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Ideas sobre el éxito
Por el élder Sterling W. Sill
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Nuestras
escrituras nos sirven de diferentes maneras. Son importantes por
motivo de la doctrina e inspiración que contienen, pero también
nos sirven como una especie de “libro de instrucciones”
para lograr el éxito. Es decir, nos ayudan a funcionar más
eficazmente en nuestros varios llamamientos y responsabilidades.
Las Escrituras no sólo nos dicen muchas cosas, sino también
nos enseñan cómo efectuarlas con mayor eficacia.
El éxito en los asuntos de la Iglesia, igual que el éxito
en otros asuntos, se compone de varias cosas, entre ellas, el conocimiento,
la actitud, habilidades, hábitos y rasgos de carácter.
Podemos desarrollar éstos con mayor rapidez y beneficio cuando
se nos orienta debidamente sobre la manera de proceder.
Cuando verdaderamente fijamos nuestra atención en ideas significantes,
éstas tienden a reanimarse en nuestras manos e influyen en
lo que efectuamos con una fuerza que anteriormente no tenían.
Este fenómeno de fuerza ocasiona la pregunta: “¿Qué
es esa ley extraña de la mente que causa que una idea, por
mucho tiempo descuidada y hollada como piedra inservible, repentinamente
brille con nueva luz y se convierta en un diamante refulgente?”
La cuarta sección
de Doctrina y Convenios es una de estas significativas “fórmulas
de éxito” que posee una fuerza grande para producir
resultados, si se entiende y se obedece debidamente. La sección
cuatro se compone de siete párrafos o frases, con un total
de ciento cincuenta y un palabras. Uno tarda aproximadamente cuarenta
y cinco segundos en leerla. Pero contiene una fuerza inmensamente
grande en proporción a su tamaño.
Tomemos cada
una de estas siete importantes oraciones, una por una, y veamos
qué podemos sacar de ellas para aumentar la eficacia de nuestra
obra en el Iglesia.
La primera oración dice:
1.- “He aquí, una obra maravillosa está
a punto de aparecer entre los hijos de los hombres.”
Hay peligro
de que idea parezca ser tan evidente de por sí y, por consiguiente,
algo muy común para nosotros que nos hemos familiarizado
íntimamente con la restauración del evangelio. No
obstante, en esta gran declaración se encuentra el fundamento
mismo de todo el éxito.
El primer principio
del evangelio es “fe”, y el primer requerimiento de
todo éxito es la fe. Uno tiene que estar convertido
antes que pueda efectuar algo que verdaderamente valga la pena.
¿Entendemos verdaderamente el significado del hecho de que
el evangelio está otra vez en la tierra, con el poder de
llevar a cabo la exaltación de la familia humana?
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Cuando
este hecho quede firmemente establecido en nuestra mente, nuestro
corazón y nuestra vida, todo logro rehace fácil. No
sólo debemos sentir y entender la tremenda importancia de
las “obras”, sino también hemos de sentir y entender
la igualmente tremenda importancia del “obrero”. Algunas
veces la gente no puede distinguir entre los dos, y juzgan la importancia
de la obra por la clase de vida de los que la están llevando
a cabo. Algunas veces se ha dicho que la única Biblia que
otras personas leen es la Biblia de nuestras vidas.
Esta primera oración de la sección cuatro encierra
otra consecuencia significativa en el sentido de que podemos participar
en esta obra maravillosa al grado que queramos. Podemos alcanzar
la bendición que deseamos si estamos dispuestos a vivir por
ella.
Sin embargo, muchos de nosotros fracasamos en alcanzar nuestras
posibilidades máximas, simplemente porque no entendemos verdaderamente
la trascendental importancia de esta “obra maravillosa”.
Esta es la mayor y última de todas las dispensaciones del
evangelio. Las otras dispensaciones han sido destruidas por la apostasía.
Pero nosotros hemos sido reservados para tomar parte en la dispensación
del cumplimiento de los tiempos, la dispensación que preparará
el camino para la gloriosa segunda venida del Señor. ¿Nos
viene al pensamiento otra cosa del mundo que sea más emocionante
que esta idea? ¡Cuán vigorosamente deberíamos
estar desempeñando nuestra parte en esta obra maravillosa
con una correspondientemente maravillosa habilidad y devoción!
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José Smith inicia
la dispensación del cumplimiento de los tiempos |
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La segunda oración
dice:
2.- “ Por tanto, oh vosotros que os embarcáis en
el servicio de Dios, mirad que le sirváis con todo vuestro
corazón, alma, mente y fuerza, para que aparezcáis
sin culpa ante Dios en el último día.”
Cuando iniciamos una
empresa tan importante como la obra de Dios, tanto nuestro Padre
Celestial como nosotros mismos debemos tener la seguridad de que
nos esforzaremos con toda el alma. Debemos determinar, de una vez
por todas, que nuestro servicio será entusiasta, vigoroso,
continuo y de la mejor calidad. El éxito no se compone de
una devoción fragmentaria ni de un mínimo empeño.
