de estos letreros son para los enanos de visión corta
que no pueden hacer más que la obra de un pigmeo. Lo que
solicitan son personas que poseen la habilidad de un creador junto
con el sentido de responsabilidad de un maestro. Piden hombres y
mujeres inspirados por un propósito noble, cuyos pensamientos
sean capaces de extenderse a nuevas y mayores dimensiones.
Pero no se hace caso a todo rótulo. Todavía hay muchos
para ser quitados. “He aquí muchos son los llamados,
pero pocos los escogidos. ¿Y por qué no son escogidos?
Porque a tal grado han puesto sus corazones en las cosas de este
mundo, y aspiran tanto a los hombres de los hombres…”
A veces nos interesamos tanto “partiendo leña y sacando
agua”, que dejamos pasar inadvertida la gran obra de nuestra
vida, la tarea que se nos designó en nuestro “primer
estado”. Allá fuimos de los espíritus nobles
de Dios, y si aquí no hacemos la obra, siempre habría
un déficit en el programa del Señor, “porque
nadie más puede hacer la obra que Dios ha designado para
cada uno de nosotros.”
Muchos
fracasan porque creen que no son capaces y se desaniman. Debemos
alentarnos recordando que no todos los grandes hombres son inteligentes;
no todos son bien parecidos; no todos tienen antepasados famosos
o buena educación. La obra del mundo siempre se ha llevado
a cabo por hombres imperfectos, en forma imperfecta; y así
continuará sucediendo hasta el fin del tiempo. Algunos afirman
que el apóstol Pablo era jorobado. Se cree que era feo en
extremo. El mismo dice que tenía “un aguijón
en mi carne”. Por mucho tiempo combatió la obra del
Señor. Sir Christopher Wren, de quien hablamos ya, no tenía
instrucción. Thomas Edison fue expulsado de la escuela a
los catorce años de edad.
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Uno de los apóstoles, Tomás, era desconfiado. Otro de
ellos, negó a Jesús. En la época de José
Smith, nadie habría dicho que ese joven tenía la menor
posibilidad de lograr éxito. Sin embargo, cada uno de ellos
cumplió fielmente la parte de la obra que se le designó. |
La
obra del mundo ha sido repartida. Unos son los inventores; otros pelean
las batallas; unos descubre nuevos continentes; otros enseñan
las lecciones; otros predican los sermones.
El algodón se produce en climas templados; en las montañas
crecen los bosques; en las huertas las hortalizas, las frutas y legumbres.
Además, como lo predijo Isaías, el monte de la casa
de Jehová se ha establecido en la cabeza de los montes, y desde
allí la palabra del Señor irá a toda tribu, nación,
lengua y pueblo. Esta es la responsabilidad a la cual se nos llama.
Aquello para lo cual estamos mejor capacitados es ayudar en la obra
de la salvación humana.
Debemos quitar el rótulo. Es nuestra obligación; probará
ser nuestra bendición.
Nuestra obra también nació con cada uno de nosotros.
Es una obra importante y hemos sido llamados. Emprendámosla
con mucha ambición y un sentido de responsabilidad inexpugnables.
Haciéndolo, se acabará el aburrimiento y desaparecerá
la incapacidad; y día tras día se desarrollará
dentro de nosotros una fuerza previamente desconocida. Debemos lograr
el éxito en el desempeño de nuestra parte de la obra
del Señor.
Antes de nacer, nuestra obra se escribió en los cielos. Si
la emprendemos con suficiente devoción, podremos hallar la
fuerza para realizarla mejor que cualquier otra obra semejante que
jamás haya efectuado. Dios
nos dé la fe. Sabemos que todo es posible para aquel que cree.
El Señor nos ayude a ocupar nuestro propio lugar a fin de que
no dejemos desatendido nuestro puesto o demos nuestra obra a otra
persona. |
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“Se
solicita una mujer… para enseñar el evangelio
de Jesucristo a los miembros de una clase en la Escuela Dominical,
y por medio de su propia inspiración encaminarlos hacia
su exaltación eterna.” |
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Uno de los pecados más serios posiblemente será el
de devolver a Dios la vida que Él nos ha dado sin haber descubierto
nuestras habilidades y sin haber desarrollado o utilizado nuestro
talento.
Debemos recordar que Jesús pronunció una condenación
severa sobre aquel que enterró su talento en la tierra. La
devoción fragmentaria o el uso parcial de los talentos que
Dios nos ha dado desagradan a nuestro Creador. Por tanto, nos conviene
buscar el rótulo que lleva escrito nuestro nombre. Tiene
un significado de mucha urgencia.
Dice así: “Se solicita un hombre…” |
Artículo publicado
en la Liahona de setiembre de 1962 |
Estilo SUD, 21 marzo
2009 |
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