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El
Proyecto
Por el élder Sterling W. Sill
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Hace
poco pasé por la admirable experiencia de ver a un ingeniero
muy conocido dirigir la construcción de un edificio que iba
a costar algunos millones de dólares. Tenía por delante
lo que para mí eran varios dibujos algo complicados, que
él llamaba el proyecto.
Una compañía renombrada de arquitectos había
preparado estos dibujos después de varios meses de estudio
y muchos años de experiencia. Me impresionó profundamente
el pensamiento de que cualquier ingeniero diestro puede construir
el edificio más hermoso que conciba el arquitecto más
destacado, con tan solamente seguir el proyecto de la construcción.
Esta misma idea obra en todas partes. El escultor necesita un modelo
para poder trabajar. La buena costurera tiene un patrón por
medio del cual rápida y acertadamente puede producir lo que
los más famosos modistas inventen. Un cocinero hábil
puede lograr el éxito con las mejores recetas. El farmacéutico
diestro utiliza los muchos años de estudio que han pasado
los doctores más eminentes en las mejores escuelas de medicina.
Entonces mediante la habilidad de aquel en la elaboración
de la receta, él ayuda a salvar las vidas de muchas personas.
Por supuesto, sería peligroso en extremo que el farmacéutico
no obedeciera los detalles de la receta del médico, y ya
fuera por descuido, o por ignorancia o desobediencia aumentara a
lo que el médico hubiese especificado, o disminuyera de ello.
Si uno estuviese enfermo, la mejor manera de aliviarse sería
procurar el mejor doctor y luego seguir sus instrucciones cuidadosamente.
¡Este concepto es de inmenso valor! Pensemos en la importancia
que la fórmula tiene para el científico.
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Se ha dicho que la ciencia es solamente una recopilación
de fórmulas que se han llevado a cabo con éxito. Es
por medio de la fórmula que se preserva y se nos comunica
la mayor parte de la verdad.
La fórmula permite que cada uno de nosotros derive el beneficio
de las obras a las que muchos han dedicado sus vidas. La habilidad
para obedecer eficazmente las direcciones de expertos le permite
a uno reproducir en su propia vida el éxito más sobresaliente
que pueden concebir en cualquier campo los más destacados
proyectistas.
Una de las aplicaciones más significantes de esta importante
verdad se halla en el campo de la religión, en el cual median
nuestra vida y felicidad mismas, tanto aquí como en la vida
venidera. Es también en este campo que podemos seguir el
ejemplo del más experto de todos. Dios nombró a la
Inteligencia más hábil del cielo para que viniera
al mundo, a fin de que fuese nuestro Salvador y redentor. Él
es el arquitecto de nuestra salvación, el que diseña
nuestra felicidad y quien hacer perfecta nuestra fe. Tiene un conocimiento
y entendimiento muy superior al que posee cualquier otra persona,
y Él ha trazado para nosotros un proyecto en el cual se han
eliminado toda eventualidad y riesgo.
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El escultor
necesita un modelo
para poder trabajar. |
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Ha evitado la necesidad de que aprendamos por medio de nuestros errores,
y ha hecho imposible el fracaso, si usamos el plan divino en la construcción
y operación de nuestras vidas. Esto pone a nuestro alcance
una excelencia, belleza y felicidad en la vida que de otra manera
sería imposible lograr.
Basado en su abundante experiencia y sabiduría, el Salvador
mismo ha trazado mapas detallados con rótulos cuidadosamente
preparados que nos muestren la manera precisa de llegar a nuestro
destino.
Pero además de todo esto, vino personalmente al mundo para
ser nuestro modelo y guía. Uno de los sermones más importantes
que jamás se ha predicado en este mundo, consta solamente de
dos palabras pronunciadas por Jesús: “Ven, sígueme.”
El sermón más fácil de seguir es el que uno puede
ver. En la vida, así como en todas las demás cosas,
nuestra necesidad apremiante es tener un buen modelo que podamos seguir.
