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Se
valiente en la batalla de la fe
Por el élder Bruce R. Mc.Conkie
(1915 - 1985) |
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De
los escritos de Pablo, tomamos este desafío: "Mas tú,
oh hombre de Dios, huye de estas cosas, y sigue la justicia, la piedad,
la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre.
"Pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la vida eterna..."
(1 Timoteo 6:11-12).
Así escribió nuestro compañero Apóstol
que aceptó al Hijo de Dios como su Salvador; que tomó
sobre sí el yugo de Cristo; que en las aguas del bautismo hizo
convenio de servirle y guardar sus mandamientos. Así también
les decimos hoy a todos aquellos que han tomado sobre sí el
nombre de Cristo y se han enrolado en la causa de la verdad y la justicia.
Sed valientes. Pelead la buena batalla. Permaneced fieles; guardad
los mandamientos; luchad por vencer al mundo.
Hablando de si mismo y de la gran guerra que había ganado contra
el mundo, Pablo dijo:
"He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado
la fe. Por lo demás, me esta reservada la corona de justicia,
la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día;
y no sólo a mí, sino también a todos los que
aman su venida" (2 Timoteo 4:7-8).
Como miembros de la Iglesia, estamos envueltos en un gran conflicto.
Estamos en guerra. Nos enrolamos en la causa de Cristo para pelear
contra Lucifer y todo lo que sea lujurioso, carnal y malo en el mundo.
Hemos jurado pelear junto a nuestros amigos y contra nuestros enemigos,
y no debemos confundir al tratar de distinguir entre amigos y enemigos.
Tal como lo dijo otro de los antiguos apóstoles: "¿No
sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera,
pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye en enemigo de
Dios" (Santiago 4:4). |
La
gran guerra que se lleva a cabo en ambos bandos y que, desafortunadamente,
produce muchas bajas, algunas fatales, no es nueva. Aún en
el cielo hubo guerra, cuando las fuerzas del mal trataron de destruir
el albedrío del hombre y cuando Lucifer trató de engañarnos
y desviarnos del camino justo del progreso establecido por el sabio
Padre.
La guerra continúa sobre la tierra, y el diablo descarga su
ira contra la Iglesia y sigue haciendo "guerra contra el
resto de la descendencia de ella, los que guardan los mandamientos
de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo" (Apocalipsis
12:9,17).
Y ahora es como siempre a sido. Los santos sólo pueden vencerlos
a él y sus huestes "por medio de la sangre del Cordero",
por la palabra de su testimonio, y si menosprecian su vida hasta la
muerte. (Apocalipsis 12:11).
No hay ni puede haber neutrales en esta guerra. Cada miembro de la
Iglesia se encuentra en uno u otro bando. |
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Los
soldados que pelean en ella saldrán victoriosos como dice Pablo
y, ganarán la corona de justicia, o "sufrirán pena
de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor
y de la gloria de su poder" cuando Él venga a "dar
retribución a los que no conocen a Dios, ni obedecen el evangelio
de nuestro Señor Jesucristo" (2 Tesalonicenses 1:8-9).
Todos los que en esta guerra no peleen valientemente, sólo
por no hacerlo estarían ayudando a la causa del enemigo.
"Porque aquellos que no son conmigo, contra mi son", dice
nuestro Dios. (2Nefi 10:16). |
Estamos
a favor de la Iglesia o estamos contra ella; nos ponemos de su lado
o sufrimos las consecuencia. No podemos sobrevivir espiritualmente
con un pie en la Iglesia y otro en el mundo; tenemos que tomar una
decisión: el mundo o la Iglesia. No existen términos
medios. Y el Señor ama al hombre valiente que pelea con vigor
y arrojo en su ejercito.
A algunos miembros de la Iglesia les dijo:
"Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente.¡Ojalá
fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío
ni caliente, te vomitaré de mi boca" (Apocalipsis
3:15-16).
El seudo patriota, al igual que el santo de los últimos días,
sin dificultades, retroceden cuando arrecia la batalla. A ellos no
les corresponde la corona del vencedor, porque son vencidos por el
mundo.
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Los
miembros de la Iglesia que tienen testimonio y que viven en una forma
justa y limpia, pero que no son valientes, no heredarán el
reino celestial, porque su herencia es terrestre. De ellos dice la
revelación: "Estos son aquellos que no son valientes
en el testimonio de Jesús; así que, no obtienen la corona
en el reino de nuestro Dios" (DyC 76:79).
¿Qué es el testimonio de Jesús? ¿Y qué
debemos hacer para ser valientes por él?
