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Un
buen maestro,
también es un buen alumno.
Por Karina Michalek de Salvioli |
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Como
líderes estamos preocupados en nuestro rol de dirigir y enseñar
a un grupo y buscamos la manera eficaz de aprender y aplicar estrategias
que nos permitan lograr nuestro objetivo de comunicar, enseñar
y motivar.
Pero a veces no tenemos en cuenta nuestro papel como alumnos, y podemos
llegar a perder la capacidad de aprender eficazmente. Aduciendo los
años que tenemos como miembros de la iglesia o la cantidad
de llamamientos que hemos tenido, creemos que no tenemos nada más
que aprender. Perdemos la capacidad de ser enseñables y de
desarrollar mejor nuestras habilidades y talentos en la enseñanza. |
Hace
unos años atrás el élder Russell M. Nelson, del
Consejo de los Doce Apóstoles, enseñó sobre cuatro
pasos que facilitan el proceso de un aprendizaje eficaz. |
Primer
Paso |
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“El
primer paso es tener un gran deseo de saber la verdad.
He sido profesor de cirugía por muchos años y he observado
que las personas aprenden de diferentes formas. Por ejemplo, antes
de operar, uno se lava bien las manos. Durante ese tiempo algunos
estudiantes de medicina permanecen callados o conversan trivialidades.
Pero los que tienen el deseo de aprender los aprovechan para hacer
preguntas.
También he observado que los estudiantes que verdaderamente
tienen el deseo de aprender, saben que no saben ciertas cosas y se
esfuerzan por aprenderlas”1 |
Como maestros
nosotros también necesitamos aprender y según nuestro
deseo y esfuerzo entonces podremos actuar de diversas maneras. |
De acuerdo a nuestro interés en el aprendizaje personal mostraremos
diferentes niveles de interés por enseñar: podemos sólo
repetir el mensaje para que llegue a destino; también podemos
aprovechar las oportunidades que surjan en la relación para
aplicar lo que deseamos enseñar, o mejor aún, propiciaremos
oportunidades de enseñanza formal e informal.
Un indicador de nuestro deseo de aprender podría encontrarse
en la respuesta a la siguiente pregunta:¿Cuándo
preparamos la clase de la Escuela Dominical?
Mientras más tiempo dedique al estudio de una clase, más
oportunidades le estaré dando al Espíritu de que me
enseñe a mí cómo o qué debo enseñar. |
Segundo
Paso |
“El
segundo paso es estudiar con una mente ‘inquisitiva’.
Como ya sabréis, el hermano de Jared estaba preparándose
para atravesar el océano, se dio cuenta de que no tenía
luz en los barcos y le preguntó al Señor:‘¿Vas
a permitir, oh Señor, que crucemos estas grandes aguas en la
oscuridad?’
A lo que recibió una respuesta interesante: ‘¿Qué
queréis que yo haga para que tengáis luz en vuestros
barcos?’ El Señor dejó que él estudiara
la situación.
Muchas de las revelaciones de Doctrina y Convenios fueron dadas a
los profetas sólo después de que ellos estudiaron el
tema y después de haberle hecho al Señor preguntas específicas.”
1 |
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En el proceso
de enseñar, el establecer claros objetivos nos ayudará
a trazar un plan de acción sin descuidar las particularidades
de las personas con las que trabajamos.
Así estaremos teniendo en cuenta las características
culturales o sociales como pueden ser la edad, intereses personales,
educación académica e incluso madurez en el evangelio
de nuestro grupo.
Un maestro que observa a sus alumnos y se preocupa por conocerlos
más profundamente tendrá una base con la cual manejarse
y no dependerá de un rígido planeamiento sino que podrá
estar atento a la guía del espíritu para completar lo
que él no sabe que sus alumnos pueden necesitar. |
Una
mente inquisitiva también hará que utilicemos las instrucciones
de los manuales. Algo muy importante para que podamos discernir entre
“tradiciones” y normas correctas. Casi siempre repetimos
lo que vimos hacer a otros maestros cayendo en costumbres que pueden
perturbar la enseñanza. El estudio del manual de instrucciones
ya sea individualmente o como presidencia nos permitirá comprender
qué es lo que se espera de nosotros en nuestro llamamiento.
Las indicaciones que tienen los manuales de las clases también
poseen herramientas, sugerencias y aclaraciones para aplicar en las
mismas sin temor a estar haciendo algo incorrecto. |
Tercer
Paso |
“El
tercer paso es aplicar o llevar a la práctica lo que
aprendéis diariamente. Aquellos que han estudiado
un idioma sabrán muy bien la importancia de este principio.