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El Salvador
mismo ha trazado mapas detallados con rótulos cuidadosamente
preparados que nos muestren la manera precisa de llegar a
nuestro destino |
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Es
decir, la fuerza más potente del mundo es la fuerza del ejemplo.
Así fue como aprendimos a andar; de esa manera aprendimos
a hablar; por eso es que este niño habla inglés, y
aquel habla alemán. Casi todas las demás cosas de
la vida, las aprendemos por imitar. Copiamos a otros en la manera
de vestirnos, el modo en que nos cortamos el cabello, las cosas
que decimos y las ideas que pensamos. Al mediodía, al almorzar,
algunos comen con el tenedor en la mano derecha; otros con el tenedor
en la mano izquierda; si uno hubiera nacido en China o en Japón,
tal vez ni siquiera usaría tenedor.
La diferencia estriba en el hecho de que imitamos la manera de actuar
de aquellos que nos rodean. Aun Jesús dijo: “No puede
el Hijo hacer nada de sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre…”
(Juan 5:19)
La fuerza de un ejemplo bueno no solamente es la fuerza más
potente del mundo, sino también una de las más contagiosas.
Pensemos en la influencia noble de un hogar bueno, dentro del cual
lo hijos adoptan los ideales, conceptos y normas de comportamiento
de aquellos que los rodean. Esta adopción a veces ocurre
sin que nos demos cuenta de ello. Por ejemplo, hace poco me reuní
con un grupo de misioneros. Uno de ellos bostezó. Inmediatamente
otro hizo lo mismo. Entonces vi cómo fueron bostezando los
otros, al grado que el ejemplo de un misionero se manifestaba en
los demás.
Es bostezo es contagioso, pero también lo es el entusiasmo,
e igualmente la fe, la industria y el valor.
Consciente o inconscientemente adoptamos los ademanes, manera de
pensar y expresiones de otros. Pensemos en el efecto que la vida
de Jesús ejerció en Simón, Pedro y los demás
discípulos que lo siguieron. Es el mismo efecto que producirá
en nosotros si aprendemos a seguir el modelo. Es fácil ser
nobles y grandes cuando nos asociamos con hombres nobles y grandes,
porque nos proporcionan el modelo a seguir.
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Por
supuesto, este principio puede utilizarse para bien o para mal. Hay
ocasiones en que hacemos las cosas que no convienen porque alguien
nos dio el mal ejemplo. Cuando Lucifer se rebeló, la tercera
parte de todas las huestes celestiales lo siguieron. Este sistema
de “seguir al capitán” aun se está llevando
a efecto. Cuando un joven empieza a faltar a sus reuniones de sacerdocio,
otros siguen su ejemplo. Cuando uno fuma, otros también lo
hacen. Uno empieza a maldecir, y el otro hace la misma cosa.
Las personas son como los planetas, tienen sus órbitas y se
mantienen en su lugar por la atracción que ejerce el uno en
el otro. Cuando uno se aparta del camino señalado, otros siguen
su ejemplo. Sea que nos hallemos por el “sendero recto y angosto”
o por el “camino ancho” de la vida, nadie camina a solas;
cada uno de nosotros va a la cabeza de cierta especie de caravana.
La fama y la buena fortuna de un ingeniero, suponiendo que está
trabajando con arquitectos buenos, depende de su habilidad para seguir
el proyecto. Se precisa que obedezca implícitamente y con todo
esmero las instrucciones dadas. Si se equivoca en un detalle. Todo
lo demás es afectado. O si el ingeniero constructor sigue el
proyecto en la mañana y sus propios caprichos en la tarde,
el edificio resultará un fracaso y el ingeniero se verá
arruinado.
Mas o menos la misma cosa sucede con cualquier éxito logrado.
