Plan de Salvación
Nos da una visión de eternidad

Si somos fieles y perseveramos hasta el fin, podremos vivir con nuestras familias por la eternidad

Relato

Echo de menos a Andy
por Steven Tuitupou

Cuando Andy, mi hermano mayor, falleció de cáncer de huesos a los 15 años, sentí que una parte de mí también murió. La semana después de su muerte me sentía enfermo y no podía dormir; a veces hasta sentía que no podía respirar.
Andy y yo nunca nos llevamos bien; él siempre me tomaba el pelo y a cambio del constante fastidio yo hacía todo lo posible por ser el hermano menor más molesto que pudiera haber. Entonces, ¿por qué me sentía tan mal ahora que él ya no estaba aquí?
Por las noches no dejaba de dar vueltas en la cama ni de mirar fijamente al techo. Aún seguía pensando en Andy. En pocos días cumpliría doce años de edad; ya no era un niño pequeño, pero tras una breve oración, tuve la impresión de que mamá sabría qué hacer.
“Mamá”, dije mientras la despertaba dulcemente. “No puedo dormir. Me duele la cabeza y me cuesta respirar”.
Mamá no sabía qué decir. Hacía poco que acababa de perder a un hijo, y por sus ojos enrojecidos y su cara triste se podía ver que mi nuevo problema no era algo que necesitara en esos momentos. “Mañana iremos al médico. ¿De acuerdo, Steve?”.
Llegó la mañana y mis hermanos se fueron a la escuela mientras mamá y yo íbamos a la consulta del Dr. Freestone.
Nos conocía muy bien. Contando a Andy, éramos una familia de seis hijos muy activos y una hija.
El Dr. Freestone era el que nos enyesaba los brazos y nos cosía los puntos. Sabía cómo curar todos nuestros males.

Había ido a su consulta varias veces, aunque no conservaba buenos recuerdos de esas visitas. Observé la sala de espera un tanto nervioso y finalmente el doctor llegó.
“Hola, Steven. ¿Qué te pasa?”, preguntó. “No lo sé. Tengo jaquecas y a veces me cuesta respirar de noche”, mascullé.
“¿Cuánto hace que te sientes así?”, preguntó.
“Casi una semana”, respondí de forma pausada.
Me examinó e hizo muchas preguntas. Luego de realizar varios análisis, se sentó, estudió sus notas y me miró durante unos segundos antes de hablar. “Steven, no encuentro nada malo”, dijo. “¿Y dices que has tenido dolores de cabeza?”. Asentí con la cabeza.
“¿En qué piensas cuando te duele la cabeza”, preguntó. Medité en su pregunta y empecé a llorar. “Bueno, por lo general pienso en Andy”.
“¿Lo echas de menos?”

Tuve que asentir. No podía hablar y los ojos se anegaron de lágrimas. Mamá también se echó a llorar. El Dr. Freestone, lleno de cierta emoción, dijo algo que jamás olvidaré.
“Mira, Steven, Andy te ama, pero el hecho de que ya no lo veas no significa que no esté ahí. Él es feliz donde está ahora y sé que desea que tú también lo seas”.
Sus palabras parecían tener perfecto sentido. Necesitaba recordar que en realidad no había perdido a mi hermano, sino que seguiría conmigo en el espíritu.
Mamá me rodeó con su brazo mientras dábamos las gracias al Dr. Freestone; nos secamos las lágrimas y salimos de su consulta.
Siempre había creído en el plan de salvación, pero en ese momento se convirtió en algo real para mí. Volvería a ver a Andy.
Esa noche dormí sabiendo que Andy me amaba y que deseaba que fuera feliz, tal como él lo era.

Tomado de Liahona junio 2004
Conceptos para aplicar
  • Somos bendecidos al tener el conocimiento de Plan de Salvación
  • Si somos fieles, podremos vivir juntos como familias por las eternidades
  • Las promesas del Señor se prolongan más allá de esta vida terrenal
Escrituras
  • Job 19:26
  • Lucas 24:39
  • DyC 130:2
Cita

“Las cosas por las que tenemos esperanza son por lo general acontecimientos futuros. Si sólo pudiéramos ver más allá del horizonte de la vida terrenal lo que nos aguarda después de esta vida. ¿Es posible imaginarse un futuro más glorioso que el que ha sido preparado para nosotros por nuestro Padre Celestial? Gracias al sacrificio de Jesucristo no debemos temer, porque viviremos para siempre, para nunca volver a probar de la muerte. Gracias a Su Expiación infinita, podemos ser limpios del pecado y ser santificados ante el tribunal del juicio. El Salvador es el Autor de nuestra salvación. ¿Cuál es el tipo de existencia en el que debemos tener esperanza?
Aquellos que vengan a Cristo, se arrepientan de sus pecados y vivan en fe, vivirán para siempre en paz. Piensen en el valor de este eterno obsequio. Rodeados por aquellos que amamos, conoceremos el significado de la mayor dicha al progresar en conocimiento y en felicidad.”
(Pte. Dieter F. Uchtdorf, Liahona noviembre 2008, pág. 22)

Himnos
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45 - ¿Vivió Jesús una vez más?
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