El éxito no viene fácilmente al que queda incapacitado
por cualquier desánimo o problema pequeño; ni tampoco
lo logra aquel que tiene una proporción grande de irresponsabilidad
personal.
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Igual
que la primera oración, ésta también encierra
una de las grandes llaves del éxito en cualquier empresa: la
habilidad de coordinar todas nuestras facultades en un esfuerzo cooperativo.
Esto significa un esfuerzo unido por parte del corazón, la
mente y la fuerza física. Servir a Dios con todo nuestro corazón
significa que nuestra devoción debe concentrarse y enfocarse
sobre este objeto particular.
Servirlo con toda nuestra alma es emplear hasta lo último nuestra
determinación y fuerza de voluntad. No significa andar por
el camino fácil de la irresolución y la morosidad. Servirlo
con toda nuestra mente exige una actitud mental fuerte y positiva.
Significa estudio, meditación y decisiones firmes y positivas
concernientes a cada uno de los problemas en cuestión. Servirlo
con toda nuestra fuerza requiere actividad física vigorosa,
persistente y continua. |
Mediante
este procedimiento de consolidación y acción unida,
uno puede concentrar todos los elementos de la eficacia personal en
un esfuerzo unido y potente. De esta manera logramos una meta para
nuestro propósito. Nuestro esfuerzo llega a ser no sólo
sumamente concentrado, sino acertadamente orientado. Hablando psicológicamente,
tal persona se compone de una sola unidad, más bien que de
un atado de impulsos contendientes y desorientados, sostenidos por
el no muy apretado nudo de las circunstancias. La personalidad que
se ha consolidado en la forma descrita es capaz de una eficiencia
y realización máximas. |
3.-
“De modo que, si tenéis deseos de servir a Dios, sois
llamados a la obra;”
Difícilmente se puede imaginar un principio del éxito
mayor que éste. Un deseo que consume es la calificación
mayor para lograr cualquier éxito. Si nuestro deseo tiene
la fuerza suficiente, está segura la realización.
Pero si uno no quiere hacerlo, es imposible realizarlo.
El médico juzga la salud física por el apetito de
la persona. Dios juzga nuestra devoción por nuestro ‘deseo’
de servir, y lo ha puesto como la calificación principal.
Es fácil perder nuestro apetito por las cosas de Dios cuando
nos falta el ‘deseo’. Deberíamos llenarnos de
emoción con estas doce palabras: `Si tenéis deseos
de servir a Dios sois llamados a la. Esto constituye no solamente
nuestra oportunidad; es también la prueba grande que cada
uno de nosotros tiene que pasar. Tenemos que aprender a tener hambre
y sed de justicia. Nuestro deseo mayor es aprender a querer servir
a Dios. Debemos desear con mayor intensidad. El deseo es el padre
de la iniciativa, la ingeniosidad, ambición y todas las otras
virtudes. El deseo es esa cualidad que nos provoca a querer ‘hacer
muchas cosas de nuestra propia y libre voluntad’. Todos los
demás poderes son inferiores al ‘deseo’. |
4.-
“Pues he aquí, el campo blanco está ya para
la siega; y he aquí, quien mete su hoz con su fuerza atesora
para sí, de modo que no perece, sino que trae salvación
a su alma;
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Esta
es la oración o la frase de la oportunidad. Estamos viviendo
en uno de los tiempos de siega más productivos del evangelio
en la historia del mundo. No es una época de espigar o de falta
reproducción; es la cosecha de grande abundancia.
Comparémosla con las otras dispensaciones. Noé trabajó
ciento veinte años y sólo logró convertir a su
propia familia. Aun la dispensación que Jesús estableció
duró un tiempo relativamente corto, y no mucho después
todos los apóstoles habían sido muertos o desterrados
y se cumplió la profecía de Isaías: “Porque
he aquí, que tinieblas cubrirán la tierra, y oscuridad
los pueblos…” (Isaías 60:2).
Más en nuestra época tenemos muchos ejemplos de misioneros
que han traído a la Iglesia más personas en un solo
mes que Noé en toda su vida. ¡Qué tiempo tan magnífico
para estar viviendo! Pensemos en las oportunidades que tenemos de
estar en el ‘campo’, en esta época de tan abundante
cosecha. Dios nos ayude para que nonos falte fuerza. |
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5.- “Y
fe, esperanza, caridad y amor, con la mira puesta únicamente
en la gloria de Dios, lo califican para la obra.”
Una de las calificaciones más esenciales para el éxito
espiritual es tener puesta “nuestra mira en la gloria de Dios”
Esto significa concentración, significa enfocar nuestra vista
en un solo objeto. Cuando empezamos a ver “doble” o
“triple”, nos confundimos, y el resultado natural es
el conflicto y el fracaso. Las Escrituras dicen: “El hombre
de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos.”
(Santiago 1:8) “Ninguno puede servir a dos señores.”