Sin embargo, en la vida tenemos que hacerlo bien la primera vez; no
podemos “reconstruir”; no podemos experimentar; no podemos
ensayar. Es decir, no podemos ensayar el nacimiento, ni la vida, la
muerte o el juicio final. |
Pero
aunque uno jamás ha transitado por el camino, puede viajar
sin peligro con tan solamente seguir las indicaciones de un buen mapa.
Sin embargo, si uno va a depender de sus propias opiniones y orientación,
puede perderse. No siempre podemos fiarnos de nuestro propio criterio,
porque a veces nos desorientamos. Además, los errores nos causan
inconveniencias innecesarias, pérdida de tiempo y gastos adicionales.
Sería una necedad que uno insistiera en preparar sus propios
mapas, especialmente si no conoce el camino. Aquellos que dependen
de su propio criterio muchas veces no hacen más que dar rodeos.
La caída de las naciones, así como de individuos, en
lo pasado ha venido como consecuencia de haber persistido en preparar
sus propios mapas. Nosotros que seguimos el evangelio gozamos de la
ventaja de las normas, ideales e instrucciones de nuestro Padre Celestial,
que conoce el camino perfectamente. Por tanto, no es necesario que
cometamos los errores tan costosos y perjudiciales que arruinan la
vida de tantas personas, y sin embargo, hay algunas que no pueden
seguir ni las direcciones más sencillas. Todos los días
vemos vidas frustradas, arruinadas, dignas de lástima, que
sufren y se lamentan por haber cometido errores innecesariamente.
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Nuestra
necesidad más apremiante es la habilidad de seguir
el proyecto del gran arquitecto y diseñador de nuestra
exaltación eterna |
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Hay
algunos desafortunados que parecen estar resueltos a cometer todos
los errores personalmente. Tienen que meter la mano en toda llama
y caer en todo lazo. No tienen fe en los mapas; no creen en advertencias.
Quieren probar toda desviación y explorar todo camino lateral
sin salida. ¡Cuánto más seguro y mejor sería
seguir un mapa que los condujera directamente a su destino!
La avenida que conduce al éxito y felicidad eternos ha sido
señalada tan eficazmente y alumbrada con tanta brillantez,
que no hay necesidad de que nos extraviemos, aun cuando nunca hayamos
transitado antes por el camino. Las indicaciones del evangelio, igual
que las indicaciones de los caminos, han sido cuidadosamente preparadas
por aquellos que conocen bien la ruta.
Hay ocasiones en que tropezamos con dificultades en nuestras vidas
por querer seguir dos proyectos diferentes al mismo tiempo. Sería
fácil imaginar la confusión de un ingeniero constructor
que tratara de erigir un edificio usando dos planos distintos. Jesús
nos amonestó en contra de esto al edificar nuestras vidas.
Sus palabras fueron: “Sea tu ojo sincero.” Quiso decir
que fijásemos nuestra atención solamente en una cosa.
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En
la epístola de Santiago leemos: “El hombre de doble ánimo
es inconstante en todos sus caminos.” (Santiago 1:8)
El hombre de doble ánimo es el que ve dos cosas o quiere pensar
en ambas a mismo tiempo. Quizá está tratando de usar
dos proyectos de arquitectos distintos, mientras que Jesús
dijo: “Ninguno puede servir a dos señores.”
No es posible.
Uno no puede servir a Dios y a Satanás al mismo tiempo si espera
lograr el éxito. No puede uno montar dos caballos en la misma
carrera. Leí acerca de un hombre que lo intentó en cierta
ocasión, pero no tenía mucho de estar corriendo, cuando
los caballos se apartaron en direcciones opuestas al llegar a un árbol.
La bien conocida novela de Roberto Luis Stevenson, que lleva por título
“El extraño caso del doctor Jekill”, es un ejemplo
muy bueno de un hombre quiso llevar dos sistemas de vida. Pensó
que podía ser un médico bondadoso, amoroso y considerado
de día y un criminal despiadado de noche. No tardó en
destruirse a sí mismo; pero, igual que Lucifer, también
destruyó la felicidad de muchos otros con sus hechos.