"No te avergüences del testimonio de nuestro Señor",
(2 Timoteo 1:8). Y el amado Juan recibió este divino mensaje:
"...el testimonio de Jesús es el espíritu de la
profecía" (Apocalipsis 19:10). |
¡El testimonio
de nuestro Señor! ¡El testimonio de Jesús! Este
glorioso y maravilloso concepto abre la puerta a la gloria y el honor
con el Padre y el Hijo por siempre. El testimonio de Jesús
es creer en Cristo, recibir su evangelio y vivir su ley.
Jesús el Señor. Es el Hijo de Dios que vino al mundo
para rescatarnos de la muerte tanto temporal como espiritual, que
el mundo recibió como consecuencia de la caída de Adán
y Eva. Él nos a comprado con su sangre. Él es la resurrección
y la vida; Él "quitó la muerte, y sacó
a la luz la vida y la inmortalidad por medio del evangelio"
(2 Timoteo 1:10).
Es nuestro Salvador, nuestro Redentor, nuestro abogado con el Padre.
"Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los
hombres, Jesucristo hombre" (1 Timoteo 2:5).
La salvación está en Cristo. El suyo es el único
nombre dado bajo el cielo, mediante el cual podemos lograr tan esperado
galardón. |
Sin
Él no habría resurrección, y todos los hombres
estarían perdidos para siempre. Sin Él no habría
vida eterna, ni regreso a la presencia de un amante Padre, no habría
tronos celestiales para los santos.
No hay lengua que pueda expresar, mente que pueda comprender ni corazón
que conciba todo lo que recibimos por Él. "El cordero
que fue inmolado es digno de recibir el poder, las riquezas, la sabiduría,
la fortaleza, la honra, la gloria, y la alabanza" (Apocalipsis
5:12).
No puede haber un testimonio perfecto de la condición divina
del Hijo de Dios y su poder de salvación, a menos que recibamos
la plenitud de su evangelio eterno. El testimonio del evangelio se
recibe mediante la revelación del Espíritu Santo; cuando
Él le habla a nuestro espíritu, entonces es cuando sabemos
perfectamente la veracidad del mensaje revelado. |
Tener
un testimonio es saber por revelación que Jesús es el
Cristo, que José Smith y sus sucesores son los reveladores
del conocimiento de Cristo y de la salvación para nuestros
días; y que la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos
Días es el reino de Dios sobre la tierra, el único lugar
donde se puede encontrar y lograr la salvación.
El testimonio de Jesús es el espíritu de profecía.
Es un don del Espíritu, y lo reciben completamente sólo
los miembros fieles de la Iglesia. Está reservado para aquellos
que tienen el derecho de tener la constante compañía
del Espíritu Santo. Es la investidura espiritual que distingue
a un hombre como profeta, en cumplimiento de la oración de
Moisés: "Ojalá todo el pueblo de Jehová
fuese profeta y que pusiera su espíritu sobre ellos"
(Números 11:29). |
Y,
¿qué significa ser valiente en el testimonio de Jesús? |
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Es
ser intrépido y arrojado, usar todas nuestras fuerzas, energía
y habilidad en la guerra contra el mundo; es pelear la buena batalla
de la fe. "Esfuérzate y sé valiente", le mandó
el Señor a Josué; y a continuación especificó
que esto consistía en la meditación y la observación
de todo lo que está escrito en la ley del Señor (Véase
Josué 1:6-9). La gran piedra angular de la valentía
en la causa de
la justicia, es la obediencia a toda la ley del evangelio completo.
Ser valiente en el testimonio de Jesús es venir a Cristo y
ser perfectos como lo es Él; es negarse a todo lo que no sea
puro, es amar a Dios con todo nuestro "poder, alma y fuerza"
( Moroni 10:32).
Ser valiente en el testimonio de Jesús es creer en Cristo y
su Evangelio con inalterable convicción; es conocer la veracidad
y divinidad de la obra del Señor en la tierra. Pero eso no
es todo. Es algo más que creer y saber; debemos ser "hacedores
de la palabra y no
tan solo oidores". Es más que adorar con palabras,
más que limitarse a confesar el divino origen del Salvador;
es obediencia y conformidad y corrección personal. "No
todo el que dice: Señor, Señor entrará en el
reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que
está en los cielos"(Mateo 7:21). |
Ser valiente
en el testimonio de Jesús es "seguir adelante con
firmeza en Cristo, teniendo un fulgor perfecto de esperanza y amor
por Dios y por todos los hombres". Es "perseverar
hasta el fin" (2 Nefi 31:20). Es vivir nuestra religión,
practicar lo que predicamos, guardar los mandamientos. |
Es
la manifestación de la "religión pura"
en la vida del hombre; es "visitar a los huérfanos
y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo"
(Santiago 1:27).