(Mateo 6:24)
Es fácil servir a Dios si lo hacemos con propósito
íntegro, todo el tiempo, en cualquier circunstancia. Cuando
hacemos las cosas buenas parte del tiempo y las cosas malas la otra
parte, es entonces que tropezamos con dificultades. Emerson dijo:
“La virtud grande de la vida es la concentración.”
No hay conflicto si somos constantes. Debemos llegar a un acuerdo
en nuestras mentes sobre lo que es de valor y la dirección
en que vamos a caminar, y entonces, concentrar todos nuestro esfuerzos
a este fin. No podemos montar dos caballos en la misma carrera.
Todos los que lo han intentado han descubierto que tarde o temprano
los caballos corren por los lados opuestos del árbol. Pero
siempre se puede confiar en que una sencillez de propósito
devoto obrará un milagro de realizaciones.
6.- “Tened
presente la fe, la virtud, el conocimiento, la templanza, la paciencia,
la bondad fraternal, piedad, caridad, humildad, diligencia.”
Hay en la naturaleza aproximadamente cien elementos, incluso el
hidrógeno, nitrógeno, carbón, oxígeno,
hierro, etc. Estos son los materiales de construcción de
la naturaleza. Con éstos, mediante las combinaciones y proporciones
correctas, la naturaleza puede formar cualquiera de las cosas materiales
del mundo. Alguien ha dicho que en la personalidad humana hay cincuenta
y un elementos. Algunos de éstos son la bondad, fe, conocimiento,
virtud, piedad, caridad, diligencia y todas las virtudes que el
Señor nos insta a que tengamos presente. Cuando éstas
se hallan en la personalidad humana, en la correcta proporción
y combinación, el resultado es lo que alguien ha llamado
“un espléndido ser humano”. La obra maestra de
la creación, y a la vez la fuerza más grande del mundo,
es un hijo de Dios en su estado perfecto.
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7.-
“Pedid, y recibiréis; llamad, y se os abrirá.
Amén.” |
Así,
con esa facilidad podemos recibir todas nuestras bendiciones. Todo
lo que necesitamos hacer es tomarlas. Todos los beneficios del evangelio
son nuestros con tan sólo pedir, y la única condición
es que los procuremos a tiempo. Desgraciadamente, por lo general
no estimamos nuestras bendiciones hasta que las perdemos. Vamos
a suponer que tuviésemos que comprar nuestras bendiciones
a un precio que nosotros mismos gustosamente pagaríamos para
recobrarlas una vez que estuviesen perdidas. ¿Cuál
sería un precio justo por ‘el arrepentimiento’,
si uno no pudiera arrepentirse? ¿Cuánto valdría
el poder vivir para siempre en el reino celestial, si hubiésemos
sido consignados a vivir en otro lugar? ¿Cuánto estaríamos
dispuestos a pagar por volver a tener familias a tener a nuestras
familias, si estuviesen perdidas eternamente? Procuremos establecer
un precio justo por el sacerdocio, o el carácter piadoso,
o el progreso eterno. ¿Qué valor le pondríamos
a un cuerpo celestial, a una mente celestial, a una personalidad
celestial, a la oportunidad de vivir para siempre en una tierra
celestial con amigos y seres queridos celestiales? |
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Se han
proveído para nosotros estas cosas y miles más. Y,
¿cuánto nos cuestan? La manera de obtenerlas es sencillísima:
“Pedid y recibiréis, llamad y se os abrirá”.
¡Qué oportunidad tan maravillosa! ¡Qué
ideas tan trascendentales están comprendidas en cada una
de estas siete oraciones breves! ¡Qué riqueza y poder
espirituales pueden ser nuestros, si vivimos de acuerdo con sus
preceptos!
Tratemos de imaginar la transformación que se efectuaría
en nuestra eficacia personal, si tan solamente creyésemos
y practicásemos estos cuarenta y cinco segundos de ideas
sobre el éxito, que el Señor nos da en la sección
cuatro de Doctrina y Convenios.
Constantemente debemos recordarnos a nosotros mismos que el asunto
principal de la vida es lograr el éxito. No se nos ha puesto
aquí para que desperdiciemos nuestras vidas en el fracaso
No podemos vivir en el estado mortal más que una vez, y esta
vida es sumamente breve. Pero si somos estériles e improductivos
en nuestra mayordomía terrenal, tendremos toda la eternidad
para recordar y lamentarnos. La gran tragedia de mundo no es los
destrozos de la guerra; es que los seres humanos, vosotros y yo,
llevamos vidas tan lejos de nivel de nuestras posibilidades.
Por tanto, el señor
nos ha dado estas siete ideas esenciales para garantizar nuestro
éxito. Debemos grabarlas en nuestras mentes y corazones y
músculos, como si el Señor mismo las hubiese escrito
para nuestro beneficio individual, y como Él escribió
sobre la Liahona para guiar a Lehi en el desierto. La sección
cuatro es la importante aguja que nos indica el camino. Si la seguimos,
nos conducirá a una maravillosa actuación de nuestra
parte en la obra del Señor.
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Artículo publicado
en la Liahona de mayo de 1958 |
Estilo SUD, 27 setiembre
2008 |
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