Por más grande que sea el deseo de aprender y de estudiar,
no se llega a dominar un idioma si no se ensaya en la vida diaria.”1 |
Parece
algo demasiado simple de realizar, pero muchas veces caemos en la
trampa de recibir instrucción, asistir a seminarios o cursos
para maestros, participar de liderismos y regresar a casa llenos de
carpetas con ideas, mensajes inspiradores y métodos prácticos
para enseñar el evangelio que guardamos prolijamente en la
biblioteca de nuestro hogar. Las oportunidades de capacitarnos no
son muchas debido a las múltiples ocupaciones que tenemos como
miembros de la iglesia. Aprovecharlas no sólo es guardar material
y juntar papeles. Es ver en qué momento y de qué manera
podemos aplicar lo aprendido. Sin importar el llamamiento que ahora
tenemos, somos el resultado de todo lo que aprendimos antes y si ese
aprendizaje fue aplicado ganamos la experiencia para trabajar eficazmente. |
Cuarto
Paso |
“El
cuarto e importante paso consiste en aprender a orar mientras
se aprende. Cuando ejercía la medicina como cirujano,
nunca titubeé en comunicarme con el Señor, y le hablaba
de todos los detalles antes de hacer cualquier operación. En
mis oraciones hasta incluía cualquier técnica nueva
que pensara usar. Con frecuencia por el sólo hecho de repasarlas
mentalmente mientras oraba, recibía la guía divina y
adquiría una mejor percepción de las cosas.”1 |
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No hay
manual del maestro que no posea la sugerencia de orar y estudiar en
nuestra mente para seleccionar lo que el alumno necesite. El manual
del curso de la escuela dominical lo repite en todas las lecciones.
¿Será porque es lo que más rápidamente
dejamos de hacer? Empezamos a confiar en nuestras capacidades y automatizamos
la preparación de una clase perdiendo la oportunidad de tener
una experiencia espiritual en nuestro llamamiento o negándosela
a quien enseñamos. |
El
orar para enseñar eficazmente es el paso que nos lleva a reconocer
que no dependemos del brazo de la carne.
Nos permitirá una de las oportunidades únicas de reconocer
la guía divina para ayudar a otros. Alguna
vez habremos escuchado algo como: “Hoy no tenía ganas
de venir a la capilla, pero menos mal que vine porque necesitaba escuchar
la clase, o tal discurso”. Nos quedamos pensando, reconociendo
que el prepararse valió la pena pues vimos un fruto. ¡Y
cuántos otros frutos habrá que no vemos! |
Un
presidente de quórum que tiene un deseo sincero de cumplir
sus responsabilidades, que aprende “inquisitivamente”
preguntando y averiguando lo que no sabe, que aplica inmediatamente
lo que aprendió y que realiza todo lo anterior con una oración
en su mente y su corazón estará mejor preparado para
servir y el Señor en su misericordia “completará”
lo que le faltase.
Moisés encontró ayuda en otros para guiar al pueblo
en el viaje por el desierto, pero nunca resignó su llamamiento
ni su posición de líder del pueblo de Israel. Cumplió
con su asignación pidiendo ayuda cuando físicamente
no daba más. Aceptó el consejo de otro para trabajar
eficazmente y lo puso en práctica enseguida. Nunca menospreció
su comunicación con el Señor y reconoció siempre
su divinidad. Dios lo bendijo con un hermano que se convirtió
en su mano derecha y con otros hombres que lo ayudaron en su labor,
completando así lo que a él le faltaba.
En nuestro trabajo en la iglesia nunca estamos solos. Una presidencia
se conforma de tres personas, todas con sus capacidades potencian
el trabajo de una organización. El obispo cuenta con los hermanos
que conforman el Consejo de Barrio para ayudar a las familias. Todos
participamos de un proceso de “deseo de servir- aprender - aplicar
- enseñar”. |
Así
como en la antigüedad, todos aprendemos “en la marcha”.
Si Aarón no hubiese tenido el ejemplo de la tenacidad de Moisés,
o si no hubiera prestado atención a su labor difícilmente
hubiera sabido guiar a los israelitas en la colonización de
la tierra prometida.
Fue un gran líder porque también fue muy buen alumno.
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1
“Los 4 pasos del aprendizaje” por el élder Russell
M. Nelson, del Consejo de los Doce Apóstoles. Liahona sep.
1989 |
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Estilo SUD, 20 de
junio de 2009 |
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