Ser Valiente en el testimonio de Jesús es controlar las pasiones
y apetitos y elevarse por encima de las cosas carnales y malignas.
Es vencer al mundo tal como Jesús lo hizo, Él, que fue
el más valiente de todos los hijos de nuestro Padre. Es ser
moralmente limpio, pagar los diezmos y las ofrendas, guardar el día
de reposo, orar con convicción y, si fuera necesario y se nos
pidiera, sacrificar por su causa todo lo que tenemos.
Ser valientes en el testimonio de Jesús es ponerse del lado
del Señor. Es votar como Él lo haría; es pensar
lo que Él piensa, creer lo que Él cree, decir lo que
Él diría si se encontrara en la misma situación.
Significa tener la mente de Cristo y ser uno con Él, tal como
Él lo es con el Padre.
Nuestra doctrina es clara; su aplicación es lo que a veces
parece ser complicado. Tal vez un poco de introspección nos
sirviera de ayuda. Por ejemplo: |
¿Soy
yo valiente en el testimonio de Jesús, si mi principal interés
y preocupación en la vida es acumular los tesoros de la tierra,
en lugar de ayudar a edificar el reino de Dios? |
¿Soy valiente, si tengo más cosas materiales que lo
que mis necesidades me requieren y no saco de mi excedente para sostener
la obra misional, edificar templos y cuidar a los necesitados?
¿Soy valiente si mi enfoque de la Iglesia y su doctrina es
sólo intelectual, si me preocupo más en provocar controversias
religiosas, sobre éste o aquel punto, que en lograr una buena
experiencia espiritual?
¿Soy valiente, si tengo un bote o una casa de campo, y me ocupo
en otras actividades recreativas de fin de semana, que me mantienen
alejado de mis responsabilidades espirituales?
¿Soy valiente, si me distraigo en juegos de azar o de cartas,
veo películas pornográficas, voy de compra los domingos,
uso ropa inmodesta o hago cosas que la gente del mundo acepta como
su modo de vida? |
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Capitán Moroni y
el Estandarte de la Libertad |
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Si queremos lograr
la salvación, debemos poner en primer lugar en nuestra vida
las cosas del reino de Dios. No podemos aspirar a nada menos. Hemos
salido de las tinieblas; tenemos la maravillosa luz de Cristo. Debemos
andar siempre en la luz.
No pretendo adivinar el futuro, pero tengo la firme convicción
de que las condiciones del mundo no van a mejorar. Seguirán
empeorando hasta la venida del Hijo del Hombre, que marcará
el fin de este mundo y la destrucción de los inicuos. Creo
que el mundo empeorará, pero que por lo menos los fieles de
la Iglesia, mejorarán. Nos acercamos más que nunca al
día en que nos veremos obligados a hacer nuestra elección,
a ser firmes en la Iglesia, a adherirnos a sus preceptos, enseñanzas
y principios, a seguir el consejo de los Profetas y Apóstoles
que Dios ha puesto para enseñar la doctrina y testificar ante
el mundo. Llegará el día en que esa actitud será
más necesaria que nunca. |
Esta es la obra del Señor, la obra de Dios. Es el negocio de
nuestro Padre y está bajo su mano.
No hay en este mundo nada que pueda compararse en importancia al evangelio
del Señor Jesucristo, porque éste es poder de Dios para
la salvación. Si caminamos y nos movemos, si respiramos y pensamos
y vivimos de acuerdo a la causa del evangelio por siempre, podremos
obtener paz, felicidad y gozo en esta vida e ir a la gloria eterna
en la vida venidera. Enseñamos y testificamos.
En este día, hemos enseñado aquí eternos principios
de verdad. Y siempre que enseñamos por el poder del Espíritu
Santo, tenemos la prerrogativa de testificar de la doctrina que hemos
proclamado es verdadera y que si el hombre vive de acuerdo a ella,
recibirá todas las bendiciones que su bondadoso Padre desea
conferirle.
Testifico de la verdad de la doctrina que hemos proclamado, y doy
mi testimonio nuevamente de que Jesús es el Señor, que
en Él está la Salvación, y que su nombre es el
único bajo el cielo por el cual podemos ser salvos en el reino
de Dios.
Que Él nos dé la sabiduría, visión y determinación,
el valor y la intrepidez de pelear con virilidad en su ejército
y de permanecer de su lado. Lo ruego en el nombre de Jesucristo. Amén. |
Mensaje pronunciado en la Conferencia General de octubre de 1974 |
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Estilo SUD, 22 de
mayo de 2010 |
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