Este consejo de hacer que nuestro ojo sea sincero es muy bueno. No
confundamos nuestros proyectos; procuremos el mejor mapa de caminos
y sujetémonos a él todo el tiempo.
No hace mucho, un joven
que estudiaba en un seminario me preguntó si yo podría
ayudarlo a prepararse para un debate. Me dijo que el tema que iban
a discutir era si es difícil o fácil entrar en el
Reino Celestial, y él tenía que preparar sus argumentos
para mostrar que era difícil. Este es el concepto que la
mayor parte de la gente aceptaría, porque la mayoría
va por el “camino ancho” y allí es donde yacen
las tentaciones y dificultades. Siempre estamos oyendo de lo difícil
que es vivir de acuerdo con el evangelio. Algunas personas continuamente
están tropezando con toda especie de tentaciones desmoralizadoras.
El hecho es que definitivamente es muy difícil entrar en
el Reino Celestial cuando nos dedicamos a ello solamente a medias.
Es decir, va a ser sumamente difícil para uno abstenerse
de fumar este mes, si el mes pasado fumó con regularidad.
Va a ser una carga muy pesada cumplir con nuestro deber este año,
si nunca jamás lo habíamos hecho. No nos será
fácil ser honrados este año, si el año anterior
no lo fuimos. La tentación de violar las leyes morales será
casi irresistible en lo futuro, si los estamos violando en la actualidad.
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Por
otra parte, prepararse para el Reino Celestial es fácil, si
uno se sujeta a los planes todo el tiempo. Es decir, es tan fácil
para el hombre honrado ser íntegro, como lo es para el pícaro
ser corrupto. Le es tan fácil al industrioso ser trabajador,
como le es al ocioso ser perezoso.
¿Qué clase de personas son las que siempre se dejan
vencer por las tentaciones más leves? Son los que han sido
vencidos antes. No podemos imaginar que Jesucristo haya tenido que
luchar fuertemente contra las pequeñas tentaciones de mentir,
defraudar o engañar. ¿Por qué? Porque nunca se
desvió del plan. Cada parte de su vida se ajustaba exactamente
a todas las demás partes. Se resolvió de una vez por
todas. Siguió el proyecto de su Padre que se había forjado
en el concilio de los cielos; lo obedeció toda su vida.
Aun cuando luchaba con todas los problemas en el Getsemaní,
dijo: “Padre, hágase tu voluntad.”
Las sabias instrucciones de su Padre fueron la única orientación
de su vida. Nuestras dificultades surgen porque mezclamos algunas
de las indicaciones de Lucifer, que es el arquitecto del pecado y
el fracaso. |
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El buen
farmacéutico no substituye por su cuenta los ingredientes
de la receta que está elaborando. |
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El
buen farmacéutico, en cuyas manos se halla la vida de un enfermo,
no substituye sin autorización los ingredientes de la receta
que está elaborando. ¿Acaso es menos importante nuestra
vida eterna? El farmacéutico no se guía por sus propios
caprichos; tampoco lo hace el piloto de un avión; tampoco debemos
hacerlo nosotros. Tenemos más confianza en el éxito
del piloto que sigue instrucciones de la radio todo el tiempo. Tenemos
más confianza en el éxito de de los hijos de Dios que
hacen la misma cosa.
Nuestro viaje al reino celestial es la cosa más importante
de nuestra vida. De hecho, es la vida. Nuestra necesidad más
apremiante es la habilidad de seguir el proyecto del gran arquitecto
y diseñador de nuestra exaltación eterna. Es preciso
que lo obedezcamos al pie de la letra y a todo tiempo. Así,
llenos de satisfacción profunda, hallaremos que nuestras mansiones
en el cielo han sido construidas de acuerdo con el magnífico
diseño de Dios, nuestro Padre Eterno. |
Artículo publicado
en la Liahona de agosto de 1959 |
Estilo SUD, 14 febrero
2009 |
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