Jesucristo,
nuestro Salvador |
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Jesucristo,
como nuestro Salvador, nos extiende Su mano para rescatarnos
del pecado |
Relato |
RESCATE
“...sabemos
que es por la gracia por la que nos salvamos, después
de hacer cuanto podamos” (2
Nefi 25:23).
Por Tom Roulstone - Basado en
una experiencia personal |
“¿Quieres
ir a deslizarte después de la escuela?” “Claro”,
respondí. Tenía siete años y era el alumno
más nuevo del colegio Garnet Hill, en Glasgow, Escocia.
No estaba seguro de lo
que significaba deslizarte, pero estaba ansioso de tener amigos.
Al poco rato nos encontrábamos frente a una cerca de
hierro, más allá de la cual había una
marcada pendiente de cemento que descendía, entre paredes
altas, hasta la base de un edificio. Las suelas de piel de
los zapatos de innumerables niños habían pulido
la inclinación como cristal, dejándola suave
y resbalosa, una superficie perfecta para deslizarse.
Yo tenía un poco de miedo a medida que seguía
a mis nuevos amigos hasta el otro lado de la cerca; sabía
que estaba prohibido el paso, pero rápidamente me olvidé
del miedo al agacharme y empujarme en mi primer emocionante,
veloz y fugaz deslizamiento. El subir de nuevo por la pendiente
resbalosa era mucho más difícil; tenía
que mantenerme alejado del edificio, correr lo más
fuerte que pudiera y agarrarme de la cerca de hierro al llegar
hasta arriba para no caer de
espaldas. Con tanto deslizarme y volver a subir, perdí
toda la noción del tiempo hasta que empezó a
llover. Nos protegimos contra el edificio al pie de la pendiente,
esperando a que dejara de llover. Dentro de poco, empezó
a oscurecer. “Debo ir a casa” dije. “Mamá
y papá estarán preocupados”. Pero solamente
pude subir hasta mediados de la pendiente cuando me resbalaba
hasta abajo. Con la lluvia, el cemento se había puesto
más resbaloso que nunca.
Después de varios intentos desesperados, todos nos
dimos por vencidos; ¡estábamos atrapados! La
noche se hizo más oscura y la lluvia continuaba. No
nos atrevíamos a gritar pidiendo socorro porque teníamos
miedo de meternos en peores problemas por estar en propiedad
privada. Acurrucados al fondo de la pendiente, con frío
y miedo, empezamos a llorar. Después de lo que nos
pareció una eternidad, un rayo de luz nos alumbró
y oímos la voz brusca de un oficial de la policía:
“¡Suban acá!”. “¡No podemos!
¡Está muy resbaloso!”,
contestó una voz temblorosa. Trepándose, el
policía se aferró a la cerca de hierro con una
mano y se agachó lo más que pudo. Uno por uno
subimos hasta la mitad de la pendiente y nos agarramos de
la mano que él nos tendía.
Después de salvarnos de esa peligrosa situación,
nos dio un amable regaño y nos mandó darnos
prisa para ir a casa al lado de nuestros padres.
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Más tarde, cuando me uní a la Iglesia, aquel rescate
durante mi niñez me sirvió para comprender el
papel del Salvador en el plan de salvación. No podemos
regresar a nuestro Padre Celestial por nosotros mismos; entre
nosotros y nuestro Padre Celestial se encuentran
nuestros pecados, como una marcada pendiente que no podemos
escalar. Pero un amoroso Salvador nos extiende Su mano para
rescatarnos del pecado, del mismo modo que el policía
nos alargó la mano para salvarnos del resbaloso cemento;
mas el policía sólo pudo tendernos la mano hasta
cierto punto; nosotros teníamos que poner de nuestra
parte y subir lo más que nos fuese posible. Del mismo
modo, debemos arrepentirnos de nuestros pecados y hacer todo
lo que esté a nuestro alcance por guardar los mandamientos.
El Salvador hace lo demás.
El alivio que sentí al llegar a casa con mis padres fue
sólo una pequeña muestra del gozo que podremos
sentir al ser rescatados por el Salvador y regresar a nuestro
Padre Celestial. |
Tomado de Amigos, marzo 2005 |
Conceptos
para aplicar |
- Jesucristo nos rescata de la muerte espiritual.
- Debemos arrepentirnos de los pecados que
cometamos.
- Debe ser firme nuestro compromiso de obedecer
los mandamientos.
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Escrituras |
- DyC 19:15-19
- Alma 11:40-41
- Hebreos 5:9
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Cita |
“A
través de la Expiación infinita, Dios ha proporcionado
un medio por el cual podemos vencer nuestros pecados y quedar
completamente limpios otra vez.”
(Élder Earl C. Tingey, Liahona
mayo 2006, pág. 72) |
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